miércoles, diciembre 07, 2011

El Bicentenario en Marte


Miguel Huezo Mixco

Se apagaron los fuegos de la celebración del bicentenario. Las estereotipadas imágenes de los héroes de la protesta del 5 de noviembre de 1811 han sido sustituidas por los motivos navideños y los carteles de la inminente campaña electoral. Fue una celebración con mucho ruido y pocas nueces. Sin embargo, una actividad muy destacada, y poco conocida, es la exposición “San Salvador, escenario de la insurrección”, que el Museo de Arte de El Salvador (MARTE) preparó para la ocasión. Hay que ir a verla. Provoca la reflexión.

La muestra sugiere cómo pudo ser el ambiente en el que se produjo el levantamiento de 1811 en San Salvador. A través de la reproducción en gran formato de mapas y fotografías, usando vídeos y objetos de la época, el visitante se ve transportado hacia lo que pudo ser la vida de los habitantes de aquella ciudad.

Con un poco de imaginación, uno puede sentirse caminando en medio de aquellas callejuelas polvorientas, gracias a un recorrido virtual producido por el artista Ricardo Miranda.

Cuando el visitante se enfrenta con el plano de San Salvador de principios del siglo XIX superpuesto en el plano actual, es fácil imaginarse que el marco del llamado “Primer grito” (un nombre prestado del mexicano “Grito de Dolores”) fue una pequeñísima ciudad de provincia construida a los pies del volcán.

Luego, una vez se contempla el espacio ocupado por El Salvador dentro del plano del Virreinato de Nueva España, uno de cuyos territorios fue la Capitanía General de Guatemala, es inevitable pensar cuán audaz y loca fue la idea de desgajar un territorio tan pequeño de una unidad territorial tan vasta y rica.

Mientras recorría la exposición del MARTE he pensado que aquella pendencia, la protagonizada por Delgado y compañía, abrió la puerta para que El Salvador ingresara al mundo por la puerta chiquita, en una clara condición de desventaja económica y social. “Pueblo pequeño, infierno grande”. Esto no lo digo únicamente yo, sino también --solo que en voz baja-- algunos de nuestros historiadores más distinguidos. Esa es nuestra historia. En cualquier caso, la historia de la formación de los países es siempre una historia loca. Algunos han tenido la suerte de tener líderes lúcidos y visionarios. A los demás nos toca el coraje.

La muestra ocupa 400 metros cuadrados y a cada paso nos encontramos con vestigios de nuestro pasado. La calidad de la exposición se debe al esmerado trabajo museográfico que tiene a la base una bien pensada acción conjunta entre la Academia de Historia y el Museo de Arte de El Salvador. El equipo formado por Pedro Escalante Arce, Alejandra Erquicia, Rafael Alas y Roberto Galicia (director del museo) contó con el apoyo de seis colecciones privadas que facilitaron objetos de altísimo valor histórico.

Entre las piezas más destacadas se encuentra una colección de cinco mapas, verdaderas joyas de las artes gráficas, producidos entre 1700 y 1816, conservados en perfecto estado. Uno de los objetos emblemáticos, facilitado por la Universidad Centroamericana (UCA) es un refinado crucifijo obsequiado al joven José Matías Delgado por sus padres con ocasión de su ordenamiento sacerdotal. Hasta donde yo sé, esta pieza nunca antes había sido exhibida al público. Pueden mirarse instrumentos de trabajo, muebles de madera de la época y utensilios de plata.

No podían faltar dos armas usadas por el Gral. Manuel José Arce, puestas al lado de algunas piezas de la fina vajilla de porcelana que usó el caudillo para las galas oficiales, y en donde puede apreciarse el escudo de los Estados Unidos de Centro América, una de las muchas intentonas de armar el rompecabezas que, a doscientos años de distancia, sigue sin solución.

(Publicado en La Prensa Gráfica, 8 de diciembre de 2011)

Foto: Frederick Meza

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