miércoles, abril 28, 2010

"El arriero"

María Tenorio

"Yo lo que no sirvo es pa' pobre", dice Ancízar López, con una sintaxis que reconozco como típicamente colombiana. La aspiración de este joven negro es hacer dinero rápido para casarse con Virginia, una chica blanca con medios económicos y con una madre mafiosa y amenazadora. La entrada del protagonista en el negocio de "exportación" de cocaína plantea el nudo de la película El arriero, producción colombiano-española del 2009 dirigida por Guillermo Calle, que se exhibió en salas de cine del país recientemente.

Si bien esta es una película sobre el tráfico de drogas, no se centra en la violencia ni en complicadas conspiraciones que, a decir verdad, no son temas de mi predilección. En los 93 minutos que dura El arriero encontré una historia simpática y bien contada, del estilo de una comedia picaresca, con un protagonista que vive con una dosis de humor y otra de pragmatismo. Ancízar es un arriero disciplinado que no consume lo que vende y a quien nunca se le muere una mula.

Por cierto, dos vocablos propios del narcotráfico colombiano que recoge este filme son arriero y mula. El primero es quien diseña, supervisa y coordina el transporte de la coca, vía mulas, desde su lugar de origen hasta su destino. Mula es, por su parte, el medio de transporte de la droga: la persona que traga la coca en cápsulas de látex en el país exportador y luego la defeca en el lugar de destino.

A nuestro arriero, interpretado por el actor de trayectoria Julián Díaz, le toca hacer "casting" en lugares públicos de Barranquilla para seleccionar a sus mulas. En labores de reclutamiento conoce a Lucía (María Cecilia Sánchez), con quien se involucra sentimental, o mejor dicho, sexualmente, estando ya casado con Virginia (Paula Castaño). Ese doble juego le traerá a Ancízar no pocas complicaciones que darán sentido a esta historia transatlántica, que se desarrolla en las ciudades colombianas de Barranquilla y Bogotá y en la española Madrid.

Esta cinta, basada en la novela El rebusque mayor de Alfredo Molano, bien podría formar un díptico con María llena eres de gracia (2004), drama colombo-estadounidense, de tono más bien trágico, sobre una joven embarazada que se convierte en mula para emigrar de su país. En esta película, dirigida por Joshua Marston, me impactaron mucho las escenas sobre el entrenamiento de las mulas tragando uvas sin masticarlas y el proceso de preparación e ingestión de cápsulas de cocaína. En El arriero se presentan secuencias semejantes, mucho más esquemáticas, que me evocaron inevitablemente las de María.

Para cerrar, una reflexión en salvadoreño. Cuando veo una película latinoamericana de buen nivel, como El arriero, pienso en lo que se requiere para hacer cine de calidad en este país. A diferencia nuestra, el cine colombiano es una industria establecida que cuenta, entre otras cosas, con colectivos profesionales de trayectoria. En esta cinta, por ejemplo, los actores principales han sido educados en escuelas de artes escénicas y tienen experiencia laboral en teatro, televisión y cine. Esto no se forma de un día para otro. En El Salvador es necesario ir construyendo todo este acervo si queremos un cine que nos dé imágenes propias, dignas y disfrutables.

Enlaces:
"Mi objetivo era hacer una película divertida y taquillera", entrevista con el director Guillermo Calle

Los rieles

Miguel Huezo Mixco

Ha comenzado la temporada 2010 del teatro Luis Poma. Todos lo que tenemos cierta edad recordamos con un aire nostálgico el "boom" del teatro salvadoreño de los años 70. Roberto Salomón, director del Poma, es uno de los últimos especímenes de aquella tropa. Un verdadero sobreviviente, como Fernando Umaña. Ellos dos han seguido dirigiendo a nuevas generaciones de actores y actrices. Son dos tipos exigentes que se han esmerado en ofrecernos un teatro de calidad. Valen oro.

Los resultados de su trabajo podrán apreciarse de nuevo en algunas puestas en escena que está ofreciendo el teatro Poma para esta temporada. Por ejemplo, la escuela de Fernando Umaña estuvo presente en "Los rieles", obra escrita y dirigida por Enrique Valencia. Este joven ha participado en varias obras dirigidas por Umaña, entre ellas "El médico a Palos", una comedia-farsa de Moliere, que tuve la suerte de presenciar en 2004. "Los rieles" permaneció en cartelera del 15 al 25 de abril recién pasados. Es una producción de las agrupaciones Acento Escénica y La Bocha Teatro.

Valencia, como todos los menores de 50 años que hacen teatro en este país, no ha tenido una escuela de formación sistemática. Esa posibilidad desapareció en los terribles años 80, tras el cierre, por mano militar, del Bachillerato en Artes; después de eso no ha habido manera para que se funde otra escuela de arte dramático. Todo el elenco de "Los rieles" se ha formado directamente sobre las tablas gracias a programas independientes, como el Teatro Estudio de San Salvador.

La falta de una escuela teatral no ha impedido la aparición de nuevos dramaturgos, como Jorgelina Cerritos. Dos trabajos de Cerritos, ganadora del Premio Casa de las Américas 2010 en la rama de teatro, serán puestas en escena en esta temporada. En el teatro salvadoreño del siglo XXI están pasando cosas importantes. El teatro sigue dando de qué hablar. El Festival Centroamericano "Sin fronteras" llegó este año a su decimosexta edición, y la presente temporada en el Poma constará de 16 eventos (12 producciones nacionales y 4 extranjeras).

"Los rieles", la tercera presentación de la temporada 2010, me despertó reacciones contradictorias. En algunos tramos me sentí atraído por el lenguaje lírico con que está escrita. Pero los lugares comunes en los que el autor incurre me terminaron aburriendo. El clima de zozobra que impera en la puesta en escena me resultó dolorosamente familiar. Pensé que la guerra que vivimos el siglo pasado tiene en esta obra un resultado estético significativo. Pero sentí insatisfacción por el tono tremebundo que domina casi toda la obra, a lo que mucho ayuda un fragmento de una música patética que se repite hasta el cansancio.

Disfruté mucho, en cambio, con la secuencia del entierro de Pepe Rodríguez. Imaginativa, lúdica y con mucha plasticidad. Ese fragmento de la obra me convenció del potencial de ese elenco integrado por Oscar Guardado, Viktorio Godoy, Omar Renderos y las actrices Alejandra Nolasco y Dinora Alfaro. Ellas, de lejos, me parecieron las mejores de la función.

El entierro de Pepe también me hizo pensar que Valencia tiene talento como dramaturgo y director. Pero que, sin embargo, la combinación autor/director requiere de un talento adicional que Valencia quizás todavía no posee, pero al que accederá trabajando duro en eso que parece ser su genuina vocación: las tablas. A falta de mejores argumentos diré que el director Valencia debió haber desplumado un poco más al autor Valencia.

(Publicado en La Prensa Gráfica, 29 abril 2010)

Foto de Carlos Hurtado

miércoles, abril 14, 2010

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El gallo tapado


Miguel Huezo Mixco

¿Por qué jodemos tanto a los jóvenes? Todos los días alguno de esos sabios de pacotilla escribe o dice algo tonto sobre los jóvenes. Yo digo: la violencia juvenil también es expresión de un largo proceso de aprendizaje social. Si dejamos en libertad a los verdugos, si a la ausencia de principios le llamamos pragmatismo y propusimos como modelos a personajes homicidas y sectarios, ¿qué esperábamos?

Por eso me gustan las letras de Pescozada, como aquella que dice: "mira mi vida consumida/ una película suicida/ qué es lo que quieres papá/ nadie ya me da mentiras/ me crié solo/ mi comida está podrida/ pero mi fe no esta vencida". Sus letras tenaces y combativas, así como el ritmo hip hop de sus arreglos, me parecen una verdadera expresión de libertad. Son parte de la nueva poesía de nuestros días.

Los poetas del nuevo milenio están surgiendo por todas partes. Como perros mojados, unos, se sacuden el agua moviendo alegremente el rabo, salpicándolo todo. Otros, como los chumpes, se hinchan y exhiben sus plumas como biliosos generales. Estos también son actos que provienen de la experiencia.

Voy al punto. En El Salvador no hay muchos estímulos a la creatividad literaria de los más jóvenes. Las universidades, que en el pasado crearon premios de poesía o narrativa, ahora están mirando en otra dirección. Los Juegos Florales de las Casas de la Cultura han perdido alguna credibilidad. En medio de ese páramo apareció, en 2009, el certamen "Gallo tapado", auspiciado por el Centro Cultural de España en El Salvador (CCESV).

"Gallo tapado", como lo indica su nombre, quiere revelar las mejores cartas de la literatura joven de nuestros días. La madre de esta idea es Elena Salamanca, escritora y periodista a quien le sigo la pista desde 2004, cuando fui jurado del premio de novela al que convocó --por una sola vez en El Salvador-- la editorial Alfaguara. En ese momento Elena tenía poco más de 20 años y estuvo entre los finalistas de aquella justa.

No soy muy bueno para adular, pero creo que Elena es uno de los mejores "gallos tapados" de nuestras letras. Además creo que es una persona a quien se le puede pedir más (que corrija, que cepille sus textos) sin que se ofenda.

Su trayectoria es muy diversa. Fue periodista en La Prensa Gráfica. Paradójicamente, su primer libro de relatos, "Último viernes" (2008), pasó desapercibido para sus propios colegas. El año pasado ganó una beca para creadores iberoamericanos, que la llevó a Veracruz, México, donde tuvo como tutor ni más ni menos que al poeta José Luis Rivas, traductor al español de Derek Walcott. Este 2010 ha sido incluida en el libro "Una madrugada del siglo XXI", que reúne a 34 poetas salvadoreños menores de treinta años.

Elena Salamanca también cultiva algunos de los géneros literarios propios de las publicaciones digitales en los que, contra lo que pueda pensarse, no todo es improvisación y ligereza, sino también creatividad y chispa. En su blog "Las güeltas", muy leído y comentado entre los jóvenes literatos del país, ella intenta, todos los días, con desenfado, otorgarle novedad a los hechos banales de la vida cotidiana.

Como Elena, hay muchos otros artistas jóvenes que todavía reciben poco reconocimiento. El certamen "Gallo tapado", que muestra su faceta de promotora, ya ha dado sus primeros frutos. En 2009, el jurado, integrado por Carmen González Huguet, Ricardo Lindo y el español Daniel Rodríguez Molla, premió a Manuel Javier Ramírez y José Ernesto Bautista. El CCSEV publicó los libros ganadores y los distribuyó gratuitamente. Hace unos días se convocó a la edición correspondiente a 2010. Estaremos pendientes de sus resultados.

(Publicado en La Prensa Gráfica, 15 de abril de 2010)

Ilustración: Jean Léon Gérôme

El Hercóbulus

María Tenorio

Roberto, le preguntó mi hermana, y ¿usted sabe qué es el Hercóbulus? Aquella inocente cuestión desató en nuestro amigo una disertación que duró el almuerzo y prolongó la sobremesa de los Tenorio más allá del café. Lo que les cuento ocurrió hace más de 20 años, cuando "las niñas" éramos adolescentes y los tres adultos de la mesa --mis padres y el invitado-- no alcanzaban aún los 50.

Todos recordamos con cariño y humor el episodio que nos privó de la siesta y nos mantuvo codo en mesa, escuchando a Roberto Mora, que no leerá este texto pues pasó a mejor vida en 1995. Dónde habrá oído mi hermana mentar al tal Hercóbolus es cosa que desconozco hasta el día de hoy. También confieso que poco aprendí esa tarde sobre el planeta amenazante que se acerca a la Tierra y que, según Internet, también se llama Hercólubus (con las últimas sílabas invertidas).

Sin embargo, en la familia quedó acuñado el término para referirse a los excesos verbales de una persona, en plan obsesivo-compulsivo, sin consideración alguna por su audiencia. La práctica hercobuliana está relacionada con la de "no prestar la guitarra", aunque se refiere a un monólogo compuesto por variaciones alrededor de un mismo tema. El hercóbulus, pues, tiene que ver con fijaciones que se convierten en verbo al activar alguna tecla en el hablante.

Les doy un ejemplo reciente. Hace algunas semanas mi amigo Alfredo animó el lanzamiento de un hercóbolus en el renta video que frecuento. La cortesía de preguntar cómo andaba el negocio del alquiler de películas hizo que el dueño se soltara a hablar sobre la piratería, el irrespeto a las marcas, las importaciones de China, la protección a la industria nacional, la caída en las ventas de espacios publicitarios en la radio y la televisión, etc.

Por educación me quedé escuchando un rato (más de lo que hubiera querido), mientras Alfredo se iba apartando hacia los pasillos en busca de distracción, pues ya habíamos elegido los DVD que llevaríamos esa tarde. No obstante, en un momento dado, la consideración hacia nosotros mismos hizo que nos despidiéramos y abandonáramos el local dejando al hablante con ganas de seguir hercobuleando.

Los hercóbulus, por extensión, también pueden producirse en la escritura. Pienso, por ejemplo, en esos comentarios estampados en noticias virtuales o entradas de blogs que exceden, con mucho, la extensión del texto original. La mayoría de las veces se trata de escritos sin edición, con rasgos de oralidad, que se vuelven ineficaces por su extensión, su falta de estructura y su descuido. Es decir, sus lectores difícilmente llegan a la última línea porque se cansan. Si ustedes son curiosos y han llegado hasta aquí en mi propio hercóbulus, entren en Contrapunto u otro medio que acepte comentarios y encontrarán más de algún ejemplo. Talpajocote tiene, a mucha honra, algunas muestras.

Ilustración: Helios en su carro solar, de Hans Adam Weissenkircher (Universalmuseum Joanneum, Graz, Austria)

sábado, abril 03, 2010

Don Ramón en San Salvador

María Tenorio

La campaña de don Ramón está pegando. Aunque no tengo claro exactamente de qué se trata, desde hace algunas semanas me encuentro con su imagen en más sitios. Hace unos días, una joven en un carwash llevaba una camiseta con la misma figura que he visto pintada en la Panamericana y en Los Próceres. También leí una nota de La Prensa Gráfica que registraba el fenómeno del movimiento ciudadano donramonesco. Su página de Facebook tiene, ahora que escribo, 9,822 seguidores.

Hartazgo de la inseguridad ciudadana: en esa frase resumiría lo que he entendido sobre la presencia de don Ramón en San Salvador. No sé quiénes están detrás ni como creativos ni como patrocinadores, aunque hoy que visité su website no pude evitar relacionarlo con aquel "U2 vení" que también innundó las calles de esta ciudad capital. Además me evoca el eslógan "Yo exijo vivir sin miedo" que lanzó hace unas semanas la Cámara de Comercio e Industria de El Salvador y cuyo sitio en FB tiene 3,757 miembros.

Ahora bien, parte del pegue de la campaña es la generación de anticuerpos: la salvadoreñización del personaje mexicano tiene opositores. Un grupo de FB se opone al empleo de esa figura porque no es de aquí. ¿Por qué no usar un personaje salvadoreño, habiendo tantos?, razona con pésima ortografía ese colectivo que ha unido a 220 feisbuqueanos. Otros, siempre en FB, rechazan a Rondamón por su personalidad poco edificante: en la serie televisiva era haragán y le encantaba vivir de choto.

Por más globalizados que estemos, seguimos leyendo los fenómenos culturales en clave nacional. A propósito de ello quiero comentar dos cosas: la primera, el uso de un personaje mexicano para una campaña salvadoreña; y la segunda, relacionada con la anterior, nuestra limitada producción de símbolos culturales, explicable, en parte, por el pequeño tamaño del mercado nacional.

En cuanto a lo primero, nos hemos apropiado de prácticas y símbolos mexicanos incluso desde antes de crear los nuestros, de manera que esa tradición es parte de ser salvadoreños. Los mariachis, Thalía, los tacos, las telenovelas, José José, los Polivoces, Timbiriche y el mismo Chavo del 8 son parte de la cultura salvadoreña. Consumimos, disfrutamos y nos identificamos con esas producciones culturales.

Ahora bien, cuando hacemos propio algún contenido y lo insertamos en nuevos contextos, le imprimimos nuevos significados. Creamos algo nuevo a partir de lo ya hecho. Un ejemplo notable de ese principio creativo es el Movimiento Antropófago, surgido en Brasil en los años veinte, que propugnaba el devoramiento crítico de la producción cultural occidental desde una perspectiva rebelde. Pero para producir símbolos y prácticas nuevas a partir de lo foráneo o de lo viejo, hay que tener ciertas condiciones materiales. Con eso sigo.

En relación con el segundo punto, la escasa producción de símbolos identitarios "made in El Salvador" se explicaría, al menos parcialmente, por las limitadas condiciones materiales de la infraestructura cultural. Me refiero, por ejemplo, a los escasos espacios para educarse en producción cultural, para exponer y distribuir cultura; además, las generalmente exiguas remuneraciones de los trabajadores de la cultura. Tiendo a pensar que el meollo del asunto es el pequeño tamaño del mercado nacional que vuelve muy cara la producción. Es más barato importar series de televisión gringas, mexicanas, colombianas o brasileñas que hacerlas aquí. Lo mismo ocurre con los libros y el cine.

Volviendo a don Ramón, ¿hay algún personaje salvadoreño, massmediático, urbano y "encachimbado" semejante al mexicano, adecuado para una campaña ciudadana contra la violencia? Pues no se me ocurre ninguno. La Tenchis Céliber es urbana, pero bastante campechana. Podría resignificarse como quejosa, estoy segura, pero me late que esta sociedad es muy machista para un símbolo travestido. Por otra parte, Aniceto Porsisoca y el Cipitío vienen del mundo campesino y, en ese sentido, no llenan los requisitos para la campaña. Piensen ustedes en otros y, si quieren, me comentan.

Foto: Grafiti en Oaxaca, México, por Protonanito (Flickr)