miércoles, septiembre 14, 2011

Paseadores de perros en Buenos Aires


María Tenorio

Desde la plataforma del amarillo bus turístico que me muestra rápidamente Buenos Aires veo a varios hombres que se juntan en un parque con un fin particular. Están parados, ya  dentro, ya fuera, de un enrejado circular descubierto que alberga a decenas de canes de todos colores, tamaños y diseños. Los perros no son callejeros, llevan rienda y collar; los hombres no son sus dueños, son paseadores de perros.

En otros parques, en anchas aceras, por aquí y por allá, se multiplican los individuos amarrados a grupos de perros. La abundancia de aurigas caninos en esta ciudad de amplias y bellas áreas verdes me lleva a entender que el paseamiento de perros es un oficio por derecho propio. Aunque no se estudia para desempeñarlo, ni se transmite de generación en generación, en la capital argentina es frecuente que se anuncie por internet como un servicio y, como explicaré más adelante, que obedezca a una legislación.

Ser paseador de perros constituye una ocupación, predominantemente masculina y de reciente surgimiento, que satisface una apremiante necesidad social, en particular en ciudades donde la gente vive en apartamentos, departamentos o pisos. La ausencia de jardines interiores donde los perros se ejerciten y realicen sus deposiciones, así como los extendidos horarios de trabajo de los dueños de las mascotas, obligan a delegar en terceros la noble labor de sacar los canes a la calle a ejercitarse y a cagar.

En Buenos Aires esta profesión está legislada. Cada paseador (alguien que pasee más de tres perros) debe portar una credencial emitida por el Registro de Paseadores de Perros del Gobierno de la ciudad. Dicha identificación debe, asimismo, ser exigida por el dueño de la mascota. Si bien la legislación establece un máximo de ocho canes por paseador, algunos aurigas que he visto y fotografiado conducían más de una docena de animales. La misma normativa exige que la mierda canina sea recogida por la persona que lo conduce, ya sea que perciba una paga por ello o no.

Dedicarse a pasear perros es una opción para quienes no tienen interés en realizar estudios técnicos o universitarios, se encuentran en excelentes condiciones físicas, y sienten inclinación o incluso pasión por los perros. También lo es para estudiantes de veterinaria o de otras disciplinas que quieran percibir ingresos extra. Vivir en (las cercanías de) un buen barrio, sin duda, es un elemento favorecedor para ganarse la vida con esta ocupación.

Visto desde la perspectiva canina, salir a caminar al aire libre es una exigencia básica para mantener la salud cuando se vive confinado a cuatro paredes, obligado a lidiar con las manías de los humanos. Ser encomendado a un paseador tiene la ventaja adicional de permitir la socialización con otros canes, así como de conocer de primera mano la localidad donde se mora. Más aun si se tiene la suerte de perro de vivir en zonas privilegiadas de Buenos Aires como Palermo, Belgrano, Puerto Madero o Recoleta.

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