María Tenorio
Me la imaginaba de otra manera. Su nombre y la forma en que fue anunciada (con el cromo de una oveja en su sitio web), me hicieron pensarla bien loca, deschavetada, mucho menos seria. Pero la encuentro bastante "ordinaria". Qué bien, ¿no? Me refiero a la recién aparecida revista cultural Ordinaria.
Por Facebook y por los periódicos me enteré de que su lanzamiento sería el viernes 27 de agosto, así que decidí ir al Museo Tecleño para dar fe del evento y llevarme mi ejemplar gratuito de la revista. Aquí lo tengo conmigo, ya manchadito porque he encontrado varios errorcillos (trabajo como correctora de estilo).
Para comenzar, estoy encantada con la revista. Como objeto, es muy linda, muy revista cara. Papel couché, ilustraciones full color, diseño cuidado, créditos, nota editorial, artículos serios, breves biografías de los colaboradores, y una página dedicada a los anuncios. Una revista soñada hecha realidad. A mi juicio, la letra es muy chiquita, pero aun así es agradable de leer.
En cuanto a su contenido, trata temas que pocas veces se imprimen en papel; asuntos que, a veces, pienso que nos interesan solo a tres o cuatro gatos (quizás somos seis o siete). Por ejemplo, el que se refiere a la deficiente formación de la sensibilidad estética en el sistema educativo formal, que tiene repercusiones en la formación de audiencias para los hechos artísticos y culturales. Un artículo bien armado, firmado por Dalia Chévez y Antovelly Cisneros.
También me gustó el texto de Gonzalo Vásquez, quien entrevistó a trabajadores de mantenimiento y vigilancia de museos y teatros, haciéndolos hablar sobre el arte, el sector cultural, y su experiencia laboral en el mismo. Un buen toque de la revista. Por otra parte, no me entusiasmó demasiado la entrevista a Héctor Samour, el secretario de Cultura del gobierno. Esperaba encontrar alguna novedad respecto de las entrevistas suyas publicadas en otros medios de comunicación; pero no fue así.
Novedad fue para mí que, anunciando los créditos que había encargados de edición y corrección, la revista tuviese tantas erratas y errores. Entre las más graves:dar a Arturo Menéndez, el joven cineasta, el nombre su padre, el pintor, César Menéndez (p. 21). Otro error en nombre propio: el colaborador Adán Vallecillo se convirtió en "Valecillo" en el índice. Múltiples son las esdrújulas no tildadas (por ejemplo: desórdenes, p. 15; diálogo, p. 20; estómago, p. 33; música, mecánico, p. 34). Y no sigo, pero hay más. La revista está demasiado bien hecha como para descuidarla.
¿Quiénes editan Ordinaria? La verdad es que no sé mucho de ellos. Son todos jóvenes, creativos, activos. A quien más conozco --aunque personalmente lo conocí en el lanzamiento-- es a Javier Ramírez/Nadie: poeta, bloguero, feisbukero, estudiante de Comunicaciones de la UCA... y corrector de la revista. Los otros miembros del equipo son Dalia Chévez, Antovelly Cisneros, Teresa Andrade, Gonzálo Vásquez, Natalia Domínguez y Fiorella Nasser, según su página de créditos. Lástima que la revista no incluye breves bios de ellos (solo de los colaboradores).
El tiraje de su primer número fue posible gracias al patrocinio de Índole Editores. Se distribuye de forma gratuita en algunos museos, centros culturales, universidades y cafés del Gran San Salvador. Me pregunto cómo se financiará la publicación de los próximos números. Este es --y seguirá siendo-- el talón de Aquiles de este tipo de publicaciones. ¿Publicidad, suscripciones, patrocinios, donaciones? Sea cual sea la forma de financiamiento, ojalá se asegure su continuidad. Le deseo a Ordinaria los mejores augurios. Que se siga publicando. Que se lea y se discuta. Que remueva el adormecido ambiente cultural salvadoreño.
(Publicado en Contrapunto, 30 agosto 2010)
Fotografía de Sandro Stivella, publicada en Ordinaria 1
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