Señor Roberto Valencia,
Editor de Séptimo Sentido.
Estimado Roberto:
Quiero expresar mi desacuerdo con la valoración que se ha hecho de la puesta en escena de Rey Lear, un montaje de Roberto Salomón basado en la obra de William Shakespeare, y que se aborda en la edición del 3 de agosto de Séptimo Sentido. Me explico.
Después de la impresionante primera escena, cuando el rey aparece con sus hijas Goneril, Regan y Cordelia, la condesa de Kent, sus yernos, etc., y a medida que en la obra se producían escenas hilarantes, comencé a sentirme confundido sobre si aquello era un drama o una malograda comedia. Salí del teatro con el sabor de que el director había intentado realizar una interpretación libre de la obra, salpicándola con ribetes cómicos. Busqué en el programa si se advertía algo al respecto, pero al no encontrar ninguna aclaración me quedé más desconcertado.
En el artículo titulado “El eterno Antonio Lemus Simún”, de Elena Salamanca (Séptimo Sentido, p. 11), Roberto Salomón atribuye la risa del público al hecho de que algunos –o muchos— fueron a ver la obra “pensando que Toño Lemus (el actor principal de la obra) presenta (una) comedia. Y a la primera palabra que dice, ya se están riendo”. Desde mi experiencia, las cosas no ocurrieron así. Jamás había visto al señor Lemus en las tablas. Fui al Teatro Poma a ver el trabajo de Salomón y de ese grupo de actores, y confieso que me reí en varias ocasiones.
Por ejemplo, en la escena en que se tortura a la condesa de Gloster, interpretada por Isabel Dada, sobre todo cuando la infeliz mujer es sacada de escena, a toda velocidad, a bordo de una silla secretarial. ¿Y qué decir del instante en que una mano de goma, que se supone ha sido amputada, sale volando por el escenario, convirtiendo el horror en una ocurrencia divertida? La condesa de Kent, pese al esforzado Francisco Cabrera, a ratos parece la parodia de un noble amanerado. En estos y otros tramos buena parte de la concurrencia, incluido yo, nos reímos de buena gana.
Algunos comentaristas han atribuido las risas a la estupidez del público. Pero creo que hay algo en la obra que no la deja convertirse en la “gran” tragedia que quiere ser. Ese “algo”, sea lo que sea, no es culpa de Antonio Lemus. Su actuación, digo de paso, también tuvo momentos cómicos y fuera de lugar. Lemus tiene presencia escénica, sí, pero tampoco es el "eterno" en el que algunos quieren convertirlo. La obra tiene numerosos méritos, sin duda. Es “Una representación digna y bella”, como la llama con acierto Ricardo Lindo. Fuera de este comentario, mucho de lo que se ha escrito sobre el montaje, y que la periodista Elena Salamanca llama “la crítica”, son notas muy próximas a la adulación.
Finalizo diciendo que Roberto Salomón está haciendo un esfuerzo encomiable reciclando a los sobrevivientes de aquella tanda de artistas de los años 70, e incorporando a nuevos talentos, algunos formados directamente sobre las tablas, para mantener vivo al teatro en El Salvador.
Con ruegos de que le dé espacio a esta carta, me suscribo atentamente,
Miguel Huezo Mixco
(Texto completo de la carta enviada al editor de Séptimo Sentido, de La Prensa Gráfica)
Ilustración para Sueño de una noche de verano, de W. Shakespeare.
...............................................................................................................................
¿Quiere leer más sobre lo que se ha dicho de la obra?
Élmer Menjívar eleva al director a condición de monarca:
http://www.laprensagrafica.com/cultura/1093747.asp
Héctor Ismael Sermeño asegura que el elenco es uno de los más representativos en la historia teatral nacional:
http://www.diariocolatino.com/es/20080711/trazosculturales/56847/
http://www.laprensagrafica.com/cultura/1093747.asp
Héctor Ismael Sermeño asegura que el elenco es uno de los más representativos en la historia teatral nacional:
http://www.diariocolatino.com/es/20080711/trazosculturales/56847/
En su blog, Salvador Canjura, atribuye las risas durante la obra a la estupidez del público:
http://tierradecollares.blogspot.com/2008/07/qu-le-pasa-nuestro-pblico.html
http://tierradecollares.blogspot.com/2008/07/qu-le-pasa-nuestro-pblico.html
Otro bloguero, René, pensaba que el director provocaba las risas de manera intencional:
http://renefigueroa.blogspot.com/2008/07/el-rey-lear-simn.html
El propio Antonio Lemus asegura que la obra será recordada por siempre:
http://www.elmundo.com.sv/PDF/280608opinion.pdf
Hola, Miguel. He leído tu nota acerca del Rey Lear, y aunque concuerdo con algunos de tus argumentos, difiero en lo que has escrito acerca de mi nota. En ningún momento he dicho que el público es estúpido. Me parece un adjetivo bastante fuerte, con el cual no estoy de acuerdo.
ResponderEliminarSalvador Canjura
Deberías ver la película de Lawrence Olivier, Henry V, que comienza con una escena de cómo era el público de El Globo, el teatro donde Shakespeare presentaba sus obras. Era un público deliciosamente vulgar. No era para menos, El Globo era un corral.
ResponderEliminarAlgún día deberías ver una ópera en la Metropolitan Opera House, una de las más prestigiosas del mundo, y observar al público que se sienta en el bloque frente al escenario, donde se pagan las entradas más caras y donde se encuentran algunas de las personalidades más adineradas de Nueva York. Es un público deliciosamente vulgar.
Cuando regresá a El Salvador creí que el público era timorato, quizás incluso estúpido, porque no mostraba reacción alguna a las obras de teatro. Una vez escribí sobre eso, porque ¿cómo es posible que el público se quede impávido e incapáza de reír cuando "El Médico a Palos" de Moliere inicia con las flatulencias de su personaje principal? Imagino que el público no sabía cómo reaccionar. Tenía miedo de reír.
Yo he visto a Shakespeare en versiones completas, en inglés, interpretado por grandes actores y con un público acostumbrado a verlo. La gente siempre se ríe de las escenas más siniestras en sus obras. Se reían en tiempos de Shakespeare y se ríen ahora. Shakespeare siempre incluyó bufones o ebrios o gordos (Falsfat hacía reír tanto a la reina Isabel que Shakespeare tuvo que incluirlo a fuerza en otra obra). Y ha sido el escritor más diestro de la lengua inglesa hasta la llegada de James Joyce en acuñar frases de doble sentido, retruécanos y elaboradas vulgaridades, incluyendo el eterno recurso de los eructos y los pedos.
Me alegra que al fin la gente comprenda que a Shakespeare, como a a Moliere o a Lope de Vega, nunca le interesaron las sublimidades de los críticos. Preocupados como estaban de retratar a la humanidad tal cual es, crearon retratos de la estupidez humana. Busca cualquier lectura crítica en inglés sobre El Rey Lear y vas a encontrar que casi todos, sin excepción, se refieren a la estupidez de Lear (a foolish king). Lear es el estúpido, no el público. De cualquier manera, el público es libre para reaccionar como quiera.
"Ah", le dice Mefisto a Fausto en la tragedia de Goethe, "aquí está la llave que abre mil madres". El público siempre se ríe cuando dice eso. Y por qué no, si Goethe estaba hablando de un pene. Fausto es una comedia divertida. Y por otro lado, hay comedias trágicas: "El mercader de Venecia". No hay reglas, Miguel. Si los autores no queremos que nos censuren, lo que menos que podemos hacer nosotros es evitar que el público o los lectores (los receptores) sean censurados. ¿Y por qué, si sólo a ellos les pertenecen los efectos de nuestras obras?
Es evidente que el autor de este post tiene animadversión hacia el protagonista de esta obra, pero este no es el punto.
ResponderEliminarLeí también el artículo de LPG. Con numerosas deficiencias, pero cumple en cuanto a lo que pretendía ser: un perfil. El autor del post presenta esa larga entrega (ocho páginas si la memoria no me falla) como una reseña de El rey Lear, y no es así. Es un perfil de vida del protaganista que, casualmente, tenía esa obra en escena hasta hace unos días.
El titular, que hace referencia a la eternidad, yo lo interpreto como una manera simple de señalar que, pese a quien pese, la figura de Antonio Lemusimún está ligada al teatro nacional. Son ya tres generaciones las que han crecido con Toño... y está anunciando más obras. Me atrevo a interpretar, señor autor del post, que por eso el redactor lo calificó de eterno.
No hay que ver fantasmas donde no los hay.
Veo que censuran los comentarios que, aunque se hayan hecho desde el respeto, sean críticos con sus planteamientos...
ResponderEliminar!!!Adalides de la libertad de expresión!!!
Hola, Miguel: Pues me gustaría opinar en el asunto aunque no he visto la puesta en escena de Salomón. En primer lugar yo creo que no existe el tal "el publico", así en general, sino más bien los públicos y entre estos he conocido por experiencia públicos bastante estúpidos o en "estado de estupidez" el día de la representación. Así que, al menos yo, no veo porqué no se podría expresar esa opinión. Otra cosa es que SC no lo haya dicho, eso sí. Ese post no lo he leído.
ResponderEliminarQue la gente se ría en una escena como la de la tortura o en el momento de la muerte de Cordelia no tiene que ver, me parece, con la vulgaridad del publico, exquisito o no, si no más bien con grave errores en la interpretación de la pieza. Y ojo , no hablo de la obra que no vi si no, por ejemplo, del montaje en el que en el 2007 Michel Piccoli encarnaba a Lear y el público se reía cuendo una de las hijas dice que la han matado... A menudo he visto que el exceso de sangre y violencia, sobre todosi se procen de manera forzada, produce ese efecto. Siempre estás a un paso del melodrama o de la comedia si no le ponés atención.
Sé que por el Poma anda rolando la versión rusa de El Rey Lear, sería instructivo y divertido echarle una ojeada. No creo que ahí sean para reírse las escenas de muerte.
Y eso no le quita las magníficas escenas cómicas que tiene toda tragedia shakesperiana.
Hace muchos años vi la puesta en escena de Peter Brook y tampoco vi que la gente se riera...
Y bueno tenía más cosas que comentar pero pues para otra vez será.
Salú. L.A.