miércoles, abril 25, 2012

Más muletillas salvadoreñas (y segunda parte)

María Tenorio ¿Será que podemos vivir sin muletillas? Imagínese usted a alguien que hable con tanta propiedad que jamás las emplee. Esa persona será excepcional. Si se tratara de un salvadoreño, no usaría “fijate” para introducirse en la conversación, tampoco diría “vaya, pues” para mostrar acuerdo y, mucho menos, intercalaría un “o sea” en medio de su perorata. Muletillas, recordemos, son esas expresiones que a fuerza de repetirse se vacían de significado, y marcan nuestra identidad o pertenencia a un grupo social. Con seguridad usted ha escuchado --y criticado-- las muletillas de otros, aunque no se ha percatado de las suyas propias. Suele ocurrirnos a todos.

En la primera entrega de este artículo comenté sobre dos tipos de muletillas: las que sirven para asentir o cerrar una conversación (“vaya pues”, “okey”, “chivo”) y las que llaman la atención de quien escucha (“fijate”, “mirá”, “callate”, “imaginate”, “bueno”). En esta entrega aludiré a las que nos sirven para aderezar sustantivos o adjetivos, para ganar tiempo y pensar en lo que queremos decir, para sacar más información a nuestro interlocutor y, por último, para buscar la complicidad de quien escucha. 

Para aderezar la palabra

“Lo que es”: expresión vacía de significado que pretende aderezar el sustantivo que acompaña con cierto sabor “técnico”. De tanto repetirse, se ha convertido en una muletilla odiosa. Es, además, perfectamente prescindible. El columnista Joaquín Samayoa aconsejó, hace algunos años, en La Prensa Gráfica: “suprima ‘lo que es’ y ‘lo que son’ antes de los sustantivos y verá que la comunicación es igualmente clara, pero mucho más fluida y agradable.” Esta muletilla ha permeado en sectores educados no solo de El Salvador, sino también de otros países hispanohablantes. Así, se la escucha en boca de médicos, sicólogos, economistas y todo tipo de profesionales. Es muy frecuente en empleados que ofrecen servicios (bancarios, turísticos, etc.) por teléfono. Ejemplos: “Ella acaba de manifestar lo que son síntomas de una cardiopatía”; “Quiero ofrecerle lo que es una tarjeta de crédito que incluye lo que es un seguro de vida y además carece de lo que es un pago mínimo”.

“Como (muy)”: se convierte en muletilla cuando se usa reiteradamente antes de un adjetivo para suavizarlo o para no comprometerse con su significado. Como explica Miguel Ángel Mendo en su blog sobre muletillas: “Por una parte facilita y promueve la inexactitud y la pereza al expresarse (‘era como azul’), por otro suaviza y ablanda lo que se dice, emborrona los contornos, puesto que acaba por no definir nada de manera clara y tajante (‘era como muy estúpido’).” Ejemplo: “Lo vi como triste y por eso no quise molestarlo”. Para ganar tiempo

“O sea”: se intercala en el enunciado como recurso para ganar tiempo mientras se piensa qué se quiere decir. En tanto sirve para diferir el habla, transmite un sentido de suspensión del discurso. Algunas personas la emplean de forma tan repetitiva que, además de cansar a sus interlocutores, se ganan el apelativo de “oseas”. Ejemplo: “Es que, o sea, vos, no sé cómo explicarte lo que pasó... o sea que estuvo bien feo”.
“Cómo se llama”: típica muletilla dilatoria que pareciera apelar a los conocimientos del interlocutor para completar la idea. Revela falta de concentración o pérdida de memoria. Su reiteración resulta exasperante para quien escucha. Ejemplo: “Fuimos al pueblo aquel, cómo se llama... Ataco, y visitamos a la cuñada de Juan, cómo se llama”. 

Para avanzar 

“Pues si”: se emplea cuando queremos sacarle más información a quien nos está contando algo o cuando la conversación llega a punto muerto. Sirve, por ende, para animar al interlocutor o como mero relleno en la plática. Ejemplos: “Pues si, seguime contando lo que te pasó en el viaje”; “--Eso fue todo. --Pues si. --Pues si, va.” Matías Romero, en su Diccionario de salvadoreñismos, incluye la expresión “pues si es que” como típica para iniciar un relato. Salarrué, famoso contador de cuentos, lo empleó de forma contraída en sus Cuentos de cipotes: “Puesiesque Chepete la conoció cuando iba al colegio con una criada sapurruca”. 

Para buscar la complicidad de quien escucha

“Veá” (verdá): se emplea luego de afirmar algo para buscar la aprobación o la complicidad de quien escucha. Su expresión oral va desde el “verdá” pronunciado sin la “d” final hasta el “va”, que se come varios sonidos intermedios. Denota inseguridad al hablar. Ejemplo: “¿Le ha parecido interesante este texto, veá?
Ilustración: "Kumafamily", de Pilipo.

El poeta en una república enferma























Miguel Huezo Mixco

Se publica Fragmentos del azar (Colección Revuelta, 2012). Este nuevo libro nos hace volver a escuchar el aliento profético de Alfonso Kijadurías, uno de los mayores poetas centroamericanos vivos. Su anterior publicación en poesía, “Certeza de la duda” (DPI, 2005) ocurrió hace siete años.

Entre tanto, algunos de sus poemas han sido recogidos en las antologías Pájaro relojero (Galaxia Gutemberg, 2009) y Puertas abiertas (FCE, 2011). Genuina ave migratoria, la vida de Kijadurías ha transcurrido por diversas estaciones de paso. La más reciente de ellas es Vancouver, en la costa pacífica de Canadá, una de las ciudades del mundo con mejor calidad de vida que, sin embargo, no consigue retenerlo.

En aquel lugar frío vive como un asilado. Cada dos años, como promedio, vuelve a su casa en Valle del señor, Quezaltepeque, y a este país tan extrañado como extraño. “Regresas, excepto la maldad todo ha cambiado...”, ha escrito.

El libro reúne poco más de medio centenar de poemas que originalmente forman parte de un volumen más extenso y todavía desconocido titulado Todo el rumor del mundo, cuya parte final, El reino incalculable, recién ha terminado de escribir en Vancouver. Aunque en 2009 Kijadurías se hizo acreedor al Premio Nacional de Cultura, el suceso no fue acompañado de un programa editorial que reuniera y pusiera a disposición del público la obra del poeta. Una misión que debió acometer la cada editora nacional, la Dirección de Publicaciones e Impresos. Nunca es tarde.

Pese a los tiempos agrios que nos toca vivir la producción de poesía no cesa. Si se revisa la producción de libros de poesía durante la última administración presidencial es fácil concluir que, hasta 2011, para poder ser publicado en la DPI hace falta ser empleado de la Secretaría de Cultura. La labor de recolectar el trabajo de autores emergentes lo están haciendo EquiZZero, Cabuda Cartonera o La Chifurnia.

Kijadurías goza de un don escaso y apetecido: un pequeño círculo de lectores que siempre recibe su obra con admiración. Es, en el sentido estricto de la palabra, un “poeta de culto”, muy respetado en su país. Un país, por cierto, desdeñoso con sus poetas, “una república enferma, mísera, mudable”, agregaré, remedando a Cicerón. Pero para el resto del mundo, aquella voz extraordinaria donde se dan cita la realidad, el sueño y la profecía, acaso ni existe.

Nuestro poeta es un aventurero de regiones interiores. No se da demasiada importancia personal. No participa en torneos de inteligencia. No roba foco. Ni pretende despejar dudas en sus interlocutores. Digamos que nunca intenta levitar en público. Sus poemas son el espejo de un sentimiento de admiración por el hecho mismo de la vida, y el terreno resbaladizo donde libra una batalla para desprenderse del ego que lo atenaza con una realidad que es apenas una descripción, una forma de lenguaje y de moral.

Ahora se dispone a ir al encuentro de esa amante implacable que prepara paciente su abrazo letal.

"¿Dónde será? 
 ¿En la casa aquella vieja y solariega o en la cantina 
donde llegan a liar sus negocios los vendedores de ganado?
¿O en un hotel donde los viejos conspiran contra el tiempo hablando del pasado?
¿O será en la librería mientras ojeas un cuerpo hermoso?”

Quizás no siempre se percibe que con su poesía Kijadurías ha ayudado a preparar el espíritu de esta comarca, ahora castigada por la violencia y la estupidez, para que pase a una edad de mayor originalidad y dignidad. Tal vez éste sea el destino que le está reservado y que él mismo ignora.

Imagen: portada de Fragmentos del azar, por Francoise Devaud-Beséme

(Publicado en La Prensa Gráfica, 26 de abril de 2012)

viernes, abril 13, 2012

Muletillas salvadoreñas (primera parte)

María Tenorio

Me veo repitiendo, ante mis alumnos de redacción, que expulsen las muletillas de sus escritos. Afean la prosa y, como dice Daniel Cassany, “aportan nulo o poco significado, recargan la sintaxis y terminan convirtiéndose en tics repetitivos”. ¿De qué sirve escribir “el hecho de que”, “en cualquier caso”, “a raíz de que”, “de alguna manera”, “en función de”, “personalmente”? Pues no sirve de (casi) nada. Saquen de su texto esas expresiones y ganará en claridad y sencillez.

Sin embargo, independientemente de que embellezcan o afeen, las muletillas cumplen una función en nuestra expresión oral: le dan cierto carácter a nuestra habla mientras que, a los hablantes, nos otorgan sentido de pertenencia a un grupo social. Si nos escuchamos con atención, la reiteración de determinadas expresiones --como “vaya pues” o “fijate”-- nos diferencia, a los salvadoreños, de otros. Nuestra identidad se alimenta, entre otros factores, de la manera como hablamos el español y las muletillas son una marca propia de nuestra variedad dialectal.

Las muletillas no son exclusivas de El Salvador. Son un rasgo más de las identidades nacionales o regionales, que se suman a la comida típica, los símbolos identitarios, las artesanías y, en general, a la producción cultural asumida como propia. Ejemplos de muletillas de otros países son: de México, “órale” y “chido”; de España, “venga, vamos” y “vale”; de Chile, “cachái” y “weón”.

¿Qué muletillas son características del habla de los salvadoreños? Quiero proponer, a manera de una lista inicial e incompleta, algunas muletillas que, de tan usadas, son parte de nuestra identidad.

Para asentir o cerrar una conversación

“Va(ya) pues”: es una forma de asentir o de dar por finalizada una conversación, equivalente muchas veces al “okey”. Aunque para nosotros está totalmente desprovista del significado de “ir”, a los extranjeros les resulta gracioso que, a cada momento, les estemos indicando que se dirijan a algún sitio. Hace algún tiempo escribí sobre esta expresión, aquí les dejo el enlace. Ejemplo: -- “--Nos vemos mañana. --Va, pues.”

“Okey”: tomada de nuestra segunda lengua nacional, el inglés, se usa para decir que estamos de acuerdo con lo dicho o para pedirle a nuestro interlocutor que ya no insista, que hemos entendido. Ejemplo: “--No te olvidés de recoger al niño a las 4 de la tarde. --Okey, okey.”

“Chivo”: este adjetivo se convierte en muletilla cuando lo empleamos para asentir o expresar nuestro acuerdo con lo dicho. Ejemplo: “--¿Tomamos café el viernes en la tarde?” --Chivo.”

Para llamar la atención de quien escucha

“Fijate” (“fíjese”): sirve para introducir nuestra palabra --chisme, noticia o comentario-- en una conversación; para llamar la atención del interlocutor sobre lo que vamos a decir. Algunos extranjeros notan que empleamos el fijate cuando referiremos algo que no salió como esperábamos. No es exclusiva de nuestro país, como consta en el blog del muletólogo español Miguel Ángel Mendo.Ejemplo: “Fijate que la Meches tuvo un accidente.”

“Mirá” (“mire”): sirve para llamar la atención de quien nos escucha. Lo decimos tanto si el interlocutor nos mira como si no lo hace (es decir, lo usamos también por teléfono). No es exclusiva de los salvadoreños (también está reseñada en el citado blog), pero nosotros la empleamos con mucha frecuencia. Ejemplo: “Mirá, y ¿qué te dijo tu mamá sobre la fiesta de la otra noche?”

“Callate” (“cállese”): se usa para introducir un comentario de cariz negativo o lamentable; también para responder con información no esperada. Esta muletilla es una llamada a la complicidad y, en contra de su apariencia, no es nada pesada. Está incluida en el mencionado blog como una muletilla hispana. Ejemplo: “Callate, niña, ¿has visto qué terrible lo que pasó la otra noche?”

“Imaginate” (“imagínese”): introduce, o cierra, un relato extraordinario o que intenta serlo. Es decir, sirve para enfatizar que diremos (o hemos dicho) algo fuera de lo común. También aparece en el blog de Mendo, por lo cual no es solo salvadoreña. Ejemplo: “Imaginate que Luis y su novia acaban de cortar.”

“Bueno”: este adjetivo se vuelve muletilla al usarse como inicio de una exposición, para solicitar la atención a los oyentes o para expulsar el nerviosismo; asimismo, se emplea para abrir una participación en un diálogo. Además, sirve para responder afirmativamente o para expresar acuerdo. Ejemplos: “Bueno, esta mañana nuestro grupo expondrá el tema de la deforestación.” “--¿Me prestás tu bici? --Bueno, dale.”

En la siguiente parte de este artículo comentaré sobre muletillas tales como “veá” (“verdá”), “o sea”, “lo que es” y “pues si”. Si usted tiene comentarios, agradeceré los deje al final de esta página.

jueves, abril 12, 2012

País de murales

Miguel Huezo Mixco

Las sociedades hablan a través de sus muros. La nuestra también. Por suerte, en ellos no todo es alambre espigado y publicidad. En los últimos años se viene produciendo, de forma casi inadvertida, una corriente de “muralismo” que expresa los sentires de la gente. Rachel Heidenry,una becaria Fulbright, ha recorrido buena parte del país fotografiándolos. Su trabajo está produciendo el registro más completo del muralismo salvadoreño.

Cuando se habla de “muralismo” se piensa de inmediato en el movimiento mexicano que tuvo lugar a principios del siglo XX. Recogiendo el legado cultural prehispánico, artistas como Diego Rivera y José Clemente Orozco usaron las fachadas e interiores de edificios públicos para exaltar los triunfos de la Revolución mexicana, y darles protagonismo a indígenas, campesinos y mestizos.

El muralismo en El Salvador comenzó a tomar auge tras el fin de la guerra interna. Desde luego que antes de 1992 hubo murales, pero fue hasta después de esa fecha que comenzó a configurarse una tendencia gráfica y artística en la que participaron tanto artistas de la elite como artistas populares anónimos. Esto es explicable. El muralismo que no tiene funciones decorativas, sino que sirve para plasmar la memoria y los conflictos que se viven, solo es posible en sociedades abiertas. Y fuera de algunos momentos excepcionales, el siglo XX salvadoreño estuvo marcado por la represión y la intolerancia.

Rachel Heidenry ha viajado de oriente a occidente, y de norte a sur, cazando murales producidos por artistas populares, en Quezaltepeque, Santa Ana, El Paisnal, Arcatao, Perquín y La Palma, entre otros lugares. Su registro incluye los trabajos de artistas y colectivos más tecnificados, como el que se aprecia en la pared principal del mercado San Miguelito, en San Salvador, sobre la avenida España, o el que puede verse al final de la avenida Constitución, en dirección norte, dedicado a las migraciones.

A menudo decimos que El Salvador es un país sin memoria. Esto no es completamente cierto si vemos el enorme esfuerzo de decenas de comunidades organizadas en el interior del país, que utilizan los muros para fijar eventos que marcaron sus vidas.
En muchos casos los murales están asociados a la religiosidad popular y son parte de un esfuerzo consistente para dejar huella de las injusticias y colocar de manera visible a las personas que encarnan su dolor y esperanza. Para el caso, en la iglesia de Arcatao los misterios del Vía Crucis se ilustran con dibujos que rememoran los sacrificios que vivió aquella comunidad chalateca.

El personaje más invocado y representado es Óscar Romero, el obispo mártir. Su figura aparece en innumerables lugares. En Perquín, Morazán, ocupa la posición central en una colorida y bien elaborada versión de La última cena, rodeado de hombres y mujeres de razas diversas. El sacerdote Rutilio Grande, asesinado en 1977, es otro de los personajes más reiterados.

Los murales han comenzado a plasmar también una realidad nueva: el deterioro del medio ambiente. Esto es evidente en municipios predominantemente rurales y donde existen conflictos por el uso de los recursos naturales. Por ejemplo, en Cabañas, el rechazo a la minería ya se expresa en murales. Existen también murales que exaltan las tradiciones culturales y el sacrificio de los que migran a Estados Unidos. El muralismo salvadoreño, por supuesto, no se agota en estos ejemplos.

Rachel Heidenry hizo en 2011 su tesis de grado sobre el muralismo de El Salvador. Ese mismo año obtuvo una beca Fulbright para continuar sus investigaciones. A partir del 28 de abril presentará fotografías sobre sus hallazgos en el Centro Arte para La Paz, en Suchitoto.

Imagen: La última cena. Perquín, Morazán.

El blog de Rachel Heindenry, Vistazos

(Publicado en La Prensa Gráfica, 12 de abril de 2012)

lunes, abril 09, 2012

Roque Dalton como un ícono punk


Miguel Huezo Mixco

En varios puntos del Gran San Salvador ha aparecido un grafiti que muestra la imagen del poeta Roque Dalton luciendo un penacho de cabello propio de los grupos punks, acompañado de la frase “Roke not Dead” (Roque no ha muerto). La pintada también incluye sus versos: “Hace frío sin ti pero se vive”, que podrían entenderse, en sentido literal, como el lamento del poeta ante la pérdida de la amada. Me atrevo a pensar, sin embargo, que es una manera de decir que a Dalton se le echa de menos. Se echan en falta su ironía, sus sarcasmos contra el poder y su irreverencia hacia los símbolos sagrados, cívicos o religiosos. Si Dalton viviera, suele decirse...

Pero, este grafiti, ¿es un manifiesto político o es solamente una expresión literaria escrita en un muro? ¿Una mezcla de ambas? ¿Ninguna de las dos? ¿Un embuste publicitario? No lo sé. Hasta donde lo veo, el grafiti que nos ocupa es una típica intervención urbana realizada de manera subrepticia y a toda velocidad. La figura del poeta está hecha con un “esténcil”, o plantilla, sobre la cual se aplica la pintura en aerosol, que se complementa con una “pinta” --la consigna y los versos-- realizada a mano alzada. Como es frecuente, sus autores son anónimos.

Desconozco las motivaciones de sus autores, pero a mí este grafiti me sugiere que Dalton está presente en el pensamiento y la cultura política de algunas “tribus” juveniles que pueblan nuestras ciudades. Estas tribus, que se reconocen como “punks”, “emos”, “cosplayers”, “regguetoneros” y “metaleros”, para citar algunas, y que por pereza e ignorancia suelen ser consideradas como parte de las pandillas. Hasta ahora existe una lectura bastante simplista sobre esas identidades juveniles que no son ni pandillas, ni chicos o chicas “Blur”.

Como dice Rossana Reguillo, los grafitis urbanos, la búsqueda de nuevas maneras de representación pública (vestimentas, cortes de cabello, uso de maquillaje) y los consumos culturales (determinada música, videojuegos y lecturas) deben entenderse como formas de actuación política no institucionalizada, y no como simples prácticas de una bola de inadaptados.

El grafiti me hace pensar que Dalton goza de simpatía al menos entre el mundo punk. El penacho que luce, como se ha dicho, es representativo del movimiento punk. En términos generales, los miembros de esa corriente discrepan de los estilos de vida, la estética y la educación convencionales. Los autores del grafiti muestran afinidad con el “anarquismo”. Prueba de ello es la letra A encerrada en un círculo, que aparece en la palabra “DEAD”. Esa A es el símbolo universal del anarquismo, que encontramos en pintas callejeras de Bogotá, en las banderas de los indignados en Wall Street y hasta en una línea de zapatos Converse All Star.

Pero que nadie se asuste. El anarquismo del que hablamos no tiene nada que ver con los atentados con bombas, sino más bien con una conciencia de tipo filosófico que hace crítica social y cultural. De acuerdo con los testimonios recogidos por Lauri García en su libro “Tribus urbanas” (2011), los punks salvadoreños suelen ser estudiantes y artistas, o jóvenes que hacen trabajos informales, como el 43% de la población salvadoreña en edad de trabajar (PNUD, 2010), pero que rechazan los dogmas, la imposición de las modas y las opiniones hegemónicas de los medios de comunicación.

Dicho lo anterior, la pregunta que se impone es: ¿qué es lo que sigue vivo de Dalton entre estos jóvenes punks? Desde luego, no tengo una respuesta. Me atrevo a decir, sin embargo, que es su rebeldía la que permanece viva.

Dalton encarna la figura del poeta lanzado al asalto del cielo. Como los herederos del romanticismo, para usar una imagen de Albert Camus, Dalton “divinizó la blasfemia y transformó la poesía en experiencia y en un medio de acción”. El suyo es un ardor que resulta completamente ajeno a esta época donde los rebeldes de ayer han aprendido a dominar las artes del poder, y todo parece terminar en desencanto.

Mi lectura final se apoya en otra frase de Camus según la cual “cada genio es a la vez extraño y trivial”. Y Dalton no es la excepción. En el grafiti veo, sobre todo, un gesto de romanticismo, pero de un tipo diferente al mencionado. Nótese que nuestros anónimos artistas del aerosol no manchan paredes escribiendo versos de Roque incitando a la violencia, que los tiene, y abundantes, sino unos que expresan al Dalton dulce y, si me permiten la expresión, más cursi. Son esos hermosos poemas suyos, como “Y sin embargo, amor”, de donde están tomados los versos que ahora vemos escritos en los muros, los que muchachos y muchachas, no solo de El Salvador, aprenden y susurran al oído de sus amantes, universitarios y punkis por igual.

Por todas las razones indicadas, y otras más que por ahora no alcanzo a ver, Dalton se ha convertido en un ícono de la cultura popular. Su figura se une a la de Salvador Dalí, Frida Kahlo, Nelson Mandela, James Dean y Jim Morrison, que los grafiteros de Barcelona, Chicago, Ciudad de México y Tokyo estampan en las calles para hablar de la locura, la belleza, el coraje y la rebelión.

De la mano de los artistas grafiteros Dalton ha saltado de los estantes de libros a las calles. Grafiti: poesía eres tú.

(Publicado en El Faro, 9 de abril de 2012)