miércoles, enero 22, 2014

Animales



Miguel Huezo Mixco

“Podemos medir la grandeza y el progreso moral de una nación por el modo en que trata a sus animales”, dijo Gandhi, el predicador de la no violencia. En los últimos años hemos visto que en El Salvador se fortalecen movimientos a favor del respeto a los animales.


No hace mucho, el caso del perro Newton provocó una ola de repudio. La mascota fue quemada intencionalmente con agua hirviendo. El hecho fue aprovechado por diversas agrupaciones para realizar una protesta pública e insistir en la demanda a favor de una legislación más severa contra el maltrato animal. Meses atrás también trascendió el caso de Dólar, un perro con sarna que deambulaba por las calles de Soyapango, cuyo sacrificio fue impedido por la intervención de una agrupación.  En uno y otro caso no faltaron quienes lamentaron con sarcasmo que se hiciera tanto ruido por un simple chucho, cuando se cometen tantos crímenes a diario.

En el mundo el sufrimiento existe, sí, y no solo para los humanos. La mayoría de actos de maltrato animal no trasciende hasta los medios de comunicación masiva. Sin embargo, en internet se encuentran publicaciones de agrupaciones salvadoreñas que luchan para detener ese tipo de prácticas. Estas organizaciones son reflejo de una emergente conciencia sobre los derechos de los animales.

La Asociación al Rescate de los Animales (ARANI) promueve la adopción de perros y gatos recogidos de la calle. La Fundación CatDog denuncia las crueldades y ayuda a encontrar mascotas extraviadas de sus hogares. El Urban Dog Sanctuary ofrece refugio y rehabilitación para cachorros abandonados, maltratados, abusados o que viven en situaciones de riesgo. La Granja Pedagógica Terapéutica ha rescatado caballos enfermos abandonados por sus propietarios en la carretera, y ahora los usa para generar conciencia entre sus usuarios sobre el respeto a los seres de nuestro entorno. Como estas, existen otras agrupaciones que hacen una extraordinaria labor a pesar de las limitaciones y el escepticismo de tantas mentes convencionales.

Sin duda todavía hay mucho por hacer. Aquí, como en todo el mundo, las especies destinadas al consumo (pollos, pavos, cerdos, reses) son sometidas a un intenso sufrimiento, mantenidas en estrechas jaulas y alteradas genéticamente para crecer y producir mayor cantidad de carne, leche o huevos. No existen datos para El Salvador, pero a nivel mundial algunos cálculos establecen que unos tres mil animales son sacrificados cada segundo para suplir la dieta de los humanos.

La cacería produce otro importante número de víctimas. En Canadá, cuando inicia la primavera, millares de focas son enganchadas por el cráneo y desolladas aún con vida. Miles de galgos son abandonados a su suerte en España al finalizar la temporada de caza. Aunque parezca increíble, también en El Salvador existen personas que viajan y pagan verdaderas fortunas para perseguir y eliminar elefantes y tigres por pura diversión.

¿Qué hacer para detener este “holocausto animal”, como le llaman algunos?  La Declaración universal sobre los derechos de los animales, aprobada en 1978 por la Unesco, establece que “el hombre, en tanto que especie animal, no puede atribuirse el derecho a exterminar a los otros animales o de explotarlos”. Y añade que toda privación de libertad, incluso aquella que tenga fines educativos, es contraria al derecho que tienen a vivir en su propio ambiente natural.


Hace pocas semanas, Costa Rica eliminó los parques zoológicos estatales para convertirlos en jardines botánicos. En nuestros lares se produjo un avance con la prohibición de usar animales en espectáculos, como circos. Es necesario trabajar duro para que haya más comprensión de que proteger a los animales es luchar por un mundo con menos sufrimiento. 

(Publicado en La Prensa Gráfica, 22 de enero de 2014)   

Enlaces de interés:

Video sobre el libro “Por qué amamos a los perros, nos comemos a los cerdos y nos vestimos con las vacas


Foto: 
Seeleyst