domingo, diciembre 18, 2011

El trip de Ligia María Orellana

María Tenorio

Ligia María Orellana juega cuando hace literatura: sus textos son frescos, vivaces, espontáneos. Divierten y hacen esbozar más de una sonrisa cómplice. Tuve a mi cargo la selección y corrección de los textos que conforman el libro Indeleble, cuarto volumen de la Colección Revuelta, que se presenta este mes de diciembre y que reúne 14 piezas narrativas de la joven escritora salvadoreña nacida en 1985. Me la pasé muy bien en las labores editoriales. Permítanme que les cuente sobre qué va este título.

El libro está compuesto por dos tipos de materiales narrativos: los tripin, relatos ilustrados que  capturan eventos contemporáneos de San Salvador, y los cuentos, típicos exponentes de la narrativa breve. En unos y en otros, Ligia María hace gala de un sentido del humor ácido, de una fina sensibilidad para observar la realidad y, además, de libertad lúdica para crear.

Los tripin, el elemento novedoso de este libro, son una suerte de estampas posmodernas donde imagen y texto no pueden separarse. Los seis reunidos en este volumen retratan un partido de la selección nacional de fútbol, una visita al zoológico, un concierto metalero, un apagón dominical, un congreso de payasos y un sismo.

Todos ellos parodian el lenguaje y la mirada periodística sobre cada acontecimiento: la palabra escrita y las ilustraciones --muñecos de palitos realizados digitalmente con el programa Paint-- dan forma a “reportajes” que captan distintos aspectos de la salvadoreñidad con perspicaz sentido crítico. “Las mujeres bellas dijeron presente en las gradas; las mujeres no tan bellas dijeron presente en la reventa”, dice el Tripin “Versión selecta”, en clara alusión a las diferencias estéticas entre clases sociales.

Además de estar hechos para ser leídos en silencio y consumidos como literatura, también se prestan para ser “narrados” a viva voz. “Esta vez nuestro afligido lente fue enviado a recorrer las calles, tras un intenso movimiento telúrico” (“Versión 6.1 en la escala de Richter"). De más está decirles que les recomiendo los tripin: una vez lean el primero querrán saber de qué va el segundo y así sucesivamente.

Los cuentos, por su parte, son también altamente disfrutables aunque de mayor densidad y por lo mismo de más lenta lectura que los tripin. Los ocho reunidos en este título nos conducen a espacios y tiempos diversos de la mano de personajes extraños pero familiares.

Me gustan particularmente “Sublimación” y “Harvey P. va por Aminah hasta África”. El primero tiene una cualidad muy apreciada: la redondez del relato, es decir, el inicio y el final están perfectamente amarrados, mientras que el cuento transcurre con todos sus detalles entre estos dos cabos. “Harvey P.” exhibe otra peculiaridad narrativa que resulta muy efectiva en este caso: el uso del cuento dentro del cuento. Así, la aventura de Harvey P. se desata luego de leer una noticia sobre una mujer africana, citada en su totalidad, en la revista internacional El Escarabajo Excursionista.

Para terminar, Ligia María Orellana, sicóloga graduada en la UCA, se mantiene muy activa publicando materiales propios en la web. Su webcómic Simeonístico nos ofrece cuadros sobre el comportamiento humano donde podemos deleitarnos con la ironía que caracteriza a la autora. Su blog Qué joder comenta noticias, artículos o eventos diversos de la realidad salvadoreña o de la realidad virtual con una prosa extensa pero siempre fresca.

miércoles, diciembre 07, 2011

El Bicentenario en Marte


Miguel Huezo Mixco

Se apagaron los fuegos de la celebración del bicentenario. Las estereotipadas imágenes de los héroes de la protesta del 5 de noviembre de 1811 han sido sustituidas por los motivos navideños y los carteles de la inminente campaña electoral. Fue una celebración con mucho ruido y pocas nueces. Sin embargo, una actividad muy destacada, y poco conocida, es la exposición “San Salvador, escenario de la insurrección”, que el Museo de Arte de El Salvador (MARTE) preparó para la ocasión. Hay que ir a verla. Provoca la reflexión.

La muestra sugiere cómo pudo ser el ambiente en el que se produjo el levantamiento de 1811 en San Salvador. A través de la reproducción en gran formato de mapas y fotografías, usando vídeos y objetos de la época, el visitante se ve transportado hacia lo que pudo ser la vida de los habitantes de aquella ciudad.

Con un poco de imaginación, uno puede sentirse caminando en medio de aquellas callejuelas polvorientas, gracias a un recorrido virtual producido por el artista Ricardo Miranda.

Cuando el visitante se enfrenta con el plano de San Salvador de principios del siglo XIX superpuesto en el plano actual, es fácil imaginarse que el marco del llamado “Primer grito” (un nombre prestado del mexicano “Grito de Dolores”) fue una pequeñísima ciudad de provincia construida a los pies del volcán.

Luego, una vez se contempla el espacio ocupado por El Salvador dentro del plano del Virreinato de Nueva España, uno de cuyos territorios fue la Capitanía General de Guatemala, es inevitable pensar cuán audaz y loca fue la idea de desgajar un territorio tan pequeño de una unidad territorial tan vasta y rica.

Mientras recorría la exposición del MARTE he pensado que aquella pendencia, la protagonizada por Delgado y compañía, abrió la puerta para que El Salvador ingresara al mundo por la puerta chiquita, en una clara condición de desventaja económica y social. “Pueblo pequeño, infierno grande”. Esto no lo digo únicamente yo, sino también --solo que en voz baja-- algunos de nuestros historiadores más distinguidos. Esa es nuestra historia. En cualquier caso, la historia de la formación de los países es siempre una historia loca. Algunos han tenido la suerte de tener líderes lúcidos y visionarios. A los demás nos toca el coraje.

La muestra ocupa 400 metros cuadrados y a cada paso nos encontramos con vestigios de nuestro pasado. La calidad de la exposición se debe al esmerado trabajo museográfico que tiene a la base una bien pensada acción conjunta entre la Academia de Historia y el Museo de Arte de El Salvador. El equipo formado por Pedro Escalante Arce, Alejandra Erquicia, Rafael Alas y Roberto Galicia (director del museo) contó con el apoyo de seis colecciones privadas que facilitaron objetos de altísimo valor histórico.

Entre las piezas más destacadas se encuentra una colección de cinco mapas, verdaderas joyas de las artes gráficas, producidos entre 1700 y 1816, conservados en perfecto estado. Uno de los objetos emblemáticos, facilitado por la Universidad Centroamericana (UCA) es un refinado crucifijo obsequiado al joven José Matías Delgado por sus padres con ocasión de su ordenamiento sacerdotal. Hasta donde yo sé, esta pieza nunca antes había sido exhibida al público. Pueden mirarse instrumentos de trabajo, muebles de madera de la época y utensilios de plata.

No podían faltar dos armas usadas por el Gral. Manuel José Arce, puestas al lado de algunas piezas de la fina vajilla de porcelana que usó el caudillo para las galas oficiales, y en donde puede apreciarse el escudo de los Estados Unidos de Centro América, una de las muchas intentonas de armar el rompecabezas que, a doscientos años de distancia, sigue sin solución.

(Publicado en La Prensa Gráfica, 8 de diciembre de 2011)

Foto: Frederick Meza