miércoles, enero 18, 2012

Toño Salazar, entre desconocidos

Miguel Huezo Mixco

Poco antes de la medianoche del 31 de diciembre de 1986, hace 25 años, fallecía en su casa de Santa Tecla el dibujante Toño Salazar. Casi nadie se acordó de él. ¡Qué manía la de olvidar! Es casi peor que recordarlo todo.

Salazar es el más célebre de nuestros desconocidos. No existe nadie que se le compare. Igual que él, sus amigos fueron todos unos perfectos desconocidos. “Dime con quien andas...”.

Henri Cartier-Bresson lo fotografió muy joven en París. Julio Cortázar se contó entre sus mayores admiradores (en parte, porque los dos eran unos afrancesados). Alfonso Reyes y Luis Cardoza lo consideraban un genio. Su obra es muy apreciada. La colección Gudiol de la Biblioteca del Congreso de Estados Unidos atesora algunos de sus trabajos, con otros de Picasso y Miguel Covarrubias.

Nacido en 1897, Salazar causó una enorme impresión entre los tres o cuatro letrados salvadoreños de entonces cuando exhibió sus caricaturas. Los cronistas pregonaron el nacimiento de una estrella. Manuel Andino escribió este inolvidable párrafo: “¡Llenaos de orgullo y de vergüenza, polvorientos ciudadanos de San Salvador! De entre vosotros, mercaderes, escribientes y politiqueros, ha surgido el genial Toño Salazar, como en sórdido arenal una rara, estupenda flor... ¡Asombraos!”

Arturo Ambrogi le ayudó a conseguirse una beca para México. Y se fue, lejos, a vivir en hoteles de mala muerte, participando en las escandalosas tertulias de la bohemia. En la biografía sobre Porfirio Barba Jacob escrita por Fernando Vallejo, Salazar aparece en escena fumando hierba en el momento que llega, frenético, José Vasconcelos a reclamarle al colombiano los hirientes editoriales que dedicaba al presidente de México.

Aquellas cosas ocurrieron en 1920. Si la guerra interna ya nos parece lejana, 1920 es como otra galaxia. ¿Para qué recordarlo, pensarán los pragmáticos, si el país tiene cosas más urgentes?

En 1921 Salazar se embarca a Europa. En Holanda toma un tren rumbo a París. Expone en el Salón de La Araña, donde debuta Marc Chagall. Publica caricaturas de un montón de ilustres desconocidos: Stravinski, Blaise Cendrars, André Salmon y Kiki. Algunas de las mejores caricaturas de todos los tiempos salieron de su lápiz en esos días.

Su siguiente escala, en 1935,es Buenos Aires. Por ocho años, casi a diario, publica caricaturas políticas contra los generales, o generalísimos, es igual, Franco, Hitler, Mussolini y Perón. Como resultado, el marido de Santa Evita, y Santo Patrono de Cristina Fernández, lo expulsa de Argentina sin una mudada de ropa. Por un golpe de suerte, o mala suerte, eso nunca se sabe, Salazar ingresó al servicio diplomático del gobierno del coronel Óscar Osorio. La petición de su nombramiento la giró el ex comunista Julio Fausto Fernández y fue apoyada por Gabriela Mistral, compañera de tertulias en París.

Regresó a El Salvador en 1972, con Carmela, su mujer, después de 52 años de ausencia. Lo recordaban un puñado de poetas, músicos y locos. Uno de estos me llevó a su casa. Me encontré con un abuelo mundano y afectuoso que hablaba con toda naturalidad de sus amigos Pablo (Neruda), Miguel Ángel (Asturias) y Nicolás (Guillén)... Luego, sobrevino la pequeña gran guerra. Unos miraban sus muñequitos parisinos como los juguetes de un burgués alienado. Para otros, sus sátiras contra los generales resultaban terribles espejos para los jefes salvadoreños. Era un final odioso para un eterno disidente. Así comenzó su leyenda.

Aquejado por el mal de Parkinson, perturbado por la matanza y la vileza en que miraba sumergirse al país, murió el 31 de diciembre de 1986, hace 25 años, el más ilustre de nuestros desconocidos.

(Publicado en La Prensa Gráfica, 19 de enero de 2012)

Foto: Toño Salazar en París, por Henri Cartier-Bresson

Sinceramente confundida

María Tenorio

Esta campaña electoral me tiene confundida. Llena de mucha información poco relevante y carente de datos imprescindibles. Lo primero que no sé --y puede que yo sea la excepción-- es la fecha de las elecciones. Asumo que serán un domingo de marzo, como de costumbre, pero desconozco cuál de todos. Ni la radio, ni las vallas publicitarias, ni los periódicos virtuales (los tres medios por los que me informo) me han bombardeado con ese elemental dato. En este punto quiero hacer la salvedad de que la televisión y los periódicos no son medios que consulto a menudo.

La asimetría de información, sin duda, tiene que ver con los cambios que habrá en el próximo evento electoral: el voto por persona y no solo por partido político, y el voto residencial. Sobre este último he escuchado que no estará disponible para todos. En todo caso, es fácil saber si aplicará para usted o para mí: basta con consultar, DUI en mano, la página web del Tribunal Supremo Electoral.

En cuanto al voto por persona (o por foto para ser precisa), me preocupa el marcado de la papeleta; no en el caso de las alcaldías, sino en el de las diputaciones. La hoja que recibiremos para votar por los llamados “padres de la patria”, según he visto en el instructivo del TSE, será muy distinta a la que hemos usado en los comicios anteriores. No solo llevará las banderas de los partidos, sino también las fotos de los aspirantes. También incluirá candidatos no partidarios, lo cual constituye la mayor innovación de todas. Y además, para cada departamento la papeleta será distinta, pues los candidatos están circunscritos geográficamente: así, la papeleta que mi madre reciba en San Salvador será distinta a la que vea yo en Santa Tecla. Será, en ese sentido, un papel con sobreabundancia de información que habrá que manejar con cuidado para no anular el voto.

¿Sabía usted que no puede votar por dos ni por tres candidatos no partidarios para la Asamblea Legislativa? Si lo hace, anulará el voto, según he entendido del instructivo del TSE. ¿Por qué no votar por una “ensalada” de candidatos a diputados: un arenero, un efemelenista, un ganoso y un no partidario? Si se le ha ocurrido hacerlo, como a mí, producirá un voto nulo, según el instructivo del TSE. Y entonces, ¿cuál es el chiste de marcar fotos, de votar por individuos? La verdad, no termino de entender. Al final de cuentas, parece que uno terminará votando por un partido político o por ninguno.

Así lo ha interpretado el FMLN: su campaña publicitaria electoral pone el énfasis en el color de la bandera más que en la figura de cada candidato. Por el contrario, ARENA está transmitiendo otro mensaje, al destacar a cada aspirante por sobre el partido. Y en esta línea, sus publicistas le han apostado a la rima como mero recurso mnemotécnico formal, con escaso o nulo contenido, al anunciar a sus candidatos: uno de los mensajes más crípticos es el que reza “Las cosas como son. Vota Roberto d’Abuisson”. Luego tenemos otro que nos habla de cuidar el bolsillo votando por el grillo (un señor Barrientos al que apodan así) o el de Ana Vilma de Escobar que dice “Defiende tu voto. Marca la foto”.

Situándome el día de las elecciones me surge otro cuestionamiento: ¿y cómo se contarán los votos para diputados? Antes era fácil --y emocionante-- el conteo a boca de urna: este voto va para uno y aquel va para el otro. ¿Cómo será ahora con tanto cuadrito (foto o bandera) marcado en cada papeleta? Ojalá que quienes han diseñado este proceso lo tengan claro. Si es así, cuéntennos cómo irá la cosa.

Ilustración: Ex libris del doctor J. Lenze

miércoles, enero 04, 2012

Los picapiedras

















Miguel Huezo Mixco

La destrucción del mural del artista Fernando Llort, en la Catedral Metropolitana, derribó algo más que una pared decorada con cerámica. Los dibujos de Llort integran el patrimonio iconográfico del país con el espíritu de las bienaventuranzas. Hablan de un lugar pacífico, fraterno, lleno de luz. Describen un espacio donde se vive en armonía con la naturaleza. Son la imagen del “otro” país: el país soñado.

A algunos podrán no gustarles, pero todos coincidiremos en que constituyen un signo de identidad. Solo personas incapaces de captar esa relación profunda de la gente con esas imágenes pudieron decidir, celebrar y justificar semejante acto. Quizás sin mala voluntad, sino solo por torpeza e ignorancia.

El mural de catedral era el “códice” de la imaginería creada por Llort. Se elevaba justo en el lugar donde el país vivió momentos de enorme convulsión política y social. El título del mural no podía ser más explícito: “La armonía de mi pueblo”.

¿Tendrá la jerarquía católica el coraje para abandonar su disparatada idea de colocar en ese mismo lugar estatuas de mármol? ¿Serán humildes los obispos y repararán el destrozo, no con una misa cantada, sino erigiendo un nuevo mural?

El daño está hecho. La catedral ha perdido el único detalle de originalidad que poseía. El templo, inaugurado a finales de los años 90, como ha anotado Amparo Marroquín Parducci, es “un pastiche de estéticas” y el “reflejo de un país sin muchas claridades”. En ese edificio viven, en realidad, dos iglesias. La de “arriba”, coronada por una cúpula donde se distingue un grupo de indígenas emplumados, como sacados de una película de Hollywood. Y la de “abajo”, la de las catacumbas, que tiene como centro la devoción a Óscar Romero, enfundado en su sarcófago de templario.

La fachada, decorada por Llort, era como un gigantesco souvenir de La Palma. Cautivaba sobre todo a los visitantes extranjeros. Por allí he dejado dicho que el escritor Carlos Monsiváis, cuando vino a San Salvador, quedó impresionado por aquel diseño. “No hay nada igual en el mundo”, me dijo. Quizás le evocaba el alucinante templo de Santa María Tonantzintla, en Cholula, la iglesia más bella del planeta, poblada de ángeles indígenas, flores, frutas y plantas.

Un giganteso souvenir, sí, como los iconos que enorgullecen a los habitantes de numerosas ciudades del mundo, pero sin la pedantería de las estatuas y las torres. Un monumento hecho a la medida del país, ahora deshecho a golpes, como lo manda la tradición nacional.

El desaparecido mural no salió de la nada. La imaginería de La Palma nació del contacto de un grupo de artistas con los artesanos del norte del país. En los años 70, viajar hasta La Palma a respirar el olor a pintura y madera en el taller de Llort, o en el de Guillermo Huezo, era parte de una búsqueda de fraternidad y vida frugal. La utopía de estos artistas era, como lo escribió Fernando, “forjar una raza de guerreros de la belleza, de la creatividad, de la no-envidia, y del respeto a la sangre y la memoria”.

Aquel experimento, hecho con el corazón, surgido en medio de una época feroz, fue un éxito. La Palma, donde tuvo lugar el primer diálogo para poner fin a la guerra civil, se convirtió en el símbolo de la reconciliación. Donde hay salvadoreños existe alguno de esos dibujos coloricos que imitan los diseños de Llort. En ellos se funden la estética y la memoria. Ese vínculo es indestructible. Ahora lo saben los picapiedras: el mural de catedral era más que una pared cubierta de cerámica.

(Publicado en La Prensa Gráfica, 5 enero de 2012)

Imagen: Slinkachu
Little People – A tiny Street Art Collection