María Tenorio
Roberto, le preguntó mi hermana, y ¿usted sabe qué es el Hercóbulus? Aquella inocente cuestión desató en nuestro amigo una disertación que duró el almuerzo y prolongó la sobremesa de los Tenorio más allá del café. Lo que les cuento ocurrió hace más de 20 años, cuando "las niñas" éramos adolescentes y los tres adultos de la mesa --mis padres y el invitado-- no alcanzaban aún los 50.
Todos recordamos con cariño y humor el episodio que nos privó de la siesta y nos mantuvo codo en mesa, escuchando a Roberto Mora, que no leerá este texto pues pasó a mejor vida en 1995. Dónde habrá oído mi hermana mentar al tal Hercóbolus es cosa que desconozco hasta el día de hoy. También confieso que poco aprendí esa tarde sobre el planeta amenazante que se acerca a la Tierra y que, según Internet, también se llama Hercólubus (con las últimas sílabas invertidas).
Sin embargo, en la familia quedó acuñado el término para referirse a los excesos verbales de una persona, en plan obsesivo-compulsivo, sin consideración alguna por su audiencia. La práctica hercobuliana está relacionada con la de "no prestar la guitarra", aunque se refiere a un monólogo compuesto por variaciones alrededor de un mismo tema. El hercóbulus, pues, tiene que ver con fijaciones que se convierten en verbo al activar alguna tecla en el hablante.
Les doy un ejemplo reciente. Hace algunas semanas mi amigo Alfredo animó el lanzamiento de un hercóbolus en el renta video que frecuento. La cortesía de preguntar cómo andaba el negocio del alquiler de películas hizo que el dueño se soltara a hablar sobre la piratería, el irrespeto a las marcas, las importaciones de China, la protección a la industria nacional, la caída en las ventas de espacios publicitarios en la radio y la televisión, etc.
Por educación me quedé escuchando un rato (más de lo que hubiera querido), mientras Alfredo se iba apartando hacia los pasillos en busca de distracción, pues ya habíamos elegido los DVD que llevaríamos esa tarde. No obstante, en un momento dado, la consideración hacia nosotros mismos hizo que nos despidiéramos y abandonáramos el local dejando al hablante con ganas de seguir hercobuleando.
Los hercóbulus, por extensión, también pueden producirse en la escritura. Pienso, por ejemplo, en esos comentarios estampados en noticias virtuales o entradas de blogs que exceden, con mucho, la extensión del texto original. La mayoría de las veces se trata de escritos sin edición, con rasgos de oralidad, que se vuelven ineficaces por su extensión, su falta de estructura y su descuido. Es decir, sus lectores difícilmente llegan a la última línea porque se cansan. Si ustedes son curiosos y han llegado hasta aquí en mi propio hercóbulus, entren en Contrapunto u otro medio que acepte comentarios y encontrarán más de algún ejemplo. Talpajocote tiene, a mucha honra, algunas muestras.
Ilustración: Helios en su carro solar, de Hans Adam Weissenkircher (Universalmuseum Joanneum, Graz, Austria)
Había escuchado sobre este planeta a una persona de Nueva Acropolis, quien también disertó largo rato. Pienso que todos tenemos facetas hercobulianas y además somos una cultura con una gran discapacidad: no sabemos escuchar. Continuará....jajajajaja
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