jueves, noviembre 28, 2013

Mejorar la escuela para cambiar el país


Miguel Huezo Mixco


En Perquín, Morazán, uno de los mayores campos de batalla de la guerra civil, se ha puesto en marcha un innovador proyecto educativo. El colegio Amún Shéa tiene como fin crear un nuevo tipo de liderazgo comunitario utilizando como palanca la educación. Después de seis años de silencioso trabajo sus resultados son prometedores.


El poblado, de unos 4 mil habitantes, está en el corazón del antiguo mundo lenca. En la lengua de los antiguos habitantes del nororiente salvadoreño, Amún Shéa significa “tierra de semilla”. El centro escolar es una iniciativa de la Fundación Perquín para el Fomento de Oportunidades Educativas (PEOF, por sus siglas en inglés), una entidad sin fines de lucro presidida por Ron Brenneman, un norteamericano que llegó al país en 1987 para trabajar por el retorno de millares de familias salvadoreñas que abandonaron sus lugares por causa del conflicto.


En su libro “Perquin musings. A gringo´s journey in  El Salvador” (2013) Brenneman relata que después de muchos años presenciando cómo los proyectos de desarrollo derramaban dinero sin conseguir mejoras sostenibles en la vida de las personas, llegó a la convicción de que la única manera de esquivar la trampa de la pobreza es invirtiendo en la educación de los niños y niñas. Se puso manos a la obra. El centro educativo, ubicado en un paraje montañoso es una realidad. Imparte clases hasta el octavo grado y no hay duda de que está creando una generación de niños con una iniciativa y empoderamiento asombrosos.

“Educar es importante pero no se trata de cualquier tipo de educación”, asegura Brenneman. Su filosofía se sustenta en tres ejes: provocar un cambio cultural que transforme las actitudes de los niños frente a sus limitaciones y les prepare para asumir responsabilidades en su comunidad; poner en marcha un proceso de enseñanza-aprendizaje relacionado con los problemas de desarrollo socioeconómico de la zona; y crear oportunidades de trabajo digno para reducir la fuga del capital humano calificado y superar el estancamiento socioeconómico.

El recientemente publicado Informe sobre Desarrollo Humano 2013, del PNUD, sostiene que los rezagos económicos y sociales del país tienen a la base un sistema educativo que viene arrastrando deficiencias desde hace 200 años, y hace un llamado urgente a convertir la educación en un pilar del bienestar de la sociedad. El documento sugiere que El Salvador obtendrá mejores frutos en materia de desarrollo cuando caiga en la cuenta de que las principales inversiones deben realizarse durante la infancia y la adolescencia, una etapa crucial para la potenciación de las capacidades y libertades de las personas.

Amún Shéa está poniendo a prueba esta afirmación del PNUD, implementando en las montañas de Morazán un “modelo” construido a partir de las necesidades de su contexto.

El pasado mes de octubre, con Everardo Rivera, director de la ESEN, asistimos a una serie de presentaciones sobre el uso de remesas en el norte del departamento, la medición de la precipitación pluvial de este año, la crianza de tilapias para autoabastecimiento y hasta una demostración sobre la aplicación de la sucesión de Fibonacci, realizadas por niños entre 6 y 14 años de edad.
Actualmente, la PEOF gestiona apoyo financiero de entidades o filántropos nacionales y extranjeros interesados en facilitar acceso al programa a más niños y niñas, y en cualificar lo hecho hasta ahora. Para El Salvador es decisivo invertir en educación de calidad en zonas tradicionalmente rezagadas de las políticas públicas. Para el PNUD la inversión del estado en este rubro debiera alcanzar el 6% del PIB. ¿Es mucho? Derek Bok, quien fue presidente de la Universidad de Harvard, dejó dicho: “Si crees que la educación es cara, prueba con la ignorancia”.

Foto: aula en el Centro Escolar "Amún Shea", Perquín

(Publicado en La Prensa Gráfica 28 de noviembre de 2013)


miércoles, noviembre 13, 2013

Cartas clandestinas


Miguel Huezo Mixco

Un manojo de 16 cartas escritas por Roque Dalton en la clandestinidad, desconocidas hasta ahora por el público y los estudiosos de su obra, arrojan luz sobre los últimos dos años de vida del poeta.

Quien da cuenta de este hallazgo es el escritor Horacio Castellanos Moya en un ensayo publicado el 4 de noviembre en Iowa Literaria, la revista web del programa de Escritura Creativa de la Universidad de Iowa. El descubrimiento ocurrió en el curso de una investigación que realizaba el escritor en los archivos de la familia Dalton.


“Era una carpeta muy delgada, sin ningún distintivo, título o marca”, escribe Castellanos. Un primer grupo de cartas, firmadas por Dalton con el sobrenombre de “Miguel”, estaban dirigidas a su ex esposa Aída Cañas, a su madre María García y a “Frank”, la nueva pareja sentimental de Aída. De acuerdo con las fechas, las misivas fueron escritas entre junio y octubre del año 1973, mientras Dalton permanecía oculto en algún  lugar de Cuba, recibiendo entrenamiento antes de viajar a El Salvador para unirse al Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).


Dalton había hecho creer a todo el mundo que se encontraba en Viet-Nam. Su compañera cubana de entonces, la actriz de teatro Miriam Lazcano, y su amigo, el novelista Julio Cortázar, entre otros, recibieron cartas de Dalton falsamente despachadas desde Hanoi. Aparte de sus camaradas involucrados en la jugada, quien sabía la verdad sobre su paradero era Aída, a quien Dalton encubre con el seudónimo de “Ana” en esta correspondencia.


El segundo grupo (trece, para ser exactos) contiene nueve cartas dirigidas a “Ana”; las restantes cuatro son respuestas de “Ana” a “Miguel”, y están fechadas entre diciembre de 1973 y enero de 1975, lapso que coincide con el periodo en el que Dalton permanecía clandestino en El Salvador.

Si hemos de creer en la veracidad de las fechas que Dalton puso a las cartas, este habría ingresado clandestinamente al país no el 24 de diciembre, como hasta ahora se ha sostenido, sino a principios de ese mes, como sostiene Castellanos Moya.

La correspondencia clandestina de Dalton lo revela, por un lado, como un fervoroso militante que miraba a sus compañeros de armas, entre ellos sus futuros homicidas, como personas con “solvencia moral”. “No son irresponsables y engañadores”, le escribe a “Ana”. Las cartas también dan cuenta de su interés en mantener el contacto con sus editores, faena en la cual Aída Cañas hacía las funciones de su asistente de confianza. Recordemos que ese periodo coincide con el proceso de publicación del poema-collage “Las historias prohibidas del Pulgarcito”, que vio la luz en 1974, en México.

Esta correspondencia clandestina lo muestra como un hombre preocupado por su familia y, de manera especial, por su madre, María García. Una parte importante de las cartas está dedicada a proveer instrucciones para que su madre (“mi señora”) realice sin tropiezos un viaje a Cuba para visitar a los hijos del poeta. Como anota Castellanos Moya, en cada una de las nueve cartas que le envió a “Ana”, está presente su madre.

Las indagaciones de Castellanos Moya revelan también un detalle poco conocido, su viaje a México, del que habla en una carta fechada el 29 de agosto. En la última, fechada el 5 de enero de 1975, cuatro meses antes de su asesinato, el viaje de su madre a La Habana se encuentra entre sus principales preocupaciones. No hay nada que indique que sus relaciones en el ERP estén pasando por un momento difícil. No sabe que sus días están contados.

Foto: María García y Roque

(Publicado en La Prensa Gráfica, 14 de noviembre de 2013)