María Tenorio
En El Salvador hay muchos escritores, creámoslo o no. Más
allá de la calidad de lo que producen, más allá de que publiquen libros, más
allá de que tengan pocos o muchos lectores, hay gente que dedica su tiempo a
hacer literatura. A escribir cuentos, poemas, ensayos y hasta novelas. A los
más jóvenes, probablemente, les gustaría profesionalizarse. Muchos tienen el
sueño de ganarse la vida decentemente trabajando en eso que les apasiona. Pocos
pueden formarse o entregar su jornada laboral completa a ese quehacer creativo.
Es que los escritores no pueden hacer literatura ellos
solos. Necesitan de otros profesionales para que su producción adquiera
sentido: de editores que conviertan los manuscritos en libros, de libreros que
vendan esos artículos, de periodistas y de críticos que orienten al público
sobre qué leer, y, finalmente, de lectores que consuman esa producción. Todo
ese encadenamiento de quehaceres y profesiones es lo que Tania Pleitez, en su
estudio sobre el estado actual de la literatura salvadoreña, llama “tejido
literario”. Sobre ese interesante texto quiero comentarles en los párrafos que
siguen.
La investigación Literatura. Análisis de situación
de la expresión artística en El Salvador ha sido publicada por la Fundación
AccesArte, en Salvador, en versión digital en CD. Se trata de un libro de 431
páginas que desmenuza las condiciones en que se ha producido, difundido y
consumido literatura en el país en las últimas tres décadas, de 1981 al 2011.
El estudio fue llevado a cabo entre el 2010 y el 2012 por Tania Pleitez Vela,
con la colaboración de Susana Reyes.
El enorme valor de esta investigación, a mi juicio, es que
hace descender a la literatura de la nube en que se la suele colocar para
situarla con los pies en la tierra: como un campo de producción humana que
tiene componentes creativos, de inspiración, pero también materiales,
comerciales y de mercadeo. Tania explora las distintas instancias del tejido
literario posando la lupa en el factor humano --material e inmaterial-- de cada
una de ellas.
Entre carencias y deseos
De la lectura de este trabajo se concluye que las
condiciones en las que se da la literatura en este país se caracterizan por las
carencias y por los deseos. Como dije al principio, escritores hay, pues muchos
tienen la voluntad de escribir y sueñan con ver sus manuscritos convertidos en
libros. No obstante, como señala el estudio, faltan escuelas para autores. Hoy
por hoy, solo la Universidad de El Salvador mantiene la carrera de Letras; la
UCA cerró Letras antes del nuevo milenio y la Francisco Gavidia no sostuvo la
carrera por mucho tiempo. Esta carencia es solventada de forma discontinua e
insuficiente por talleres de formación en espacios tanto del sector público
como del privado.
En el siguiente eslabón de la cadena aparecen los editores
de literatura: la casa editorial del Estado, la DPI, y algunas editoriales
comerciales publican a autores nacionales. Lo hacen para responder o para
estimular a la escasa demanda nacional: las ediciones suelen constar de pocos
cientos de ejemplares que, muchas veces, son comercializados durante largos
periodos de tiempo si no es que terminan embodegados por lustros.
Las editoriales tendrían capacidad para producir más libros
si los eslabones que siguen no fueran tan débiles. Tania Pleitez enfatiza que
una de las mayores carencias en el tejido literario salvadoreño es la promoción
ligada a la investigación. Para que los libros alcancen a su público es indispensable
que los medios de comunicación ofrezcan una vitrina de lo que se produce en el
país. Esa vitrina supone comentarios, notas críticas, análisis, reseñas,
síntesis, que hablen sobre la producción literaria y la valoren, la
recomienden, la promuevan, la difundan. Dos tipos de profesionales intervienen
en este momento de la cadena: los críticos literarios y los periodistas
culturales. Quienes ejercen esos oficios actualmente se pueden contar con los
dedos de la mano. En este momento solo hay un suplemento literario impreso en
el país: el Tres Mil del Diario CoLatino; los grandes periódicos apenas cubren,
y de manera muy superficial, la producción literaria.
En relación con los libreros, el estudio de AccesArte apunta
que ha habido mejores tiempos en el país para sus empresas. Sin embargo, como
estamos hablando de literatura salvadoreña, cuando visitamos una librería
notamos que la oferta nacional casi nunca ocupa los estantes más visibles,
mucho menos las vitrinas; por el contrario, se encuentra en la parte trasera.
Sin duda, se vende menos que los libros importados de México, Estados Unidos,
Colombia o Argentina.
Al final de la cadena están los lectores. En El Salvador,
tres de cada cuatro personas dice “leer libros”; sin embargo, los textos
religiosos --y no los literarios-- son los más favorecidos. El estudio del PNUD
(2009) que ofrece esos datos también revela que informarse y saber más es la
razón que mueve a la mayoría de los lectores (58%), mientras una minoría (18%)
asegura leer por placer y diversión.
El documento Literatura. Análisis de situación de la
expresión artística en El Salvador está disponible para leer en línea o
descargar aquí.
(Publicado en ContraCultura, 12 septiembre 2012)
(Publicado en ContraCultura, 12 septiembre 2012)
Gracias por compartir el link donde obtener el libro, ya lo bajé y lo tendré en cuenta en mis lecturas. Interesante investigación.
ResponderEliminarUn saludo!
Felipe Argueta