Miguel Huezo Mixco
Un manojo de 16 cartas escritas por Roque Dalton en la clandestinidad,
desconocidas hasta ahora por el público y los estudiosos de su obra, arrojan
luz sobre los últimos dos años de vida del poeta.
Quien da cuenta de este hallazgo es el escritor Horacio Castellanos Moya
en un ensayo publicado el 4 de noviembre en Iowa Literaria, la revista web del
programa de Escritura Creativa de la Universidad de Iowa. El descubrimiento
ocurrió en el curso de una investigación que realizaba el escritor en los
archivos de la familia Dalton.
“Era una carpeta muy delgada, sin ningún distintivo, título o marca”,
escribe Castellanos. Un primer grupo de cartas, firmadas por Dalton con el
sobrenombre de “Miguel”, estaban dirigidas a su ex esposa Aída Cañas, a su
madre María García y a “Frank”, la nueva pareja sentimental de Aída. De acuerdo
con las fechas, las misivas fueron escritas entre junio y octubre del año 1973,
mientras Dalton permanecía oculto en algún lugar de Cuba, recibiendo
entrenamiento antes de viajar a El Salvador para unirse al Ejército
Revolucionario del Pueblo (ERP).
Dalton había hecho creer a todo el mundo que se encontraba en Viet-Nam.
Su compañera cubana de entonces, la actriz de teatro Miriam Lazcano, y su
amigo, el novelista Julio Cortázar, entre otros, recibieron cartas de Dalton
falsamente despachadas desde Hanoi. Aparte de sus camaradas involucrados en la
jugada, quien sabía la verdad sobre su paradero era Aída, a quien Dalton
encubre con el seudónimo de “Ana” en esta correspondencia.
El segundo grupo (trece, para ser exactos) contiene nueve cartas
dirigidas a “Ana”; las restantes cuatro son respuestas de “Ana” a “Miguel”, y
están fechadas entre diciembre de 1973 y enero de 1975, lapso que coincide con
el periodo en el que Dalton permanecía clandestino en El Salvador.
Si hemos de creer en la veracidad de las fechas que Dalton puso a las
cartas, este habría ingresado clandestinamente al país no el 24 de diciembre,
como hasta ahora se ha sostenido, sino a principios de ese mes, como sostiene
Castellanos Moya.
La correspondencia clandestina de Dalton lo revela, por un lado, como un
fervoroso militante que miraba a sus compañeros de armas, entre ellos sus
futuros homicidas, como personas con “solvencia moral”. “No son irresponsables
y engañadores”, le escribe a “Ana”. Las cartas también dan cuenta de su interés
en mantener el contacto con sus editores, faena en la cual Aída Cañas hacía las
funciones de su asistente de confianza. Recordemos que ese periodo coincide con
el proceso de publicación del poema-collage “Las historias prohibidas del
Pulgarcito”, que vio la luz en 1974, en México.
Esta correspondencia clandestina lo muestra como un hombre preocupado
por su familia y, de manera especial, por su madre, María García. Una parte
importante de las cartas está dedicada a proveer instrucciones para que su
madre (“mi señora”) realice sin tropiezos un viaje a Cuba para visitar a los
hijos del poeta. Como anota Castellanos Moya, en cada una de las nueve cartas
que le envió a “Ana”, está presente su madre.
Las indagaciones de Castellanos Moya revelan también un detalle poco
conocido, su viaje a México, del que habla en una carta fechada el 29 de
agosto. En la última, fechada el 5 de enero de 1975, cuatro meses antes de su
asesinato, el viaje de su madre a La Habana se encuentra entre sus principales
preocupaciones. No hay nada que indique que sus relaciones en el ERP estén
pasando por un momento difícil. No sabe que sus días están contados.
Foto: María García y Roque
(Publicado en La Prensa Gráfica, 14 de noviembre de 2013)
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