María Tenorio
Hace unos días vi en un cine comercial de San Salvador una
película hondureña de ciencia ficción, El xendra. Aunque parezca un sueño o
una fantasía, lo que les cuento es verdad. ¿No creen que mi experiencia podría
considerarse una rareza?
En primer lugar, lo califico así porque en esta ciudad las
salas de cine están principalmente dedicadas a la oferta “mainstream”
norteamericana, es decir, a lo producido para el gran público desde nuestro
vecino del Norte. La exhibición de otro tipo de cine se da, sobre todo, como
parte de festivales promovidos por distintas entidades --embajadas,
universidades, instituciones del gobierno, etc.--, pero, casi siempre, fuera de
lo comercial.
Segundo, porque la producción cultural de otros países
centroamericanos no suele llegar con facilidad a esta capital (y presumo que
los productos salvadoreños tampoco son accesibles para públicos de las otras
ciudades de la región). Esto es, las industrias creativas enfrentan
dificultades para penetrar los mercados más allá de sus fronteras nacionales.
Dicho de otro modo: no hay un mercado centroamericano establecido para la
producción creativa.
En tercer lugar, lo raro de El xendra no es solo que haya compartido cartelera con comedias
románticas y películas de miedo, norteamericanas y “comerciales” todas ellas,
sino que trata un tema muy actual con recursos propios del cine de ficción más
“moderno”. Y, a mi juicio, sale adelante con dignidad en su empeño. Esto es, es
una película de suspenso entretenida, con una trama que mantiene el interés.
Cuenta una historia que ocurre en San Salvador y en las selvas de Honduras
después del 21 de diciembre de este año e involucra a ovnis y a
extraterrestres.
Aquí puedo enunciar un cuarto lugar: los protagonistas son
científicos centroamericanos, formados en universidades extranjeras, que viven
en Centroamérica. Que habiten por estos lares es lo extraño. Lo más usual es
que quienes estudian alguna carrera muy especializada en el extranjero
permanezcan en ciudades donde puedan desarrollarse profesionalmente. Bueno, la
película es una ficción.
En relación con los científicos, El xendra me recordó a un cuento emblemático de Hugo Lindo,
escritor salvadoreño del siglo pasado que trató temas de ciencia ficción. El
relato al que aludo se titula “Espejos
paralelos” y habla sobre la posibilidad del altísimo desarrollo de las
ciencias y de la investigación en la región al grado que los premios Nobel son
ganados por centroamericanos en las últimas décadas del siglo XX.
No me cabe duda de que Lindo y el director de la película,
Juan Carlos Fanconi, comparten algunas obsesiones y, sobre todo, la utopía de
una Centroamérica “desarrollada”, donde la investigación científica es preponderante. Pero no quiero aquí hablar sobre lo que pudo
ser y no será, sino más bien invitarlos a que vean El xendra y a que lean “Espejos paralelos”, que son dos muestras de
buenos productos culturales hechos en el istmo. Son dos anuncios de la utopía que ya están aquí.
Para terminar les cuento que desconocía el trabajo de
Fanconi, quien a principios del milenio dirigió la película Almas de medianoche. Del elenco sí
conocía a Boris Barraza, actor y sicólogo salvadoreño, que hace el papel de uno
de los cuatro científicos protagonistas del filme. También conocía a Dinora
Alfaro, quien representa a una dependiente de Starbucks en San Salvador, en un
rol secundario. Los demás protagonistas son de origen guatemalteco (Juan Carlos
Olyslager), costarricense (Rocío Carranza y Fabián Sales), y hondureño (Álvaro
Matute y Jaime Joint). Los remito a una nota del periódico tico La
Nación en caso de que quieran más información sobre El xendra.
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