jueves, diciembre 20, 2012

Libros del 2012 (II) | El olvido que seremos


Miguel Huezo Mixco

“El olvido que seremos”, de Héctor Abad Faciolince, narra la vida y la muerte de un hombre singular: Héctor Abad Gómez, médico, humanista, defensor de los derechos humanos y, según su propia definición, cristiano en religión, marxista en economía y liberal en la política.

Abad Gómez, padre del autor de ese libro inolvidable, fue asesinado en Medellín en 1987. Es uno de los 200 mil colombianos que han muerto por la violencia en los últimos diez años. La obra no es solo un homenaje al padre. De alguna manera condensa también las numerosas muertes injustas ocurridas por causa de la violencia política en Colombia y en Centroamérica, en América Latina. Es, como dice Abad Faciolince, un testimonio tan “inútil como necesario”, que escarba en la tristeza con incredulidad y rabia.

El doctor Abad Gómez era lo que en Medellín, y en El Salvador, se llama un alcahueta, un maravilloso alcahueta. Aseguraba que el mejor sistema educativo consistía en mimar a los hijos. En su cuaderno de apuntes personales dejaría escrito: “Si quieres que tu hijo sea bueno, hazlo feliz, si quieres que sea mejor, hazlo más feliz. Los hacemos felices para que sean buenos y para que luego su bondad aumente su felicidad”.

Si el padre era permisivo, el hijo no se quedaba atrás. Su afecto rayaba en la adoración. Cuando el padre se ausentaba de casa por razones de trabajo, le rogaba a su madre que lo dejara dormir en la cama de él, y que no cambiaran las fundas de las almohadas y las cobijas para dormir sintiendo el olor de su papá. “Aquel olor maravilloso”, escribe, “era el signo de la protección y la tranquilidad”.

El padre fue también su referente moral. “Cuando tengo que juzgar algo que hice o algo que voy a hacer, trato de imaginarme la opinión que tendría mi papá sobre ese asunto. Muchos dilemas morales los he resuelto simplemente apelando a la memoria de su actitud vital, de su ejemplo, y de sus frases”, escribe. Añade: “Gracias a la benéfica influencia de mi papá, he podido ser un malo que no ejerce, un cobarde que se sobrepone con esfuerzo a su cobardía y un avaro que domina su avaricia”.

Abad Faciolince escribe un testimonio y, a la vez, una autobiografía intelectual y sentimental. Extrae de su memoria la jubilosa experiencia del amor filial y la dolorosa historia de una injusticia, poniéndolo todo bajo una cálida luz, antes de que la inercia y la indiferencia acaben por sumergirla en el olvido... el olvido que seremos.

El autor consigue transmitirnos los hechos con coraje pero con la distancia suficiente para que "las palabras no salgan húmedas". No es casual que el título, tomado de un poema de Borges (que el padre copió en su cuaderno el mismo día de su asesinato), finalice sentenciando: “enséñame el arte de ver mi propia historia/ como si ésta ya fuera ceniza en la memoria”.

Leí el libro con demora. “El olvido que seremos” se publicó en 2006. A la fecha lleva al menos 29 reimpresiones. La piratería lo ha consagrado poniéndolo en numerosos formatos electrónicos. Este año se publicó en Estados Unidos con el título “Oblivion: A Memoir” (Farrar Straus & Giroux), y este pasado noviembre recibió el premio que otorgan la Oficina en Washington para asuntos latinoamericanos (WOLA) y la Universidad de Duke. La traducción estuvo a cargo de Anne McLean y Rosalind Harvey.

En mi próxima entrega hablaré de los que para mí fueron los mejores libros salvadoreños publicados en el año que finaliza.

(Publicado en La Prensa Gráfica, 20 diciembre de 2012)

jueves, diciembre 06, 2012

Libros del 2012

Miguel Huezo Mixco

En este país la lectura ha pasado a ser un lujo. Cada vez se importan menos libros. Basta mirar los estantes de las librerías de San Salvador. Sin embargo, siempre es posible arreglárselas. Los amigos que van y vienen, los viajes ocasionales y las descargas electrónicas hacen el milagro.

En esta y en mi próxima columna escribiré sobre algunos de los libros que más disfruté en 2012.

Comenzaré con “Los hijos de Nobodaddy” (2012) de Arno Schmidt (1914-1979). El libro compila tres novelas originalmente publicadas entre 1951 y 1953. En conjunto, arrojan una mirada cáustica a la experiencia de la guerra, que Schmidt vivió en carne propia: en 1941 fue llamado a filas por el ejército nazi. Más tarde fue confinado a un campo de prisioneros.

Schmidt es uno de los escritores más importantes de la Alemania de posguerra, aunque su obra no haya gozado de la popularidad de sus contemporáneos Günther Grass (“El tambor de hojalata”) y Heinrich Böll (“Confesiones de un payaso”).

Ateo redomado, Schmidt destila una visión del Infierno en clave de vida cotidiana. Como dice uno de sus personajes: el Cielo no es más que “una ficción inventada por el diablo” para atormentar mejor a la humanidad. (Expresión emparentada con aquella de Juan Carlos Onetti, según la cual “Un hombre con fe es más peligroso que una bestia con hambre”).

La primera de las tres novelas, “Momentos de la vida de un fauno”, narra la vida de un empleado (en realidad, un erudito encubierto) que se aventura a investigar la vida de un desertor de las guerras napoleónicas. Düring, tal es su nombre, reporta detalladamente el monótono mundo de su oficina donde hasta los civiles están obligados a rendirle al Führer culto y saludo militar.

“El brezal de Brand” relata las andanzas de Blakenhof, un sobreviviente de un campo de prisioneros inglés que se refugia en una remota aldea sumergida en las privaciones, las humillaciones y el caos de la derrotada Alemania. Las evocaciones de la guerra emergen en todo momento. En medio de las atrocidades de una vida civil perturbada por las matanzas aparece Lore, una de las encargadas de la lavandería, que despierta las fantasías del miserable exprisionero.

La tercera novela, “Espejos negros”, transcurre en el futuro. El protagonista cree ser el último ser que puebla el planeta. La civilización ha sucumbido a la destrucción. El hombre recorre las ruinas a bordo de una bicicleta. El mundo todavía tiene sorpresas que ofrecerle: “De pronto algo apestó tanto que de inmediato bajé el rifle: esto no podía provenir de una planta decente, ¡solo en zoología algo puede oler de esa manera!”, dice, alarmado.

Las tres novelas están escritas con una ironía radical. Sus protagonistas son solitarios, empobrecidos y medio torcidos: hijos de la guerra, al fin. Desde ningún punto de vista son libros convencionales. No cuentan historias lineales. La trama se enrolla como una hiedra que va adhiriéndose a la sensibilidad del lector, amenazándolo con asfixiarlo.

“Los hijos de Nobodaddy” no es de lectura fácil. Estoy seguro de que nunca será uno de esos best seller. La prosa de Schmidt no es camino llano, sino una montaña agreste formada por árboles, basura, ruinas y paisajes lunares. Una obra fuera de serie que sacude de principio a fin.

En mi próxima columna les contaré de otro de mis favoritos de este año, que leí con retraso. Un libro muy diferente al que me ha ocupado ahora, y que alcanza otro tipo de grandeza: “El olvido que seremos”, de Héctor Abad Faciolince.

Foto: Arno Schmidt

(Publicado en La Prensa Gráfica, 6 de diciembre del 2012)

jueves, noviembre 22, 2012

En inglés, plis

María Tenorio

No creo que El Salvador adopte el inglés de forma oficial en las próximas décadas, pero estoy convencida de que esa lengua está transformando definitivamente nuestro idioma. Hace unas semanas, mis alumnos de redacción en la Escuela Superior de Economía y Negocios (ESEN) recogieron muestras de nombres de distintos tipos de empresas en el país y los clasificaron. Así, listaron nombres de gimnasios, pupuserías, kínderes y farmacias, entre otros. Esta exploración confirmó no solo la penetración del inglés, sino también la convivencia con el español, en nuestra nomenclatura comercial.

Hasta donde ha llegado la exploración de mis estudiantes, dos tipos de negocios donde el inglés es dominante son los gimnasios y los salones de belleza. Ocho de cada diez de estos locales tienden a adoptar nombres en esa lengua. Podríamos especular que, al estar asociados con estilos de vida modernos, ambas clases de establecimientos apelan al prestigio estadounidense para ofrecer sus servicios de cuidado personal. El cultivo de la belleza del cuerpo, el rostro y el pelo usa diversidad de técnicas, procedimientos y productos llegados desde el extranjero.

En cuanto a los nombres de gimnasios, algunos ejemplos son: Super Body, Sculpture, Svelty Forever, World Gym, Little Gym, Iron Power, Curves, Body Flex Fitness, Bally Sport Center, Atlethic Gym, Fitness 360. La muestra proviene de Páginas Amarillas y el ámbito geográfico cubierto fue todo el territorio nacional. Las palabras body, power, iron, fit, gym, sport son algunas de las favoritas en este tipo de establecimientos que, según el reporte presentado en mi clase, se originaron a mediados del siglo XIX en Alemania y los Estados Unidos.

Para los salones de belleza, Fashion, My Space, Beauty Nails, Essence, Look Station, Perfect Spa, In Style, Six Sense y Blush Hair & Beaty son ejemplos de nombres recogidos. Algunos mezclan inglés y español, como Sonia’s Salón y Sala de Belleza Beauty Choice. Mis alumnos investigaron una muestra de 40 locales de este rubro situados en San Salvador y La Libertad.

La penetración del inglés es ostensible, aunque no de forma tan abrumadora como en los casos anteriores, en otro tipo de establecimiento comercial y, a la vez, educativo: los kínderes. Mis alumnos encontraron que algunos centros parvularios situados en las zonas más prósperas de la ciudad tienen nombres en inglés: Fastrack kids, Little to Big, Children’s, Happy Faces, ABC Bilingual School, Teddy’s Care, American Children’s Paradise, Power Kids. El nombre, no me cabe duda, aludirá a la oferta educativa bilingüe de esas escuelas. Asimismo, algunas denominaciones en español fueron reportadas en áreas de menor poder adquisitivo: Días Felices, Arco Iris, El Mundo de los Niños, Niños Felices, son algunos ejemplos.

En contraste con lo anterior, mis estudiantes reportaron dos tipos de establecimientos prácticamente impermeables, por el momento, al inglés. Se trata de las farmacias y las pupuserías. Me resulta fácil especular que estas últimas, por vender comida propia del país, se apegan a la lengua nacional en sus denominaciones. En cambio, con las farmacias no resulta tan inmediata la asociación con el castellano. ¿Será que para ofrecer productos que cuiden de la salud hay que darse a entender con toda la población? Veamos algunos ejemplos.

En las farmacias de Antiguo Cuscatlán predominan los nombres de santos. San Rafael, San Nicolás o Virgen de Guadalupe son algunos ejemplos; aparecen también otras denominaciones como Farmacias Económicas, Uno, Camila o Bonanza. Sin embargo, al menos en la muestra que presentaron mis alumnos, ningún nombre de farmacia incorpora el inglés.

En cuanto a las pupuserías o ventas de platillos típicos, la tendencia dominante es bautizarlas con nombres de mujeres. Así, en Olocuila encontramos las pupuserías Claudia, Cecilia, Carmensita, Margot, Zoila, Juanita y Glorita, entre otras. No obstante, la influencia anglosajona se notaría, aquí, en nombres femeninos como Wendy, Vicky, Mary o Cristy.

Esta exploración de nombres de negocios nos acerca al fenómeno que se relaciona con el enorme prestigio que, para la mayoría de salvadoreños, tienen los Estados Unidos de América. Ese país tiene mucho de lo que nos gustaría tener a nuestra disposición. En busca de su aura de modernidad, avances tecnológicos y abundancia de recursos, la nomenclatura comercial se rinde, no sin algunas resistencias, ante el idioma de ese gigante.

(Publicado también en ContraCultura, El Salvador)

Los mejores poetas de El Salvador (II)

Miguel Huezo Mixco

Del examen de cuatro libros recientes que coleccionan lo mejor, o lo más representativo, de la poesía de El Salvador se extraen 57 nombres propios. Como expliqué en mi entrega anterior, solo tres de estos gozan de la consideración unánime de los autores que tuvieron a su cargo las selecciones. Claribel Alegría, Roque Dalton y Alfonso Kijadurías, ¿son los mejores poetas del país?

Independientemente de las respuestas que puedan darse, el hallazgo se presta para completar mi columna del jueves 6 con algunas reflexiones. La primera es que en las selecciones de poesía lo literario es apenas uno de los muchos aspectos que se consideran a la hora de hacer un libro de ese tipo.

Las antologías de poesía --o de narrativa-- son hechas por tres tipos de personas: los que conocen, los que presumen conocer y los que se aproximan de manera circunstancial al mundo literario de un país o una región.  Agregaré que con frecuencia los antólogos se asesoran de personas que “están en el ambiente”, que les aconsejan a quienes incluir y a quienes tachar. En pocas palabras, el resultado de sus decisiones está influido por “simpatías” y “antipatías” personales.

En segundo lugar, los antólogos tampoco pueden sustraerse de las “tradiciones” nacionales. Para el caso, en una antología general de poetas salvadoreños es forzoso incluir a Francisco Gavidia, a quien la tradición establece como el “fundador” de las letras cuscatlecas. Sustituir a Gavidia por Rubén Darío, el auténtico patrono de la poesía centroamericana, aunque literariamente pueda ser justo, sería considerado como una incorrección política o un disparate.

En tercer lugar, los antólogos tampoco pueden escapar a las tendencias del gusto y al contexto político del momento. Entre 1884 y 2000 se publicaron al menos quince antologías generales de poesía salvadoreña. Una lectura atenta de esos libros nos ayudaría a establecer los vaivenes del gusto literario a lo largo de más de cien años. Sería un material invaluable para una historia de la sensibilidad.

En cuarto lugar, las antologías pueden ser una lección sobre la impermanencia. En todos esos años los cielos literarios han sido surcados, como aviones de propulsión a chorro, por centenares de nombres propios... Muy pocos resisten la prueba de la memoria. Es una dinámica parecida a la evolución por selección natural.

Francisco Gavidia es uno de esos sobrevivientes. En 1884 despuntaba como joven prometedor. Aunque en las últimas décadas apenas ha habido reediciones de sus poemarios --y muy pocos recuerdan los títulos de esos libros -- Gavidia ha conseguido mantener su prestigio de poeta bastante intacto hasta nuestros días. No así Juan Cotto, que ha desaparecido del mapa. Ni Lilian Serpas, recordada a duras penas. El caso de Alfredo Espino es todavía más extraño. Aunque no suele ser tomado muy serio en la “ciudad letrada” de Guanacolandia, este personaje ha sorteado los rigores del tiempo sin necesidad de intérpretes.

Regreso a la pregunta. ¿Son Claribel, Roque y Kijadurías los mejores poetas del país? La respuesta es irrelevante. Su presencia unánime en la punta del iceberg de la poesía nacional es la señal de un fenómeno que no es solo literario. Su posición sobresaliente en cuatro colecciones de poesía publicadas por autores no salvadoreños en los últimos tres años, no es producto de la casualidad.

Esto probaría que, comenzando el siglo XXI, hay un viraje en las preferencias literarias respecto de los 
anteriores consagrados: Claudia Lars, Raúl Contreras, Hugo Lindo y Alberto Guerra Trigueros, entre otros. 

(Publicado en La Prensa Gráfica, 22 de noviembre del 2012)

Foto de Claribel Alegría.


miércoles, noviembre 07, 2012

El xendra y la utopía


María Tenorio

Hace unos días vi en un cine comercial de San Salvador una película hondureña de ciencia ficción, El xendra. Aunque parezca un sueño o una fantasía, lo que les cuento es verdad. ¿No creen que mi experiencia podría considerarse una rareza?

En primer lugar, lo califico así porque en esta ciudad las salas de cine están principalmente dedicadas a la oferta “mainstream” norteamericana, es decir, a lo producido para el gran público desde nuestro vecino del Norte. La exhibición de otro tipo de cine se da, sobre todo, como parte de festivales promovidos por distintas entidades --embajadas, universidades, instituciones del gobierno, etc.--, pero, casi siempre, fuera de lo comercial.

Segundo, porque la producción cultural de otros países centroamericanos no suele llegar con facilidad a esta capital (y presumo que los productos salvadoreños tampoco son accesibles para públicos de las otras ciudades de la región). Esto es, las industrias creativas enfrentan dificultades para penetrar los mercados más allá de sus fronteras nacionales. Dicho de otro modo: no hay un mercado centroamericano establecido para la producción creativa.

En tercer lugar, lo raro de El xendra no es solo que haya compartido cartelera con comedias románticas y películas de miedo, norteamericanas y “comerciales” todas ellas, sino que trata un tema muy actual con recursos propios del cine de ficción más “moderno”. Y, a mi juicio, sale adelante con dignidad en su empeño. Esto es, es una película de suspenso entretenida, con una trama que mantiene el interés. Cuenta una historia que ocurre en San Salvador y en las selvas de Honduras después del 21 de diciembre de este año e involucra a ovnis y a extraterrestres.

Aquí puedo enunciar un cuarto lugar: los protagonistas son científicos centroamericanos, formados en universidades extranjeras, que viven en Centroamérica. Que habiten por estos lares es lo extraño. Lo más usual es que quienes estudian alguna carrera muy especializada en el extranjero permanezcan en ciudades donde puedan desarrollarse profesionalmente. Bueno, la película es una ficción.

En relación con los científicos, El xendra me recordó a un cuento emblemático de Hugo Lindo, escritor salvadoreño del siglo pasado que trató temas de ciencia ficción. El relato al que aludo se titula “Espejos paralelos” y habla sobre la posibilidad del altísimo desarrollo de las ciencias y de la investigación en la región al grado que los premios Nobel son ganados por centroamericanos en las últimas décadas del siglo XX. 

No me cabe duda de que Lindo y el director de la película, Juan Carlos Fanconi, comparten algunas obsesiones y, sobre todo, la utopía de una Centroamérica “desarrollada”, donde la investigación científica es preponderante. Pero no quiero aquí hablar sobre lo que pudo ser y no será, sino más bien invitarlos a que vean El xendra y a que lean “Espejos paralelos”, que son dos muestras de buenos productos culturales hechos en el istmo. Son dos anuncios de la utopía que ya están aquí. 

Para terminar les cuento que desconocía el trabajo de Fanconi, quien a principios del milenio dirigió la película Almas de medianoche. Del elenco sí conocía a Boris Barraza, actor y sicólogo salvadoreño, que hace el papel de uno de los cuatro científicos protagonistas del filme. También conocía a Dinora Alfaro, quien representa a una dependiente de Starbucks en San Salvador, en un rol secundario. Los demás protagonistas son de origen guatemalteco (Juan Carlos Olyslager), costarricense (Rocío Carranza y Fabián Sales), y hondureño (Álvaro Matute y Jaime Joint). Los remito a una nota del periódico tico La Nación en caso de que quieran más información sobre El xendra.

Los mejores poetas de El Salvador

Miguel Huezo Mixco

Solo tres poetas gozan de la simpatía, el gusto o la complicidad de los autores de cuatro importantes publicaciones recientes, que coleccionan y valoran el arte poético de El Salvador. De los 57 nombres considerados, solo Claribel Alegría, Roque Dalton y Alfonso Kijadurías gozan de unanimidad. A continuación explico cómo he llegado a esta conclusión.

Mis fuentes son cuatro libros publicados en el extranjero. Ya sea por el buen nombre del compilador o el del editor, o de ambos, los cuatro pueden considerarse fuentes con autoridad. En esos volúmenes se nombran 57 poetas. Como he dicho: únicamente 3 aparecen en todos los libros usados para la muestra; a esos los denominaré “sobresalientes”. Estos son seguidos de cerca por otros 4 poetas, que aparecen en tres de los libros (“segundo nivel”). Luego, otros 14 aparecen en 2 ocasiones (“tercer nivel”), y 36, la mayoría, son considerados una sola vez (“cuarto nivel”).

Intento utilizar un método para extraer conclusiones objetivas y medibles a partir de las valoraciones subjetivas (justas o injustas, eso no importa) de los autores de esos libros. Es solo un ejercicio de entretenimiento que muestra la estima que se tiene sobre la obra de esos 57 poetas.

El primero de los libros seleccionados es Pájaro relojero. Poetas centroamericanos, publicado en 2009 por el sello de la prestigiosa editorial Galaxia Gutemberg, de Barcelona. Su autor es el poeta Mario Campaña. Su intención, dice en el prólogo, es recoger las “más altas voces de la poesía de Centroamérica”. Es interesante: los únicos tres salvadoreños que escoge son los mismos que invariablemente aparecen citados, junto a otros más, en los otros libros escogidos para realizar esta muestra.

El segundo es Puertas abiertas. Antología de poesía centroamericana, publicado en 2011 por el Fondo de Cultura Económica, de México. El antologador, el novelista Sergio Ramírez, incluyó únicamente autores vivos, entre los cuales se cuentan 10 de El Salvador. Aquí también se repiten Claribel Alegría y Alfonso Kijadurías. Dalton, como sabemos, fue asesinado en 1975, y no se incluye una selección de poemas suyos. 

A diferencia de los demás libros considerados, el de Ramírez es el único que no tiene la pretensión de ser una antología general desde el siglo XX. Por ello me remití a su bien documentado prólogo, donde menciona y pone en contexto a los principales autores que antecedieron a su selección de “vivos”. De El Salvador menciona a Roque Dalton. El otro es Francisco Gavidia. Así, Dalton alcanza la cuarta mención, y Gavidia sube un peldaño agregándose al reducido grupo de poetas del segundo nivel.

El tercer libro no es una antología, sino la Enciclopedia de Poesía y Poética de la Universidad de Princeton, considerada la obra de referencia más completa y autorizada sobre la poesía en el mundo. Su edición de 2012 incluye por primera vez una reseña sobre El Salvador, que comienza en el siglo XIX y llega hasta nuestros días. Como pueden imaginarse, tampoco en ese librote de 1640 páginas faltan Claribel, Dalton y Kijadurías.

El cuarto es la reciente Antología. La poesía del siglo XX en El Salvador, publicada por Visor, de España. Entre los 27 autores que incluye Fernando Valverde hay nombres que se repiten, otros desaparecen y surgen otros nombres. Pero los infaltables son los mismos.

Las antologías de poesía no son justas ni injustas.Son ríos que arrastran mierda y flores. Obedecen al gusto o al capricho. Este ejercicio da para hablar. Pero lo que sí puede concluirse es que, hoy por hoy, los poetas que sobresalen son Claribel, Dalton y Kijadurías.

A continuación, una tabla resumen de los resultados encontrados.

Tabla


(Publicado en La Prensa Gráfica, 8 de noviembre de 2012)




miércoles, octubre 24, 2012

Premio al maestro Cañas


Miguel Huezo Mixco

El Estado salvadoreño entregará el próximo 5 de noviembre el Premio Nacional de Cultura al pintor Carlos Cañas. Este merecido reconocimiento debía haberse otorgado hace mucho tiempo. Lo importante es que ha llegado y tenemos que celebrarlo.

Cañas es el pintor salvadoreño más importante de todos los tiempos. Sus posiciones estéticas y políticas provocaron controversia entre los años 70 y principios de los 80 del siglo pasado, cuando los artistas plásticos tuvieron su momento estelar, y sus obras se vendían como pan caliente, ya que los compradores abrigaban la veleidad de especular a futuro con el valor de los cuadros. Curiosamente, esa época coincidió con el momento en que se mataba a quien poseía libros en casa.

Los tiempos han cambiado, no sé si para mejor. Ahora el arte importa menos que nunca y lo que diga un artista es como oír llover. El rico tejido cultural integrado por autores, críticos y galerías se hizo añicos. Por suerte, aquella ola hizo posible esa cueva luminosa, que es el Museo de Arte de El Salvador (MARTE). En la colección del MARTE reside una parte esencial de la memoria colectiva del país.

Cañas jamás escondió su manera de pensar. Mientras algunos le tildaban de “peligroso comunista”, otros lo acusaban de ser “un vil burgués”. Para el maestro Carlos Cañas arte y política nunca fueron dos esferas rivales. Él sabe que un cuadro, como un poema, es el resultado de una necesidad. Y que esa necesidad busca y adquiere una forma y un estilo. Así, la obra de arte es un vínculo, uno de muchos, entre seres humanos, entre mundos, entre épocas.

“Lo político en el pintor no es excluyente de una voluntad de forma y estilo, ya que como modo estético denuncia las anomalías de una sociedad injusta”, ha escrito. Quizás no todos se den cuenta, su obra y su vida nos están dejando una lección: la de que reivindicar la individualidad no es darle la espaldas a la transformación de la realidad del país. El Salvador necesita, a gritos, transformaciones sociales, pero también una lavativa de creatividad.

Cañas es, en todo el sentido de la palabra, un virtuoso del arte pictórico. Su obra, repleta de belleza e intensidad, constituye uno de los mejores testigos de nuestro tiempo. En él se proyectan de forma privilegiada la realidad del mundo luminoso y la del mundo de la muerte, recreadas por una paleta que nos ha dado representaciones tan maravillosas como temibles.

No sé si esas ingrávidas mujeres contenidas en sus cuadros representan el estereotipo de la mujer salvadoreña, como algunos demandan con notable torpeza. No importa. De lo que sí estoy seguro es de que  los hombres y mujeres del futuro (si hay futuro) podrán ver en ellas algo más que las imaginadas identidades que nos apresan.

Gracias a su genio tenemos también algunas estremecedoras representaciones del mal. Una de ellas es su “Sumpul”. Un cuadro donde late el grito de una era, la nuestra, donde los cadáveres nos impidieron una memoria gozosa, esa gozosa memoria de luz que Cañas insinúa en el arriesgado juego cromático que reproduce la matanza.

Su obra, como él mismo la ha definido, es el “grito que se reúne con otros gritos”. Cuando todos seamos polvo, ella hablará de nosotros, de nuestras fugas, como esas piernas de su “Estudio para el perseguido político”, provistas de energía y un atroz desconcierto; piernas que son de persecución, de diáspora y de esperanza.

Alegrémonos, pobres habitantes de este páramo. El premio para el maestro Cañas constituye un extraño caso de justicia.

(Publicado en La Prensa Gráfica, 25 de octubre de 2012)

Foto por Camaro27

Masferrer en Costa Rica


Miguel Huezo Mixco

Ahora sabemos más sobre Alberto Masferrer gracias a su pequeño libro “En Costa Rica. Notas rápidas”, reeditado recientemente en aquel país.

Masferrer llegó por primera vez a Costa Rica en 1885. Tendría unos 17 años de edad. Volvió en 1896 con el cargo de Cónsul General de El Salvador. De acuerdo con el ensayo del historiador Iván Molina Jiménez, que precede el citado volumen, en aquel país Masferrer participó en la creación de al menos tres publicaciones periódicas: La Revista Nueva, Repertorio de Costa Rica y Diario de Costa Rica.

Si nos atenemos a sus cifras, Costa Rica tendría entonces unos trescientos mil habitantes. Sesenta mil de ellos vivían en las ciudades. El resto eran campesinos, agricultores y labradores “desinteresados de la política”, afirma. Masferrer los conoció en el primero de sus viajes: prósperos, sanos, alegres. Durante su segunda estancia le tocó presenciar los estragos que produjo en la economía costarricense la crisis por la caída de los precios del café y el levantamiento popular de 1889.

Las “Notas” muestran a un Masferrer que no se corresponde con el luchador social que en sus días fue señalado por los conservadores de la derecha como un peligroso comunista, y como un vulgar reformista por los ortodoxos de la izquierda.

En las primeras líneas de su texto, escribe: (En Costa Rica) “...Apenas hay indios fuera de los degenerados talamancas”. Describe al rey indígena Santiago Mayas como un “pobre diablo vestido de persona”.
Masferrer hace una fina y detallada crónica de las costumbres de las familias acomodadas urbanas. Describe con bastante detalle sus paseos por la pacífica ciudad de San José. “Descendemos por la Avenida de las Damas, alameda bordeada por bonitos chalets, donde vive la aristrocracia josefina; por el Parque de la estación, el Edificio Metálico y el lindo Parque de Morazán, sombreado por grandes árboles”, describe.

La gente, dice, parece siempre “vestida de fiesta”: los niños, las criadas, los jóvenes. “Pero no hay tal fiesta: esa es la vida normal de San José”. 

Con las mujeres, que mira confinadas al espacio doméstico, Masferrer se muestra galante. Aquí dejo una pequeña muestra: “yo no sé si las ticas son señoras de la belleza; pero respondo que son adorables. Ese cuidado minucioso y constante de la persona; ese arte profundo del afeite; esa coquetería sutil de que las parisienses tienen el cetro y en que las josefinas son maestras”, escribe.

No tarda en descubrir que Costa Rica “va por senda diversa de la que nosotros recorremos” (...) “tiene otros ideales, y tendencias diferentes”. Esto es posible, asegura, por tres factores: el clima, la raza y la educación. Ello explica “la natural repugnancia de ese pueblo a mezclarse, aunque sea indirectamente en los asuntos de sus vecinos”. “Un pueblo así”, dice, “no puede correr aventuras; para él una guerra es la ruina”.
En 1932, Masferrer, exiliado, pobre, desencantado y horrorizado por la matanza, justificó el levantamiento indígena y campesino provocado por la desesperación y la injusticia.

El pequeño volumen llegó a mis manos gracias a Sebastián Vaquerano, editor y voraz lector, que se desempeña como embajador salvadoreño en Costa Rica. Fue publicado por La Nación con el número 190 de una colección de pequeñas obras que el diario josefino entrega a sus lectores desde hace algunos años.  Una iniciativa que algún periódico nacional debiera imitar.

En julio del próximo año se cumplirán 145 años del natalicio de Masferrer. Talvez la editorial del Estado nos sorprende con la publicación, en la colección Orígenes, de su Obra Completa.

(Publicado en La Prensa Gráfica, 11 de octubre de 2012)

miércoles, septiembre 26, 2012

Últimos días en La Luna


Miguel Huezo Mixco

El país se queda sin su Luna. Beatriz Alcaine ha anunciado que se acerca el fin del ciclo de uno de los proyectos culturales y empresariales más emblemáticos de la posguerra. La Luna Casa y Arte, fundada por un grupo de visionarios artistas y gestores culturales, llega a su fin este mes.

La mayoría de ellos provenían del exilio. Su apuesta era reanimar el ambiente cultural de la capital salvadoreña. Echar luz sobre las tinieblas que la guerra había arrojado sobre la ciudad y sobre los ánimos de muchos artistas y creadores. Ellos sabían bien que en medio de la oscurana vivían seres de luz: músicos, poetas, artistas, actores y actrices, bailarines, mimos y comediantes dispuestos a dar lo mejor de sí para ayudar a crear un espacio innovador, atrevido, donde la cultura de la posguerra pudiera germinar.

El proyecto se hizo realidad en 1991. Las notas de Beatriz Alcaine recogen un dato revelador: más de 600 artistas y creadores pasaron por ese lugar brindándole al público lo mejor de sí. Pero eso no fue todo. En La Luna, la firma de la paz, en 1992, se hizo convivencia. Allí se produjeron algunos de los primeros encuentros no formales entre los antiguos enemigos enfrentados a balazos. Las paredes de La Luna fueron testigos de insólitas conversaciones que ayudaron, en medio de la música y los tragos, a crearle una temperatura amigable a la transición que vivía el país.

Por sobre todo, La Luna fue un lugar divertido. Un espacio de encuentros y reencuentros. Fue una prueba, también, de la vitalidad artística que permanecía oculta debajo de la gran roca del conflicto armado. Fue un lugar desde donde se podía mirar hacia adelante con esperanza. No es casualidad que La Luna cierre sus puertas en este ciclo. Los ánimos y condiciones que la hicieron posible dejaron de existir. Ahora hay más desánimo que ilusión. 

El desencanto no es reciente. La crisis no es nueva. Sin embargo, Beatriz Alcaine y sus colaboradores supieron resistir. Nunca se cruzaron de brazos. La Luna supo reinventarse en los últimos años. Beatriz misma, que trasladó sus cuarteles hasta Barcelona, vivió estos últimos años una existencia anfibia entre Europa y Centroamérica.

Pero todo lo que comienza termina, y Beatriz, buena bruja, sabe que no hay nada peor que los apegos, y estoy seguro de que el fin de este ciclo se convertirá para ella en una enriquecedora escuela. En una histórica carta, girada por los cuatro puntos cardinales se nos hace saber que septiembre del 2012 será el último mes de La Luna, completando un “ciclo de dos décadas con alegría, celebrando la magia que ha producido”, dice.

Beatriz no es de las personas que se cruzan de brazos. Podemos estar seguros de que pronto tendremos noticias de sus nuevos emprendimientos.

Como muchos otros, yo también conseguí establecer una peculiar relación con La Luna. Fue un espacio cómplice y una entrada a una dimensión desconocida. Mi espacio se hizo más ancho y denso gracias a La Luna. He vuelto, hace algunos meses, después de mucho tiempo. Descubro con satisfacción que allí siguen pululando seres extraordinarios provenientes de otros mundos. Ellos --artesanos, metaleros, punkis y poetas recién nacidos-- extrañarán la luz del satélite natural más grande de nuestro el Sistema Cultural. Ayer miércoles, tocó a los poetas lanzar su último y emotivo aullido. El sábado 29 será la Gran Fiesta de Adiós. La del hasta siempre. “La vida no es esperar a que pase la tormenta, es aprender a bailar bajo la lluvia".

(Publicado en La Prensa Gráfica, 27 de septiembre del 2012)

Luna de fin de siglo


María Tenorio

Su existencia me la anunció en 1992 Francisco Domínguez, amigo y colega: Mari --me dijo-- van a abrir un lugar que se llamará La Luna. Imaginate qué chivo, cuando vayás allí dirás “Vamos a La Luna”. Me pareció juguetón el nombre del lugar, como los de esos bares que se llaman La Oficina o La Biblioteca. Lo que no imaginé en aquel momento, hace veinte años, es que ese bar-café me seduciría hasta el punto de convertirse en mi sitio nocturno favorito, tanto así que mi fiesta de bodas se celebraría en ese “espacio abierto al tiempo, la magia y la imaginación”.

Frecuenté La Luna religiosamente los fines de semana y de manera ocasional entre semana, durante los noventa. Se hizo tan mi casa que ha sido el único antro al que me he atrevido a llegar sola. Me encantaban las pinturas que aparecían en sus paredes, los móviles que reclamaban viento, las sillas y las mesas pintadas a mano o decoradas con recortes de revistas. Incluso llegué a portar un carnet que me acreditaba como “Amiga de La Luna” y decía ser válido “toda la vida”. Era muy útil pues servía para no pagar la entrada. Recuerdo haberlo recibido luego de la boda, en julio de 1995.

Estética lunar

La Luna generó un espacio propio a una estética que mezclaba lo bohemio, lo urbano, lo jipi y, sobre todo, lo juguetón. Esa estética alternativa, que huía de la seriedad, al dar nuevos y cambiantes significados a las cosas cotidianas cuestionaba la rigidez de los conceptos que prevalecían en el mundo de afuera. En ese sentido, significó una ruptura radical con la recién terminada guerra donde, dependiendo de donde estuvieras, unos eran buenos y los otros, malos. En La Luna las cosas podían ser no de otro modo, sino de otros miles de modos.

Recuerdo, por ejemplo, que en el menú los sandwiches se llamaban “brujas de arena” o sand witches. También inolvidables son los programas mensuales que, en distintos formatos, anunciaban las actividades culturales de cada día. Siempre estaban impresos en blanco y negro y sus diseños eran hechos a mano, con dibujos y detalles creativos. Ningún otro sitio hacía nada parecido.

Los selenitas

¿Quiénes estaban detrás de todos y cada uno de los detalles creativos, artísticos o juguetones que aparecían en todos lados? No olvidaré un desnudo estilo Matisse que decoraba las paredes de un baño de mujeres habilitado en la entrada, que luego desaparecería para nunca más volver. Ese ha sido mi favorito de todos los tiempos lunares.

De tanto llegar conocí a la Bea Alcaine, a la Gracia Rusconi, la Carmen Elena Trigueros y a la Daniela Heredia, selenitas por naturaleza; me hice amiga de Julito Molina, el encargado de la música. Conocí también a Pedro Portillo, quien más de una vez me leyó el tarot. Tito Hasbún fue otro amigo que hice allí. Escuché la música de Carlos Walter, Neto Buitrago, Hugo Fajardo, Carlos Romero y tantos otros que habrán sido la tortura de los vecinos de la calle Berlín.

Renovarse y morir

La Luna renovó la escena nocturna capitalina, convirtiéndose en un polo de atracción para quienes buscaban diversión y para quienes producían arte. Muchos conceptos desarrollados en su espacio lo trascendieron y dieron fruto en otros bares, restaurantes y cafés. Lo creativo-juguetón fue adoptado, sin miedos ni complejos, por otros sitios.

Hoy le ha llegado el momento de despedirse. Nos lo anunciaron así, en un comunicado, los selenitas que la han mantenido en pie durante los últimos años. No solo mi matrimonio acabó en divorcio. La Luna cierra su ciclo este septiembre tras veinte años de posguerra.

(Publicado en ContraCultura, 27 de septiembre de 2012 

miércoles, septiembre 12, 2012

La literatura no la hacen solo los escritores


María Tenorio

En El Salvador hay muchos escritores, creámoslo o no. Más allá de la calidad de lo que producen, más allá de que publiquen libros, más allá de que tengan pocos o muchos lectores, hay gente que dedica su tiempo a hacer literatura. A escribir cuentos, poemas, ensayos y hasta novelas. A los más jóvenes, probablemente, les gustaría profesionalizarse. Muchos tienen el sueño de ganarse la vida decentemente trabajando en eso que les apasiona. Pocos pueden formarse o entregar su jornada laboral completa a ese quehacer creativo.

Es que los escritores no pueden hacer literatura ellos solos. Necesitan de otros profesionales para que su producción adquiera sentido: de editores que conviertan los manuscritos en libros, de libreros que vendan esos artículos, de periodistas y de críticos que orienten al público sobre qué leer, y, finalmente, de lectores que consuman esa producción. Todo ese encadenamiento de quehaceres y profesiones es lo que Tania Pleitez, en su estudio sobre el estado actual de la literatura salvadoreña, llama “tejido literario”. Sobre ese interesante texto quiero comentarles en los párrafos que siguen.

La investigación Literatura. Análisis de situación de la expresión artística en El Salvador ha sido publicada por la Fundación AccesArte, en Salvador, en versión digital en CD. Se trata de un libro de 431 páginas que desmenuza las condiciones en que se ha producido, difundido y consumido literatura en el país en las últimas tres décadas, de 1981 al 2011. El estudio fue llevado a cabo entre el 2010 y el 2012 por Tania Pleitez Vela, con la colaboración de Susana Reyes.

El enorme valor de esta investigación, a mi juicio, es que hace descender a la literatura de la nube en que se la suele colocar para situarla con los pies en la tierra: como un campo de producción humana que tiene componentes creativos, de inspiración, pero también materiales, comerciales y de mercadeo. Tania explora las distintas instancias del tejido literario posando la lupa en el factor humano --material e inmaterial-- de cada una de ellas.

Entre carencias y deseos

De la lectura de este trabajo se concluye que las condiciones en las que se da la literatura en este país se caracterizan por las carencias y por los deseos. Como dije al principio, escritores hay, pues muchos tienen la voluntad de escribir y sueñan con ver sus manuscritos convertidos en libros. No obstante, como señala el estudio, faltan escuelas para autores. Hoy por hoy, solo la Universidad de El Salvador mantiene la carrera de Letras; la UCA cerró Letras antes del nuevo milenio y la Francisco Gavidia no sostuvo la carrera por mucho tiempo. Esta carencia es solventada de forma discontinua e insuficiente por talleres de formación en espacios tanto del sector público como del privado.

En el siguiente eslabón de la cadena aparecen los editores de literatura: la casa editorial del Estado, la DPI, y algunas editoriales comerciales publican a autores nacionales. Lo hacen para responder o para estimular a la escasa demanda nacional: las ediciones suelen constar de pocos cientos de ejemplares que, muchas veces, son comercializados durante largos periodos de tiempo si no es que terminan embodegados por lustros.

Las editoriales tendrían capacidad para producir más libros si los eslabones que siguen no fueran tan débiles. Tania Pleitez enfatiza que una de las mayores carencias en el tejido literario salvadoreño es la promoción ligada a la investigación. Para que los libros alcancen a su público es indispensable que los medios de comunicación ofrezcan una vitrina de lo que se produce en el país. Esa vitrina supone comentarios, notas críticas, análisis, reseñas, síntesis, que hablen sobre la producción literaria y la valoren, la recomienden, la promuevan, la difundan. Dos tipos de profesionales intervienen en este momento de la cadena: los críticos literarios y los periodistas culturales. Quienes ejercen esos oficios actualmente se pueden contar con los dedos de la mano. En este momento solo hay un suplemento literario impreso en el país: el Tres Mil del Diario CoLatino; los grandes periódicos apenas cubren, y de manera muy superficial, la producción literaria.

En relación con los libreros, el estudio de AccesArte apunta que ha habido mejores tiempos en el país para sus empresas. Sin embargo, como estamos hablando de literatura salvadoreña, cuando visitamos una librería notamos que la oferta nacional casi nunca ocupa los estantes más visibles, mucho menos las vitrinas; por el contrario, se encuentra en la parte trasera. Sin duda, se vende menos que los libros importados de México, Estados Unidos, Colombia o Argentina.

Al final de la cadena están los lectores. En El Salvador, tres de cada cuatro personas dice “leer libros”; sin embargo, los textos religiosos --y no los literarios-- son los más favorecidos. El estudio del PNUD (2009) que ofrece esos datos también revela que informarse y saber más es la razón que mueve a la mayoría de los lectores (58%), mientras una minoría (18%) asegura leer por placer y diversión.

El documento Literatura. Análisis de situación de la expresión artística en El Salvador está disponible para leer en línea o descargar aquí.

(Publicado en ContraCultura, 12 septiembre 2012)

Una nueva mirada a la literatura

Miguel Huezo Mixco


Desde sus orígenes en el siglo XIX, la literatura salvadoreña se ha desarrollado de espaldas a la sociedad. Un reciente estudio realizado por la escritora Tania Pleitez Vela sugiere que el encuentro entre literatura y sociedad es indispensable para que El Salvador se enriquezca como país.

Para la mayoría de la población la literatura sigue siendo algo lejano y ajeno a sus vidas. El analfabetismo afecta al 16 por ciento de la población salvadoreña; la pobreza hace que los libros ocupen un lugar muy secundario dentro de las necesidades prioritarias de las personas, aun entre muchas de aquellas que saben leer y escribir.

El estudio, titulado “Literatura. Análisis de situación de la expresión artística en El Salvador” (AccesArte, 2012),  señala que el sistema educativo estatal sigue siendo muy precario, y que la mayoría de los maestros, especialmente los rurales, apenas consiguen una preparación que les permita orientar a sus alumnos hacia el gusto por la lectura.

El diagnóstico subraya que la actividad del periodismo cultural o literario, que tiene enorme importancia para la difusión de las publicaciones y el consumo del libro, “es francamente mínima” en El Salvador.

Al igual que la inmensa mayoría de la sociedad salvadoreña, los autores y autoras han sido excluidos de los sistemas de protección social. La legislación destinada al fomento y protección de la literatura cuando no está desfasada es letra muerta. En conjunto, todo pareciera conspirar para marginar e invisibilizar las artes literarias. Véase sino la propuesta que hizo pública la Secretaría de Cultura, hace unas semanas, en la que se ignora olímpicamente a los escritores.

A pesar de todas estas adversidades, en El Salvador nunca se ha dejado de producir literatura, “aún en los períodos más difíciles de nuestra historia reciente”, sostiene la autora.

Para propiciar el encuentro entre la literatura y su público, Tania Pleitez Vela realiza una bien documentada aproximación a la historia literaria salvadoreña. Asimismo, indaga sobre la formación profesional de los autores, la difusión de la producción literaria, el acceso y consumo de la cultura literaria, y la preservación de los textos literarios. Sus hallazgos son tan interesantes como inquietantes. Hay tanto por hacer.

El estudio también pone en evidencia que las grandes fracturas del país, expresadas en un modelo económico excluyente y en la polarización política, social y cultural, inciden también en el carácter y la visibilidad de las letras salvadoreñas. Es decir: la práctica política también tiene un alto grado de responsabilidad en la ignorancia que caracteriza a este país.

Tania Pleitez Vela es salvadoreña. Posee un doctorado en Poética del verso y la prosa por la Universidad de Barcelona. Su labor profesional y docente ha estado dedicada en los últimos doce años al estudio de la literatura hispanoamericana. Participa en conferencias literarias y publica ensayos. También es autora de una biografía sobre la poeta suicida Alfonsina Storni.

La publicación de su estudio coincide con el momento en que están puestos sobre la mesa dos proyectos de ley nacional de cultura. Más allá de las anécdotas risibles que han dominado las opiniones en torno a la propuesta presentada por Secultura, los escritores y escritoras deben hacer oír sus reivindicaciones y defender sus intereses.

Esta investigación forma parte de una serie de diagnósticos del estado actual de la expresión artística en El Salvador, realizada por la Fundación AccesArte y que serán publicados en los próximos meses. El objetivo principal de la mencionada entidad es ayudar a fortalecer el papel de la cultura en los procesos de desarrollo integral.

El estudio puede leerse en línea y descargarse desde aquí

(Publicado en La Prensa Gráfica, 13 septiembre 2012)

Foto: Tania Pleitez

miércoles, agosto 29, 2012

Poesía centroamericana en la Enciclopedia Princeton

Miguel Huezo Mixco

Por primera vez en sus cuarenta años de existencia la prestigiosa “The Princeton Encyclopedia of Poetry and Poetics”, en su edición correspondiente a 2012, incluye entradas que reseñan la evolución de la poesía en tres países centroamericanos.

Esta enciclopedia es considerada la obra de referencia más completa y autorizada para estudiantes, académicos y poetas sobre la poesía en el mundo. Abarca aspectos tales como la historia, movimientos, géneros, prosodia, recursos retóricos, términos críticos y movimientos literarios, entre otros.

Las reseñas de la poesía de Guatemala, El Salvador y Nicaragua, escritas por los académicos Marc Zimmerman, Roy C. Boland y Steven F. White, respectivamente, completan un artículo más extenso sobre la poesía hispanoamericana.

Zimmerman es profesor de las Culturas del mundo y Literatura en la Universidad de Houston. White es el académico extranjero que más ha estudiado y difundido la poesía nicaragüense contemporánea.  Boland es profesor en la Universidad de Sidney y ha publicado el libro “Culture and Customs of El Salvador” (2001).

El texto del profesor Zimmerman divide la poesía guatemalteca en tres etapas. La primera va desde el periodo precolonial al siglo XIX, y la segunda de 1920 a 2010. La tercera etapa se enfoca en la poesía de indígenas y mujeres. El autor sitúa la poesía en el marco de una vigorosa tradición narrativa que arranca con el Popol-Vuh, y posee autores de la estatura de Miguel Ángel Asturias, Luis Cardoza y Aragón y Rigoberta Menchú. Zimmerman realiza una elogiosa y merecida valoración sobre la obra del poeta maya k’iché Humberto Ak’abal.

La reseña de Boland subraya la trágica unión entre literatura y política que ha caracterizado a la poesía salvadoreña a lo largo de su historia. Poesía de antípodas: reconoce a Roque Dalton como uno de los íconos de esa brutal religión. El favorito de Boland parece ser, sin embargo, David Escobar Galindo. Boland relaciona a las principales personalidades poéticas salvadoreñas con los momentos históricos en que les tocó hacer literatura, y cita la frase excesivamente generosa de Marcelino Meléndez y Pelayo, según la cual “ningún país tan pequeño como El Salvador es capaz de contar con tantos buenos poetas”.

El ensayo de White refleja la incomparable tradición poética de Nicaragua, una de las más importantes en lengua española, inaugurada por Rubén Darío, genuino fundador de las letras centroamericanas y “padre” del modernismo. Si se formara un “dream team” de la poesía del istmo, el cuadro titular estaría formado por poetas nicas como Salomón de la Selva y Alfonso Cortés, exponentes del posmodernismo; Pablo Antonio Cuadra, Joaquín Pasos y José Coronel Urtecho, genios de la vanguardia; y Ernesto Mejía Sánchez, Carlos Martínez Rivas y Ernesto Cardenal, de la generación de 1940. Algunos de estos poetas aparecen referidos en otras secciones de la enciclopedia. White también realiza una aproximación a la poesía de la Costa Atlántica nicaragüense.

De acuerdo con los editores, la cuarta versión de la Enciclopedia, revisada y actualizada, incorporó un renovado equipo de especialistas que dan cuenta de los cambios recientes en los estudios literarios y culturales, y prestan mayor atención a los aspectos internacionales de la poesía en el mundo.

El librote consta de más de un millón de palabras, y contiene un millar de entradas que varían en longitud, desde párrafos breves a ensayos principales de quince mil palabras. Está disponible en versión electrónica. Aparte de las centroamericanas, la enciclopedia incorpora más de 250 nuevas entradas e incluye artículos sobre más de 110 países. El volumen prueba de que la poesía sigue siendo un campo vasto, vigoroso, complejo y extraño.

Ilustración: Stasys Eidrigevicius

(Publicado en La Prensa Gráfica, 30 agosto 2012)

No “accese”, mejor “acceda”

María Tenorio

El 5 de marzo del año pasado La Prensa Gráfica tituló una breve nota así: “UES aperturará 350 cupos en matrícula 2011”. Tres de los nueve comentarios, dejados por los lectores, señalaban el error del que quiero hablar en esta columna: el de los verbos innecesarios. Como usted ya dedujo, no se dice “aperturará”. En español contamos con otro verbo que expresa lo mismo que “aperturar”: el verbo “abrir”.

El Diario de Hoy, en su versión en línea elsalvador.com, había usado también el verbo en cuestión en el 2006: “Aperturan un proyecto de 300 kioscos”. Los proyectos y los cupos no se “aperturan”, sino que se “abren”. Lo mismo ocurre con las cuentas de ahorros, por más que los bancos nos inviten a “aperturarlas”. La explicación que dan los lingüistas al surgimiento de ese verbo innecesario es la tendencia a formar verbos a partir de sustantivos: del nombre “apertura” se crea el verbo “aperturar”.

Esa tendencia no es mala en sí misma; es un mecanismo válido para crear palabras. Muchos verbos se han formado de esa manera. Uno de ellos es jardinear, construído a partir del sustantivo “jardín” y la terminación verbal “ar”, para referirnos a cuidar un jardín por placer. Otro es venadear, darle caza a una persona. Noten que cuando inventamos verbos usamos siempre la terminación “ar”. Hagan la prueba.

Ahora bien, inventar verbos equivalentes a otros que ya están ahí es innecesario y, por ello, no válido. Un principio básico con que opera la lengua es la economía. ¿Por qué duplicar sin necesidad? Me temo que, con casos como el de “aperturar” y los dos siguientes a que aludiré, hay un componente asociado con el prestigio de usar palabras que suenen técnicas y elevadas. “Abrir” parece demasiado simple.

Igual de simple suena “recibir”. Por eso muchos dicen “recepcionar”. Otra vez recurro a los matutinos con mayor circulación para los ejemplos. Según El Diario de Hoy, en el 2010, “el funcionario (...) dijo que (...) el dato "debe estar bastante alto", sumando los casos que recepcionan las oficinas de inmigración de Estados Unidos, las organizaciones no gubernamentales y los consulados salvadoreños”. La Prensa Gráfica, por su parte, refirió que “en una visita hecha este mediodía al lugar donde se recepcionan las solicitudes de revisión, el  procurador Luna manifestó su satisfacción”.    

Para cerrar con broche de oro quiero referirme al verbo con que titulé este texto: el popular e innecesario “accesar”. Su formación puede explicarse de dos maneras: una, a partir del sustantivo “acceso”, como los dos casos anteriores; dos, como un anglicismo o un calco del inglés “to access”. He escuchado este verbo no solo de boca de informáticos (señalados como sus inventores), sino también de profesionales de muy distintos campos. “Acceder” es el verbo del que disponemos en español para decir que entramos, que nos acercamos, que tenemos acceso. 

Así, cuando en La Prensa Gráfica leemos que “un grupo de tres norteamericanos accesan a una moderna oficina ubicada en uno de los portales ubicados frente al parque central de Suchitoto”, deberíamos haber leído que “un grupo de tres norteamericanos acceden a una moderna oficina”. En este caso también sería ideal que no se repitiera “ubicada”/”ubicados”. 

El ejemplo de El Diario de Hoy dice que “la entrada peatonal se ubicará en el mismo punto donde se accesa a la comunidad La Unión II”. Lo correcto sería decir que “la entrada peatonal se ubicará en el mismo punto donde se accede a la comunidad La Unión II”. Esta nota se refiere al parque Bicentenario que ¿se aperturó o se abrió? hace algunos meses y que, al día de hoy, habrá ¿recepcionado o recibido? a varios miles de visitantes. Escoja las opciones correctas. 

Ilustración: Stasys Eidrigevicius

miércoles, agosto 15, 2012

Gráfica de Toño Salazar

Miguel Huezo Mixco

Toño Salazar es reconocido como un sobresaliente caricaturista. Numerosos artistas e intelectuales influyentes del siglo XX fueron retratados por su lápiz. Poco se conoce, sin embargo, sobre su fecunda faceta de viñetista e ilustrador.

El Centro Cultural de España (CCESV) inauguró este martes 14 de agosto la exposición “Gráfica de Toño Salazar”. La muestra recoge una parte de su trabajo como adaptador e ilustrador de cuentos infantiles. La exposición nos revela una línea y estilo distintos a todo lo que hasta ahora se había conocido de Salazar. Nunca antes se había realizado algo similar sobre este artista.

Si bien el Museo de Arte de El Salvador (MARTE) realizó en 2003 una muestra de las ilustraciones que Salazar produjo, pero que nunca publicó, para Don Quijote de la Mancha, la novedad de la exposición en el CCESV consiste en un acercamiento inédito a sus creaciones relacionadas con obras literarias destinadas al público infantil.

Salazar realizó esos dibujos entre los años 1932 y 1938, cuando trabajaba como parte de la planilla del diario La Prensa, de Buenos Aires. Su actividad está relacionada con una ola mundial y latinoamericana, que tuvo lugar en las primeras décadas del siglo XX, destinada a atender al público infantil como un segmento etario, social y de mercado.

 Las raíces de los libros para niños y niñas se encuentran en los autores del Renacimiento que abrevaron de la tradición oral para crear narraciones como "La cenicienta" o "El gato con botas", que con el paso del tiempo constituyeron la materia prima de la literatura infantil. En los siglos XVII y XVIII emergió una literatura de corte moralista, destinada a los pequeños, que tiene uno de sus principales exponentes en las “Fábulas” de La Fontaine.

Fue hasta el siglo XX que la literatura infantil propulsó una industria editorial autónoma. Numerosas empresas editoriales realizaron importantes inversiones de recursos y talento para cortejar al público infantil. Aquellos libros alcanzaron importancia pedagógica, social y política.

Es en ese contexto que debemos situar el trabajo de Salazar en La Prensa. El salvadoreño comenzó la serie en 1932, cuando aún vivía en París, y la continuó cuando fijó su residencia en Buenos Aires. Sus trabajos se publicaban los días domingos en planas completas, a todo color. Sus fuentes principales fueron el viejo folclore europeo, la literatura japonesa y del Oriente Medio. Salazar también publicó narraciones de su propia inspiración.

El Archivo Toño Salazar, propiedad de sus herederas y custodiado por Gloria de Santos, conserva únicamente nueve planas, pero es probable que se publicaran más. La exposición en el CCESV incluye, además, las ilustraciones realizadas por Salazar para la edición infantil de “Alí Babá y los cuarenta ladrones”, de Editorial Sudamericana, en adaptación de A. Guillot Muñoz.

El título de “caricaturista”, que Toño llevaba con orgullo, no da cuenta de toda la riqueza de su lápiz. Sus trabajos no publicados para “Don Quijote” y  “La isla del tesoro”, que realizó por encargo de la editorial VIAU, colocan a Salazar entre los grandes ilustradores del siglo XX.

La museografía de “Gráfica de Toño Salazar”, concebida por el artista Antonio Romero, no recurre al convencionalismo de imágenes enmarcadas. Junto a una proyección de vídeo se reproducen, usando vinilo y tiza, imágenes de gran formato que producen al visitante la sensación de estar dentro de un página aumentada.

Salazar cumplió 25 años de fallecido el pasado 31 de diciembre. La muestra sirve para rendirle homenaje y renovar la atención a su obra.

(Publicado en La Prensa Gráfica, 16 de agosto de 2012)


miércoles, agosto 01, 2012

Gineceo y creatividad doméstica

NAMA Gynécée 2.jpgMaría Tenorio

Mi blog Gineceo sale a la luz. Es un espacio dedicado a las artes manuales, las artesanías o las manualidades, como querramos llamarlas. En él me propongo, además de mostrar mi producción y revelar algunos secretos, visitar los sitios web de artistas que me inspiran o sorprenden con sus obras, sus técnicas y su capacidad de convocar grupos de gente con similares inquietudes. También quiero incluir entrevistas a salvadoreñas dedicadas a la creación manual.

La palabra “gineceo” tiene dos significados: uno floral y otro griego. El primero se refiere al conjunto reproductor de las flores, su parte femenina, conocida también como pistilo. El segundo sentido, de donde surgió el título de mi sitio web, hace referencia al área de las casas griegas de la antigüedad destinada a las mujeres. En en esa sección pasaban ellas la mayor parte de su día desarrollando sus actividades de forma bastante independiente de los hombres, quienes también disponían de su propio espacio, el andrón.

El gineceo griego solía ocupar la parte trasera de las casas y estaba compuesto por un patio central, una habitación con cama matrimonial, un cuarto grande y cuartos para las esclavas, entre otros. En el libro Los misterios del gineceo, Francois Lissarrague estudia la vida del gineceo a partir de dibujos en vasijas de cerámica y afirma que las griegas, en el hogar, estaban dedicadas principalmente al trabajo, la higiene y el orden. Esas imágenes representan mujeres hilando lana, extendiendo una tela, peinándose o acicalándose. Algunas veces ellas están acompañadas por niños pequeños y, excepcionalmente, por algún hombre que ocupa una posición marginal. También hacen su aparición pajarillos domésticos y alguna flor o ramita de mirto. Objetos propios de esas representaciones del gineceo son cofres, vasos, cestos, husos, telares, espejos, sillas, instrumentos musicales, collares.

Del gineceo así entendido rescato ese espacio femenino creador situado al interior de la casa. Lo relaciono directamente, en mi caso, con una producción y experimentación que, en gran medida, no tiene más propósito que el placer estético del color, las formas y las texturas. El gineceo es mi pequeño taller doméstico, con su mesa y sus repisas llenas de materiales y producción interrumpida. Pero también es cualquier otro espacio de la casa donde me siento a coser, dibujar o pintar. El gineceo también es un lugar para compartir con la gente de confianza --mis sobrinos son los usuarios que más lo frecuentan-- alrededor de unos pinceles, hilos y agujas, o recortes de fieltro.

La internet es parte consustancial de lo que transcurre en mi gineceo. La web me ha abierto a nuevas concepciones sobre la creatividad doméstica. La producción artística y artesanal de muchas personas --la mayoría, mujeres-- alrededor del mundo no está confinada a las paredes de la casa para ser despojada, luego, del sello de sus creadores en el mercado o las tiendas. Gracias a los blogs y las redes sociales, artistas de cualquier parte del mundo comparten sus procesos de creación y promueven sus productos terminados; se conectan entre sí para intercambiar técnicas, consejos e ideas; marcan tendencias en el universo de las artes manuales y las manualidades.

La creatividad doméstica, si no es impuesta como única opción, es un verdadero placer. En mi caso, por ejemplo, se trata de una práctica que realizo en mi tiempo libre y, por el momento, sin la presión económica de tener que ganarme la vida con ella. Mi trabajo como profesora universitaria cumple esa función, mientras que en el gineceo me dedico a “jugar” con materiales nobles como hilos, pinturas, telas, papeles, foamy, goma y con algunos objetos peligrosos como cuchillas y agujas.

Este día abro el Gineceo al público.

Fotografía: «NAMA Gynécée 2» por Marsyas - Trabajo propio. Disponible bajo la licencia CC BY-SA 2.5 vía Wikimedia Commons.

Un artista del hambre



Miguel Huezo Mixco

La idea de un florecimiento literario en la posguerra se ha convertido en una fuente de desilusión. No solo para los escritores; aparentemente también para los lectores. Una nota en el periódico La Página (14 de enero) y una conversación entre artistas y gestores culturales en la radio 102.9 (27 de julio) hicieron un repaso de frustraciones.

Estas expresiones no son nuevas. Crecimos escuchándolas. Cuando llegó la paz se pensó que ya no habría excusas. Pero las cosas no ocurrieron como se esperaban. Salvo algunos destellos de entusiasmo, en las dos últimas décadas entre muchos escritores y artistas se han redoblado los sentimientos de desencanto.

Creo que necesitamos comenzar a cambiar ese enfoque. En esta columna propongo tres perspectivas relacionadas con: (1) la condición de “minoridad” autoasumida por los escritores en la sociedad; (2) el desencuentro fatal entre la oferta y la demanda literaria; (3) y el desarrollo de las capacidades y la profesionalización de los escritores. A menos que queramos seguir viviendo la suerte del “artista del hambre”, necesitamos hablar de estas cosas. Podría ayudarnos a comprender por qué estamos como estamos.

1. La condición de “minoridad”. En muchos escritores pervive la idea de que nacieron incapacitados para realizar actos de la vida civil y que el Estado debe hacerse cargo de sufragarles una vida que creen destinada a tareas más elevadas. Una de las quejas más reiteradas es que en este país no es posible vivir de la literatura... Aunque la historia universal prueba que grandes escritores se emplearon en oficios diversos, ajenos a la escritura, y que solo un grupo muy reducido ha podido dedicarse a la escritura a tiempo completo.

2. Es verdad que las condiciones que enfrenta un escritor en El Salvador son muy desventajosas. Casi no hay editoriales, es verdad, y la comercialización de los libros es una pesadilla. El sueño de mirar el nombre propio en las vitrinas raramente se cumple. ¿Por qué nos pasa esto? ¿El librero y el lector son los culpables? Es posible, pero creo que hay un tercer “culpable” en juego que se niega a admitir que existe un trágico desencuentro entre su oferta y la demanda. A menudo se dice que el escritor no debe escribir pensando en el mercado, pero el reproche a la falta de promoción y venta de nuestros libros contiene un reclamo por una mayor atención de parte de este.

3. Uso de capacidades desarrolladas. Un estudio todavía inédito de la Fundación Accesarte revela que los escritores salvadoreños vivos que gozan de reconocimiento han cursado estudios por encima del promedio nacional (seis años de escolaridad), y una porción importante tiene títulos académicos en áreas relacionadas con la escritura. Desafortunadamente no existe una sola escuela formal que se especialice en escritura creativa. La inmensa mayoría somos escritores autodidactas. Es verdad que el talento no se adquiere con una especialización, y de ello hay ejemplos abundantes, pero no me cabe duda de que muchos de nuestros libros podrían mejorar notablemente, y tener más atención del público, si mediara el conocimiento de la técnica.

Kafka dejó escrito un relato sobre la decadencia y muerte de un artista cuyo número consiste en mostrarse al público en un ayuno permanente. Pese a su coraje y valentía aquel “artista del hambre” vivió en su jaula, infeliz e ignorado por el público. Cuando uno de los administradores del circo le preguntó por qué se obstinaba en pasar hambre, su respuesta fue que nunca encontró una comida que le gustara, y murió.

Publicado en La Prensa Gráfica, 2 de agosto de 2012.

Ilustración: Franz Kafka (autor no identificado)

miércoles, julio 18, 2012

Guillermo Manuel Ungo



Miguel Huezo Mixco 

La filósofa Adela Cortina ha dicho que uno de los grandes desafíos del siglo XXI es conseguir que la gente con poder también tenga ética. La política ejercida con principios éticos es vital para que una sociedad progrese y produzca bienestar a sus miembros. El panorama es desalentador. Pero cuando se conoce la trayectoria de una persona como Guillermo Manuel Ungo parece posible.

Ungo protagonizó un esfuerzo inédito en la política salvadoreña a lo largo de treinta años. Después de cursar estudios superiores en Estados Unidos fundó el MNR, el primero (y hasta ahora único) partido socialdemócrata del país, que reunió a un pequeño grupo de intelectuales, poetas y profesionales a quienes se denominaba la “izquierda exquisita”. Su debut en la política fue en 1960, apoyando la junta de gobierno en la que figuraban Fabio Castillo Figueroa, René Fortín Magaña y Ricardo Falla Cáceres.

En las décadas que siguieron este abogado y profesor universitario sufrió persecución y exilio por su oposición al autoritarismo militar. La imprenta familiar, fundada por sus padres, también fue objeto de un atentado con explosivos. Tuvo suerte. Muchos de sus colegas, correligionarios y amigos, entre ellos los sacerdotes jesuitas, fueron asesinados en aquellos años terribles.

Acaba de publicarse su biografía, “Guillermo Manuel Ungo. Una vida por la democracia y la paz” (Fundaungo, 2012), escrita por el historiador Roberto Turcios. El momento en el que aparece no pudo ser más oportuno, pues el país necesita hacer acopio de ánimos para re enrumbar una práctica política que solo nos acarrea frustraciones. La historia ha sido injusta con el papel que jugaron personas como Ungo en medio del conflicto armado. Su ejemplo, sin embargo, hoy puede servir de inspiración a una generación de políticos realmente comprometidos con el interés del país. Como dijo José Jorge Simán en el acto público de presentación de la biografía, Ungo fue “un político cuya honestidad brilla con mucha más intensidad en estos días en que requerimos mayor moralidad y ética en este campo”.

Su talante intelectual y su olfato político le permitieron sortear y mirar hasta con cierta benevolencia los planteamientos extremistas. Como relata Turcios, con sus trajes completos y sus infaltables cigarrillos largos, Ungo pasaba a los ojos de cualquiera “como un frío hombre de negocios”. Se trataba, sin embargo, de una persona comprometida con la necesidad de transformar El Salvador en un lugar más justo. Fue el principal protagonista de la búsqueda de una solución política a la guerra salvadoreña. Su éxito fue rotundo, aunque no vivió para mirarlo.

Ungo era capaz de alternar en escenarios tan diferentes como la Organización de las Naciones Unidas y el frente norte de Chalatenango. Guillermo Manuel Ungo y Héctor Oquelí Colindres, fueron los artífices de la gestión diplomática encaminada a lograr la declaración franco-mexicana, que consiguió el reconocimiento del FDR-FMLN como una fuerza representativa del pueblo salvadoreño. Para tal fin habló en la Asamblea General de del organismo mundial, en 1981.

En octubre de 1984, en el marco del primer encuentro de diálogo, Guillermo Ungo y Rubén Zamora, miembros de la delegación del FDR-FMLN, durmieron en un campamento guerrillero en los alrededores de La Palma. Por la mañana, la tropa guerrillera se formó ante ellos. Turcios relata que uno de los comandantes le dijo a Ungo que ese gesto representaba la disposición de los alzados a subordinarse al poder civil.

En el acto de lanzamiento de su biografía, en el Museo Nacional de Antropología, Román Mayorga Rivas aseguró que de haber sobrevivido hasta nuestros días, Ungo habría tenido la posibilidad de convertirse en el presidente que El Salvador necesita. Nunca lo sabremos. De lo que no dudo es de que su presencia habría ayudado a que los salvadoreños viéramos la política como un ejercicio donde es posible vivir de acuerdo con ideales de justicia. Esta es una de las principales enseñanzas de Ungo: la ética es la base firme para el derecho justo y una política legítima.

(Publicado en versión abreviada en La Prensa Gráfica, 19 de julio de 2012)

Como niña de kínder

María Tenorio

¿Usted ha visto cómo los niños de kínder se la pasan jugando, experimentan con materiales, hacen “arte”, crean libremente? Antes de entrar en la seriedad de primer grado, ir al “cole” para ellos es maravilloso. Pues, la semana pasada experimenté en carne propia, por primera vez en la vida, una experiencia semejante a la de la escuela parvularia contemporánea: bailé, canté rap, recorté y pegué papeles de colores, dibujé y coloreé, modelé plastilina, escribí un cuento breve, representé una obra de teatro, e hice amigos de otras instituciones y de otros países. Me la pasé genial, aprendí mucho, y terminé agotada y sudada, como niña de kínder.

Todo eso lo viví en el taller de lectoescritura e interpretación creativa, titulado Pre-Textos, que tuvo lugar en la Escuela Superior de Economía y Negocios (ESEN) del 9 al 13 de julio. Este espacio formativo es ofrecido, desde el 2007, por la Universidad de Harvard y su iniciativa Cultural Agents en distintos países del mundo para enseñar, combinando la literatura y el arte, cómo desarrollar en los jóvenes la curiosidad intelectual, estimular el pensamiento crítico y fomentar la participación ciudadana. El taller fue guiado por la académica norteamericana Doris Sommer, creadora de la iniciativa, y sus estudiantes Gabriela Poma-Traynor, salvadoreña, y Jerónimo Duarte, colombiano.

En este taller se mezclan, como ingredientes insustituibles, un fragmento de “alta” literatura, entendida esta como un texto desafiante intelectualmente para el nivel de los estudiantes; abundantes dosis de creatividad, expresada en diversidad de lenguajes; voluntad de participación activa de parte de todos los talleristas; y una sólida fundamentación crítica que retoma prácticas culturales latinoamericanas y elementos de teoría literaria. A continuación, le cuento, con algunos ejemplos, cómo fue la dinámica de Pre-Textos en su primera edición salvadoreña.

El primer día todos los participantes --profesores, artistas, capacitadores y algunos estudiantes-- recibimos un fragmento de dos páginas de Prometeo encadenado de Esquilo, un texto antiguo en verso, con muchas palabras rebuscadas y figuras literarias. Arrancamos con “la fábrica de tabaco” que consiste en que alguien lee en voz el alta el texto mientras los demás se dedican a una actividad manual. Para el caso, todos los talleristas diseñamos y produjimos portadas artesanales para el clásico griego. El equipo de Harvard traía planificada la jornada inicial con otras dinámicas como la de “retratos hablados”, “hazle preguntas al texto”, “intertexto” y “literatura de cordel”. La información sobre ellas está recogida en el Texto de partida disponible en línea. 

La creatividad la seguimos desplegando todos los participantes quienes, a partir del segundo día, nos volvimos facilitadores: guiamos actividades artísticas o lúdicas para continuar la exploración de las posibilidades de Prometeo. Así fue como algunos compañeros nos hicieron cantar rap a partir de los diálogos entre Hermes y el titán encadenado; otros nos pusieron a escribir cuentos y monólogos, a transformar objetos cotidianos en elementos de la obra, a producir sellos de foamy, a esculpir algún personaje, a tomar fotografías artísticas, entre otras dinámicas.

Este taller, que a simple vista parece un juego de niños, se alimenta de la reproducción de prácticas culturales latinoamericanas y teoría literaria. La dinámica del libro artesanal, por ejemplo, se inspira en las editoriales cartoneras que nacieron en Argentina a raíz de la crisis del 2001 y que han proliferado en distintas partes del continente, incluso en nuestro país. La fábrica de tabaco recupera la lectura en voz alta que un lector realizaba en las tabaqueras de Cuba desde el siglo XIX y que convirtió a sus trabajadores en uno de los sectores más cultos y politizados de la isla. El teatro foro, que desarrollamos en la cuarta jornada, viene del llamado “teatro del oprimido” del brasileño Augusto Boal, que promovía, en los años sesenta, la intervención voluntaria de personas del público en el escenario.

Uno de los principios del taller es el espíritu de riesgo, promovido por Paulo Freire, para fomentar el pensamiento libre y creativo. Esto implica, desde la posición del profesor, arriesgarse a no saber cómo saldrán las cosas, en vez de atenerse a un programa detallado de insumos, métodos y resultados. Como docente, Pre-Textos me cuestiona la forma de interactuar en el aula. La pregunta que me hago, por ahora, es ¿en realidad funciona esta metodología para que los estudiantes aprendan a disfrutar la lectura? El otro año, muy probablemente, me arriesgaré a romper paradigmas con mis alumnos hasta que todos quedemos cansados, pero contentos.

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Fotografía: Talleristas de Pre-Textos El Salvador