jueves, enero 21, 2010

Bonsái, de Alejandro Zambra

Bonsái, de Alejandro Zambra
Anagrama, Barcelona, 2006.
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Es "un resumen de novela", como dice su autor. El chileno Alejandro Zambra debuta en la narrativa con la historia de una pareja de estudiantes universitarios, fallida y triste. Si la trama no me apasionó demasiado, la forma de contarla sí lo hizo: lenguaje conciso, cuidado, nítido, nada empalagoso. "Un bonsái de novela". Algún día la volveré a leer (MT).

miércoles, enero 20, 2010

¿Por qué estoy en Facebook?


Miguel Huezo Mixco

Están soltando globos de helio en la Alameda Central. Algunos rozan la cúpula del Palacio de Bellas Artes y siguen su trayectoria enloquecida hacia el cielo, hasta convertirse en minúsculos puntitos que desaparecen entre las nubes. Está haciendo sol y la gente ha salido a caminar por el extenso corredor peatonal que comienza en la avenida Juárez y finaliza en el Zócalo de la Ciudad de México.

Después de mirar esta escena a través de la ventana del hotel, tuve el impulso de escribirla y compartirla en Facebook con mis amigas y amigos. Pero cuando me puse frente a la computadora cambié de opinión.

Facebook, si alguien no lo sabe, es una extendida red social que cuenta, a la fecha, con más de 350 millones de usuarios en todo el mundo. Fue lanzada apenas en 2006 y ya compite en tráfico con Yahoo y Google, los gigantes del mundo virtual. Solo "Farmville" (La granja), una de sus aplicaciones más populares, cuenta en este momento con más de 73 millones de usuarios (AppData).

Nuestro país no ha escapado a la fiebre de Facebook. En los últimos seis meses la presencia de guanacos en dicha red ha crecido en un 250%, de los cuales el 86% son jóvenes entre 18 y 30 años, la mayoría mujeres. Para finales de 2009 había casi 150 mil usuarios localizados en El Salvador (La Banda 2 Cero). Aunque el crecimiento es enorme, El Salvador está todavía muy atrás de Panamá, Guatemala y Costa Rica.

Hace más o menos un año creé mi propia cuenta y me integré a la franja de usuarios salvadoreños mayores de 40 años, que constituimos un modesto 9% del total. Poco a poco, aceptando invitaciones o sugerencias de terceros, llegué a tener alrededor de doscientos "amigos".

"Amigos", en el lenguaje de estas redes, son las personas con las que, mediante un sencillo protocolo, intercambiamos chismes, fotografías, publicaciones o simplemente expresiones, emociones y tonterías. Si se desea, el intercambio alcanza a los "amigos" de nuestros "amigos", generándose así una red que no para de crecer. Aquello es una inagotable fuente de chismes. Y el chisme, como decía mi padre, es la sal de la vida.

Gracias a Facebook he conseguido tomar un contacto afectuoso con mis sobrinos y sobrinas (a quienes encuentro más interesantes que a sus padres) y conozco un poco el círculo de mis hijos. También he conseguido enterarme de sugerentes iniciativas culturales alrededor del mundo. Pero, por otra parte, comencé a "conocer" gente que no me interesa conocer. Descubrí que algunas personas de mi entorno cibernético tienen una verdadera avidez por convertirse en celebridades, y que están dispuestas a hacerse "fans" (seguidores) de personajes frívolos. En fin, me di cuenta de que algunos de aquellos "amigos" resultan más simpáticos en la vida real que en el mundo virtual. Una noche de estas recorté de forma drástica el número de mis contactos. Pienso que, como en la vida, también en la red uno tiene derecho a escoger sus amigos. De mi parte, me descubrí compartiendo cosas que probablemente poco le importan a los demás... como los globos de colores pasando por mi ventana.

Con todo, no estoy decepcionado de Facebook. Solo aspiro a construir una "comunidad virtual" --no me importa su tamaño-- con personas cuyo estilo de comunicarse y sus intereses en la red coincidan con los míos. Después de lo dicho, no me extrañaría que comiencen a lloverme cancelaciones de amistad.

(Publicado en La Prensa Gráfica, 21 enero 2010)

Ilustración: "Allarme Generale de Habitants de Gonesse, Occasione par la Chute du Balloon Aerostatique de Mr. De Mongolfe", grabado coloreado a mano, 1784. Book Patrol

Si te muerde un perro


María Tenorio

--Durante diez días, me dijo el doctor Garay, usted debe observar al perrito. Si lo regalan, se muere o desaparece de su vista, inmediatamente se viene a la unidad de salud, y la vacunamos contra la rabia.

Con esa advertencia y el pinchazo de la vacuna contra el tétano en el brazo derecho, concluyó mi visita a la Unidad de Salud Barrios tras haber sido víctima de una mordida canina. Dos perritos, a los que nunca había visto, se me prendieron de las piernas y uno de ellos me clavó los dientes en la derecha, en el gemelo interior. El incidente ocurrió mientras yo caminaba, como casi todas las mañanas, para hacer un poco de ejercicio, a varias cuadras de distancia de mi casa. Ya en esta, me lavé la herida con yodo pues alguna noción tenía de que la saliva de esas bestias domésticas es altamente infecciosa.

--Tiene que observar que el perro tenga una conducta normal, me dijo el doctor Garay. Si ha perdido apetito o ha dejado de tomar agua, si pasa escondido bajo un mueble huyendo de la luz, si babea en exceso, si camina raro: esos son síntomas de rabia. Si usted nota algo extraño en el perrito, inmediatamente se viene a la unidad de salud, y la vacunamos contra la rabia.

Mi misión era clara. Debía aproximarme a la casa de esos vecinos, contarles la historia y solicitarles su permiso para observar a los perritos (nunca supe cuál me atacó, pues ambos lucen igual, misma raza, misma edad). Acompañada de Miguel, toqué el timbre de la casa de los canecitos a eso de las 3 de la tarde. Tras la ventana apareció una niña de unos 12 años diciendo "no está, no está" y yo no había preguntado por nadie. Le adelanté a la susodicha, quien dijo no vivir allí, que yo había sido mordida por uno de los ladradores animalitos que bien escuchábamos al otro lado de la pared. Aquel intento fallido me llevó a la escritura: redacté una nota dirigida a los "estimados vecinos de la casa 3" contando la historia y la prendí en la chapa de la puerta.

--Hoy por hoy la prioridad es el perro, me dijo el doctor Garay. Y la más interesada en observarlo es usted. Nosotros enviaremos un inspector, pero se imaginará que aquí hay doscientos perros que observar y apenas unos pocos inspectores. Así que le recomiendo que cada dos días visite al perrito y, en caso de notar algo extraño, inmediatamente se viene a la unidad de salud, y la vacunamos contra la rabia.

La escritura dio resultados. Unas horas más tarde, la vecina estaba en mi casa acompañada por su hijo preadolescente. Me trajo las cartillas de vacunación, que escaneé para revisar detenidamente, y me dijo que los perritos nunca habían mordido a nadie y que, además, jamás salían de la casa si no era acompañados. Pues qué mala suerte tuve, le respondí. Al final murmuró un "disculpe", tras insinuar que la conducta de sus mascotas debía haber sido defensiva. Enseñándole la mordida le expliqué a la vecina, cuyo nombre nunca supe, que yo no había provocado a los canecitos de ninguna manera y que vagaban solos por la calle.

--Las mordidas se clasifican en graves y leves, me dijo el doctor Garay, según la distancia respecto de la cabeza. Recuerde que la rabia es una infección cerebral y es incurable, o sea mortal. Su mordida es leve, porque es en la zona abajo del ombligo. Pero aun así puede pasarle la rabia. Así que, ya sabe, en los casos que le he dicho, inmediatamente se viene a la unidad de salud y la vacunamos contra la rabia.

Mis posteriores visitas a los perritos no fueron nada agradables. Cada vez que llegaba me encontraba con un miembro de la familia distinto ante quien debía presentarme.  Mirándome con extrañeza accedían a mostrarme a sus mascotas, tras la ventana, rechinando en los dientes un "si los perritos están sanos". Parecía que yo era la agresora y ellos los ofendidos.

--La rabia se transmite de animal a humano, oígame bien, me dijo el doctor Garay. Si el animal está infectado y muestra signos de rabia en los próximos días, es muy probable que se la haya pasado. A eso debemos prestarle atención. Por eso debe estar vigilante. Si observa algún signo extraño, o si los perritos desaparecen de su vista, se viene a la unidad de salud y la vacunamos contra la rabia.

Pasaron los diez días en que mi tranquilidad dependía del bienestar de esos animalitos, cuya especie siempre me ha resultado indiferente o, más bien, considero incómoda para compartir casa con los humanos. Si bien no necesité la vacuna contra la rabia, dentro de un par de semanas debo tomar el refuerzo de la dolorosa antitetánica. Además, mi pierna todavía tiene las marcas de los tres dientes que jamás sabré si fueron de Manchita o de Mota, que así identifican las cartillas de vacunación a mis agresores.

Foto: El Estratográfico, Flickr

El paraíso de los libros

Book Patrol
A Haven for Book Culture

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E
s una web sobre el mundo de los libros en todos sus formatos y un sitio de encuentro para lectores, coleccionistas y bibliófilos en general. Dimos con ella buscando ilustraciones sobre globos para mi entrada del 21 de enero de 2010. A través de "Book Patrol", he accedido a sitios web sobre libros exquisitos, antigüedades y cómics, y también he conocido el proyecto de la Biblioteca Abierta (beta site) un proyecto de colaboración que aspira a construir una página web por cada libro que se haya publicado jamás, y que ya contiene más de 23 millones de libros (MHM).

miércoles, enero 06, 2010

Albert Camus y el viaje sin regreso

Miguel Huezo Mixco

Albert Camus, escritor, dramaturgo y filósofo (1913-1960), murió el 4 de enero de 1960 en un accidente automovilístico. Este hecho se ha recordado mucho en estos días que se conmemora el 50 aniversario de aquel choque azaroso y absurdo. Según sabemos, el automóvil corría sobre una extensa recta en una ancha carretera. Aparentemente, la causa del accidente se debió a la explosión de una de las llantas del automóvil. El carro, un Facel Vega deportivo conducido por su propietario Michel Gallimard, fue a estrellarse contra el único árbol de la zona.

Camus viajaba en el asiento al lado del conductor. Atrás venían Janine, la esposa de Gallimard y Anne, la hija de ambos. Iban a París donde Camus tenía un compromiso. La travesía entre Lourmain, el pueblecito donde el escritor había fijado su residencia, y la capital francesa tiene más de 700 kilómetros. No llevaban prisa. Los viajeros pasaron la primera noche en un pequeño hotel del camino. Su propietaria conservó como recuerdo la ficha llenada por Camus, con su firma, la última de su vida.

Camus se despidió de su esposa Francine Faure en la mañana del 3 de enero. Tenían 20 años de casados. Se habían conocido en 1940. Ese mismo año Francine le comunicó a su madre y a sus hermanas que quería casarse con un muchacho tuberculoso que carecía de trabajo estable y estaba en trámites de divorcio de su primera mujer. El último día de su vida, durante el viaje, Camus habló con los Gallimard de su interés en tomar un seguro de vida. Bromeó diciendo que no sería fácil debido a la tuberculosis que padecía desde los 17 años de edad.

Camus llevaba un maletín de cuero negro con su diario personal, su pasaporte y el manuscrito sin terminar de una novela. El libro, publicado de manera póstuma, se titulaba “El primer hombre”. El manuscrito tenía 144 páginas escritas a mano, “a veces sin puntos ni comas... difícil de descifrar”, escribió su hija Catherine en la edición que hizo Gallimard, en 1994, y que se convirtió en un éxito de ventas.

Camus es reconocido por haber desarrollado la idea del "hombre absurdo": aquél que está convencido de la completa inutilidad de la vida y cuyo rasgo primario es la rebelión. Sostenía que la vida es insignificante y se planteaba la legitimidad del suicidio, una hermosa paradoja que su muerte temprana (tenía 47 años) dejó sin resolver.

Herbert R. Lottman, biógrafo de Camus, ha reconstruido minuciosamente aquel accidente. Relata que el reloj del carro se detuvo a las 13 horas con 54 minutos; que un automovilista vio al Facel Vega zigzaguear y luego estrellarse con estrépito. Unos periodistas que pasaban por el lugar se detuvieron a tomar fotos y lo reconocieron de inmediato. Uno de ellos describió que Camus tenía los ojos abiertos en una expresión de terror. Su cuerpo fue transportado al ayuntamiento del pueblo más cercano (Villeblevin) para velarlo. Allí llegó Francine con sus hijos gemelos Catherine y Jean. Al día siguiente, en una secilla ceremonia lo cargaron en un furgón rumbo a Lourmain para sepultarlo. No hubo ninguna ceremonia religiosa.

Su muerte ocupó los titulares de los principales diarios del mundo, incluyendo los de El Salvador. El New York Times publicó un editorial que decía: “el que Albert Camus haya encontrado la muerte en un accidente de coche absurdo, víctima del azar, resulta una amarga ironía filosófica”.

Ilustración: Arnal Ballester

Publicado en La Prensa Gráfica, 7 de enero de 2010

Guatemala: Mediodía en la frontera

María Tenorio

Digamos que el lugar se llamaba La Carreta. Nos habíamos detenido allí para estirar las piernas y almorzar luego de decenas de kilómetros recorridos desde El Salvador cruzando la frontera. Sentados a la mesa, los cinco del grupo esperábamos que la camarera nos llevara los refrescos y los sándwiches de pollo cuando oímos entrar un pícap con un poco usual cargamento: seis jovencitas vestidas estilo cabaret norteño --tops pegaditos, ombligos vistos, chores y botas negras-- acompañaban, en la cama del vehículo, a dos bocinas enormes de las que salía una canción que repetía incesantemente la palabra "pompas".

Las chicas descendieron de aquella plataforma y se instalaron junto a un solitario árbol de navidad, justo a un lado de nuestra mesa en el ranchón. No tardó en bajarse de la cabina del vehículo un panzón bien vestido y de poco sonreír que se acercó a la mujer mayor que estaba tras el mostrador en el restaurante. Era pleno mediodía en la frontera, del lado de Guatemala. Alguien de nosotros preguntó a la mesera de qué se trataba aquello. Para entonces las jovencitas hacían esfuerzos dispares por vencer la vergüenza y bailar al ritmo del musicón que nunca cesó. La mujer dijo que nuestra peculiar compañía promovía una revista. Eso y nada más.

No superábamos la extrañeza del espectáculo inesperado cuando una camioneta 4X4, a todo dar, apareció en el parqueo del ranchón. Descendió una pareja formada por una mujer joven, esbelta y entaconada, digamos muy guapa, y un tipo bajito y fornido, digamos nada guapo, con un arma corta de fuego adosada a su cincho. Una señora pistola. Él se acercó al mostrador a pedir una coca cola y cigarrillos mientras la chica se dirigía al baño. Completó el cuadro un personaje digno de mención: otro tipo, también bajito, fornido y nada guapo, vestido con bermudas y camiseta de marca, que conducía un pequeño perrito, también de marca, con una correa. Ambos habían salido de la 4X4 donde alcanzamos a ver una almohadota enorme y rosada en el asiento trasero cuando la guapa entaconada abrió la puerta.

Confieso que nos sentimos inquietos. Más inquietas, probablemente, mi madre y yo que hace 9 años vivimos un episodio propio de una película de Tarantino: un pícap interceptó la 4X4 en que viajábamos hacia Guatemala --aunque esa vez en otra ruta-- y cuatro de sus pasajeros, bien vestidos y mejor armados, pegados a nuestras puertas, dispararon múltiples veces contra nuestras ventanas. Salimos ilesas aquella vez las cuatro mujeres y los dos hombres gracias a que nuestro conductor no soltó el acelerador y logró zafarse del pícap que tenía contraminado nuestro carro luego de haberlo sacado de la carretera.

Los tipos de La Carreta y la señora pistola nos evocaron la lejana experiencia chapina y nos dieron ganas de huir. Pero decidimos vencer el temor, permanecer en el sitio y no darnos por aludidos. Cuando terminamos nuestro almuerzo, la 4X4 se había marchado, las "bailarinas" tomaban un refresco en la mesa de enfrente y el panzón seguía hablando con la del mostrador. Caro nos cobraron por una comida que nos supo a miedo, pero, como dijo mi madre, más hubiéramos pagado por salir de aquel lugar de fronteras.

Fotografía: www.guate360.com

Primer libro de 2010

La pasión según G. H., de Clarice Lispector
El Aleph Editores, Barcelona, 2007.

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El 2010 me sorprendió leyendo este extraño libro de la Lispector que, por aquellas cosas del mundo literario, se ha clasificado como novela. En realidad tiene poco de narración y mucho más de libre flujo del lenguaje. La escritora brasileña-ucraniana enfrenta a G. H., la "narradora", con una cucaracha destripada en el cuarto de la empleada doméstica. Los desvaríos y las alucinaciones se suceden en este monumento discursivo. Publicado originalmente en portugués en 1964. Recomendable para días de frío (MT).

Mis libros del 2009

Entre los libros leídos en 2009, estos dos son mis favoritos.

Amuleto, de Roberto Bolaño, Anagrama, Barcelona, 1999.
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Leí este libro con una década de retraso, pero nunca es tarde para ingresar al mundo del DF y la entrañable Auxilio Lacouture, testigo muda de la invasión del ejército a la UNAM, en 1968, madre de los poetas mexicanos, empleada doméstica de León Felipe y Pedro Garfias, que tropieza con la también poeta Lilian Serpas (MHM).


Poesía completa, de José Watanabe, Pretextos, Madrid, 2008.

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Publicada tras su muerte en 2007, esta compilación revela la actitud contemplativa, la economía en el lenguaje y la devoción por la memoria familiar que caracterizaron la poesía de Watanabe. Con todo, mi parte favorita es su versión libre de la tragedia de Sófocles, Antígona (MHM).