lunes, agosto 22, 2011

“Tocarle el hombro a Borges”





Miguel Huezo Mixco

(Cuentos (in)completos y maravillosos. Álvaro Menen Desleal, DPI, San Salvador, 2010. Rafael Menjívar Ochoa, compilador)

—Eso fue —me dijo— como tocarle el hombro a Borges, como invocar a un genio.

Quien recuerda es Álvaro Menen Desleal, narrador, dramaturgo y periodista, que, en un arranque de vanidad o inspiración, tuvo la osadía de fabricar para uno de sus libros una “carta” firmada por Jorge Luis Borges.

Kierkegaard dejó dicho que un prólogo es un impulso: como escupir por la ventana. Menen Desleal escupió por la ventana directamente al rostro de la malhumorada sociedad letrada centroamericana.

Esta historia ya ha sido contada otras veces. Diversas versiones se han superpuesto formando un hojaldre. Esta misma versión se parece a otras. Ello es porque el problemático ejercicio de la literatura constituye un plagio interminable. Todo lo que hacemos —textos, música, imágenes— tiene una segunda vida: una mañana un periódico se recibe a la hora del desayuno y al día siguiente envuelve un pescado o se integra a una hemeroteca.

La historia es esta: en 1962, Álvaro Menen Desleal ganó el segundo lugar (compartido) en el Certamen Nacional de Cultura de El Salvador con un libro que era todo un tributo a Borges. Se titulaba Cuentos breves y maravillosos, imitado del Cuentos breves y extraordinarios (1953), compilado por Borges y Adolfo Bioy Casares. Aquel libro iniciaba con una carta dirigida a Menen Desleal calzada con el nombre de Borges, que decía:

Mi querido amigo:

Al conocer sus Cuentos breves y maravillosos, pienso que no fue meramente accidental que Kafka escribiera La Muralla China: se repite en usted la nota de lo que con Bioy Casares llamamos las antiguas y generosas fuentes orientales…

A esta frase le siguen cinco párrafos donde “Borges” justiprecia algunas de las narraciones contenidas en el libro. “Esos y otros cuentos suyos son flor para los años”, lo adula.

Este texto, completo, ocupa las páginas 29 y 30 de los Cuentos (in)completos y maravillosos (DPI, 2010) que acaba de ser lanzado en San Salvador. Por obra del compilador, el novelista Rafael Menjívar Ochoa, aquella “carta” vuelve al lugar que siempre debió tener: el de una auténtica ficción.

Conocí a Menen Desleal cuando volvió a El Salvador, en 1976, después de rodar por el mundo. Con sus ahorros fundó una librería. La empresa no duró. Libros: es mucho pedir para San Salvador. Se ganaba la vida no sé en qué. Nuestros encuentros se hicieron más frecuentes a partir de 1996. Una vez a la semana, al atardecer, subía en carro hasta su casa rodeada de un hermoso jardín, que él mismo cultivaba. Vivía con aprietos pero era un anfitrión generoso, vivaz y ocurrente. Con vasos en la mano alguna vez hablamos sobre la carta de Borges. “Eso fue”, me dijo, exaltado y socarrón. “Como tocarle el hombro a Borges”. Los sucesos del lejano año 1963 le hacían sonreír. Aquella fue una encarnizada partida de ajedrez contra múltiples rivales.

A Menen Desleal a menudo le asaltaba la curiosidad de saber si Borges estuvo enterado sobre el asunto. Lo dijo a quien quiso escucharlo. Murió en abril de 2000, a los 69 años de edad. Tuvieron que publicarse los diarios de Bioy Casares (Borges, 2006), para saber que el argentino sí se enteró de su travesura.

Bioy Casares cuenta que el miércoles 11 de septiembre de 1963 Borges lo encaró diciéndole: “tengo que consultarte sobre algo” (…). Tiene consigo un libro: Cuentos breves y maravillosos, “de un tal Menen Desleal”. Discuten. En cierto momento, Borges luce molesto. Bioy lo ataja: “no podés ponerte en contra de un pobre individuo bastante inteligente, que no tiene libertad ni posibilidad de escribir sino como imagina que vos escribís...”. De haber conocido esa plática, Menen Desleal se hubiera sentido tan orgulloso como herido. Pero, como veremos más adelante, las cosas no terminaron allí.

El poeta-cadete

Menen Desleal perteneció a la Generación Comprometida. El poeta Roque Dalton, asesinado en 1975, fue parte de ese mismo agrupamiento. Con la política el primero jugó como al póker. El segundo, a la ruleta rusa. Los dos han sido muy influyentes en la literatura y la cultura centroamericana del último medio siglo.

El ruido suscitado a raíz de aquella carta-prólogo-cuento no fue su único escándalo. En 1952 fue expulsado de la Escuela Militar debido a la publicación de un poema que las autoridades consideraron “subversivo”. El poeta-cadete asistía a las sesiones literarias con uniforme. A sus contertulios les parecía un pedante. Waldo Chávez Velasco, miembro también de la Generación Comprometida, recuerda que el celo se desvaneció cuando llegaron a visitarlo un día a la casa de su familia, en Santa Ana. “Descubrimos que pertenecía a una familia muy humilde y que, de civil, tenía tres camisas de manga corta y un pantalón”, escribió.

Menen Desleal ejerció el periodismo en El Salvador y México. De hecho, se jactaba de que fue en el D.F. donde refinó el arte del escándalo, trabajando en el periódico Zócalo, donde Luis Spota redactaba una atrevida y muy gustada columna de chismes. Rompió con el molde de su más importante predecesor, el cuentista Salarrué, quien destacó principalmente como autor de narraciones de temática rural. Este fue un anarquista esencial, muy identificado con el socialismo utópico y las sociedades teosóficas que animó Gabriela Mistral en Latinoamérica. Por razones económicas no terminó la educación secundaria. Sin embargo, desplegó potencia creadora como narrador y pintor. Después de su muerte, en 1975, se convirtió en un autor venerado con un fervor casi religioso.

Menen Desleal no desaprovechaba ocasión para insultar el trabajo y la memoria de Salarrué. Lo consideraba un ignorante y aseguraba que el uso del habla popular de sus cuentos era dañino para la educación de los jóvenes. Una de las búsquedas incesantes de Menen Desleal fue alejarse todo lo posible de los temas “salvadoreños”, que consideraba provincianos. Sin embargo, como alguna vez se lo dije, su encono parecía fuera de proporción. La explicación, como pronto veremos, podría estar relacionada con el papel que jugó Salarrué en el escándalo provocado por la carta espuria.

Menen Desleal, solitario y errante, hizo cuentos de tipo urbano, caracterizados por el humor, el lirismo y lo fantástico. Ejemplo de ellos son sus narraciones: El día que quebró el café, donde cuenta el surgimiento del café sintético y la debacle económica de los países productores del aromático, y Hacer el amor en un refugio atómico, una parábola lírica sobre la incomunicación y la desesperanza. Con su libro La ilustre familia androide (1972), publicado en Buenos Aires, incursionó en la ciencia ficción. Destacan, entre otros, sus cuentos breves: Los cerdos; La creación de Eva, antologado por Edmundo Valadés en El libro de la imaginación (FCE, México, 1970); La edad de un chino, y País fundado en la basura, uno de sus últimos cuentos, que se publica de manera póstuma en esta edición.

A lo largo de la segunda mitad del siglo XX su pieza de teatro del absurdo Luz negra (1965) fue representada en numerosos países. El propio Menen Desleal preparó para la segunda edición de Luz negra (1976), que estuvo a mi cargo, una detallada cronología del periplo de la pieza por Centroamérica, México, Estados Unidos, Francia, Alemania, Argelia, Venezuela y Suecia. La obra, detallaba, se estrenó también en Buenos Aires, en 1970. No pude evitar insinuarle si la fascinante travesía mundial de su pieza no era otra de sus ficciones. Se rió. Días más tarde Álvaro puso sobre mi mesa decenas de recortes y programas que daban fe de (casi) todo lo que había escrito.

Toda la literatura es plagio

La compilación de sus Cuentos (in)completos… comenzó en el año 2000, a contrarreloj. En los primeros meses de ese año los médicos le detectaron un cáncer de páncreas. Se sabía marcado por la muerte. “Una de las condiciones establecidas por Menen Desleal fue que se tratara de una edición de escritor (…) Nada de ensayos que analizaran sus relatos”, detalla Menjívar Ochoa, quien tuvo a su cargo la tarea de preparar la edición. Álvaro murió poco después. La tarea se culminó diez años más tarde. Menjívar Ochoa sí alcanzó a mirar la obra: recibió las primeras copias, en cama, a principios de 2011, aquejado de un cáncer que lo terminaría matando.

Menen Desleal sigue siendo polémico y probablemente la publicación de sus Cuentos (in)completos soplará las ascuas. Para el escritor Jorge Ávalos, Menen Desleal “cometió todos los pecados literarios relacionados al plagio: el robo de textos y premisas, además de la imitación, la paráfrasis y la falsa atribución de textos apócrifos con fines publicitarios”. Añade: “Llegó a ser brillante y original en sus mejores cuentos y en sus más descabelladas propuestas publicitarias, pero sacrificó su reputación literaria a favor de una campaña permanente por la fama instantánea” (“La elección de los proscritos”, La Gaceta Libre, 14 agosto 2011).

Una de sus más atrevidas creaciones fue, seguramente, la carta-prólogo-cuento de Borges. Contra lo que podría imaginarse, aquel texto se ha colado dentro de las obras del argentino, tomando por sorpresa hasta a los mejor informados.

Menjívar Ochoa (“¡Borges plagia a Menen Desleal!”, La mancha en la pared, 7 abril 2007) advierte que la carta de marras fue incluida en El círculo secreto (prólogos y notas de Jorge Luis Borges, Emecé, Buenos Aires, 2003). Las editoras Sara Luisa del Carril y Mercedes Rubio de Zocchi no dudaron en considerar la carta como salida de la mano de Borges. No solo ellas. En una reseña sobre este volumen también el escritor Guillermo Martínez (“Sobre los otros”, La Nación, 20 julio 2003) da por hecho la legitimidad de aquella carta.

“Las académicas argentinas” —dice Menjívar Ochoa— “como antes sus contrapartes salvadoreños, olvidaron un detalle: fijarse en la estructura de Cuentos breves y maravillosos en su nivel más básico”. En efecto, quien lo conozca sabe que este libro acaba con el cuento Epílogo, que comienza aceptando que aquella “carta” forma parte de un sueño. Dice:

Querido maestro Borges:

“Mi vanidad y mi nostalgia ­me digo con sus palabras han armado una escena imposible.” De pronto despierto de un sueño y tengo su carta en las manos, como la flor de Coleridge. Entonces me repito los versos de Tennyson: “for nothing worthy proving can be proven, nor yet disproven” [nada digno de probarse puede ser probado ni desprobado].

“La estructura no deja lugar para cuarenta años de confusiones”, sentencia Menjívar Ochoa. Si Borges y Menen Desleal se hubieran conocido, dice, hubieran llegado a la conclusión de que “los nombres de los autores no importan, sino la pervivencia del texto; que toda la literatura es un plagio y que la historia, a través de sus inescrutables caminos, se repite y se copia a sí misma”.

Más recientemente, otro texto, esta vez del novelista Sergio Ramírez (“Borges y su destino centroamericano”, La Nación, 11 julio 2011), ha vuelto al asunto de la carta espuria. En líneas generales, Ramírez, sin decirlo, bebe de la fuente de Menjívar Ochoa. Como novedad, apoyándose en los diarios de Bioy Casares, Sergio reconstruye el instante en el que, medio siglo atrás, Borges y su amigo encararon el asunto de la carta apócrifa.

Bioy Casares detalla que el libro de Menen Desleal fue enviado a Borges por “un guatemalteco”. En efecto, se trata del poeta Alfonso Orantes. El libro iba acompañado de una extensa carta que hasta ahora ha permanecido inédita. Una copia de esta carta, junto con otros valiosos documentos, fue cedida al autor de estas líneas por su hija, la escritora María Cristina Orantes. La misiva, fechada el 29 de agosto de 1963, comienza diciendo:

Sr. Jorge Luis Borges
Biblioteca Nacional
México 564
BUENOS AIRES. Argentina.

Estimado maestro:

Le extrañará que un desconocido para Ud. se atreva a molestar su atención con un asunto desagradable. Pero como están, al parecer, de por medio su prestigioso nombre, el del país donde ahora resido y la buena fe y crédito de sus intelectuales honestos (...) me veo obligado a dar este paso y recurrir a su testimonio para establecer la verdad.

Orantes hace referencia al triunfo de Menen Desleal en el mencionado Certamen. Acto seguido expone que, después de una lectura de su libro, ha concluido que este ha cometido plagio en al menos dos cuentos. Detalla: el cuento El cocodrilo, “no es sino una burda versión, cuasi un plagio del delicado cuento: El sueño de Chuan Tzu, contenido en Cuentos breves y extraordinarios”. Algo similar ocurre, añade, con El venado y el sueño, “que aparece con el nombre de El ciervo escondido, en la antología publicada por Usted y Bioy Casares”. Sigue: “Como advertirá, el plagio, en este último caso, es evidente e inverecundo”.

A continuación, pasa al asunto de la carta. Orantes asegura que el uso indebido del nombre de Borges y la supuesta autenticidad de su texto hicieron que Salarrué se opusiera a que se otorgara un premio a Menen Desleal. Igual, se lo dieron. Para el guatemalteco, la actitud de Menen Desleal sentaba “un precedente indebido y un medio reprobable e inusitado de coacción para inclinar el fallo de un tribunal de esa clase”. Añade: “todo esto, repito, me lleva a molestar su ocupada atención para que se sirva (...) contestarme concretamente sobre el caso de la carta, que en cuanto a las semejanzas y plagio, eso es cuenta mía”.

Orantes envió su carta a Buenos Aires por correo certificado en el momento que Menen Desleal enfrentaba una tormenta de críticas. Entre finales de 1962 y 1963 se derramó abundante tinta en torno al caso. A Menen Desleal se le acusaba de farsante y deshonesto. Alguno, con más sentido del humor, tomó la carta como “un cuento más”. En respuesta, Menen Desleal llegó al extremo de defender la originalidad del escrito y hasta prometió mostrarlo (Tribuna libre, 15 junio 1963). Una oferta que, desde luego, no cumplió.

La atención creada en torno a aquel suceso le sirvió al caradura de Menen Desleal para volver a la carga proclamándose como el mejor escritor salvadoreño de todos los tiempos, desatando una nueva ola de embates. El historiador Carlos Cañas-Dinarte, en una inédita relación de aquellos hechos, evoca que Alfonso Orantes dio un paso más: lanzó una pública acusación de plagio contra Menen Desleal (Tribuna libre, 10 octubre 1963). Inclusive, el Ministerio de Educación emprendió una investigación jurídica sobre el caso. Orantes también se opuso, sin éxito, a la publicación del libro.

El asunto tampoco terminó allí. Un denominado Círculo Cultural “Pablo Neruda”, de la Universidad de El Salvador, convocó, el 11 de noviembre de 1963, a una mesa redonda que abarrotó el auditorio de la Facultad de Jurisprudencia y Ciencias Sociales. Una crónica de los hechos (Tribuna libre, 15 noviembre 1963) da cuenta de la virulencia de las batallas verbales en torno a aquella mesa, y que tuvieron como pretextos la verdad y una determinada idea de la originalidad, con el apellido Borges. Los asistentes no sabían entonces que presenciaban el fin de una época para la literatura. Unos años más tarde allí solo se escucharían los llamamientos a matarnos a tiros.

Los contemporáneos de Menen Desleal tampoco podían entender que la apropiación, la imitación, la alusión y la colaboración están al centro de la noción de regalo o donación propia del acto creativo. Y que, en esencia, todas las ideas son de segunda mano. Esta proposición sonaba escandalosa, aunque sigue encontrando resistencia en nuestros días.

Borges mismo siempre propugnó la idea de que nada es definitivo en un texto, y que el autor carece de importancia. Ello, indica Héctor Abad Faciolince, “les ha abierto el camino a muchos impostores que han fingido escribir supuestas obras de Borges, ni siquiera inventándolas, sino manipulando y dañando las existentes” (“El eterno retorno de Borges”, El País, 13 agosto 2011). Con todo, el divertimento de Menen Desleal ha gozado de cierta fortuna.

Vayamos por un momento al despacho donde el genio, lejos de aquella gresca, se toma el tiempo para responderle a Orantes. Su carta está fechada el 4 de septiembre de 1963 (el dato no pega con el día 11 de septiembre, en el que, según Bioy, conversaron sobre el asunto). Menjívar Ochoa la publicó íntegra, en la citada entrada de su blog. Dato curioso: Orantes nunca la hizo pública. Dice:

Señor Alfonso Orantes.
Colonia La Rábida.
SAN SALVADOR.

Estimado señor:

Mucho agradezco su carta del 29 del pasado.

No recuerdo haber escrito la generosa y acaso justa epístola que me atribuye el señor Álvaro Menen Desleal, a quien no conozco; sospecho que se trata de un ingenioso mosaico de frases mías, tomadas de diversos textos y amplificadas por el mismo señor A.M.D.

Ya que el volumen consta de una serie de juegos sobre la vigilia y los sueños, queda la posibilidad de que mi carta sea uno de tales juegos y travesuras.

Suyo, muy cordialmente,

Jorge Luis Borges

Fiel al requerimiento, Borges no menciona nada sobre las acusaciones de plagio. Parece que había entendido el juego. Su volumen Cuentos breves y fantásticos constituye una espléndida estereofonía de voces tomadas en préstamo o robadas, mutiladas o editadas, de aquí y de allá, y en estricto sentido no podían considerarla como una obra propia... ni como un objeto de plagio.

La hoja que añade Sergio Ramírez a esta historia le hace justicia al brillante y ególatra Menen Desleal: “[Borges] dice “mi carta” (…) nunca la escribió, pero ahora la ha escrito. Es su carta”.

El escupitajo de Menen Desleal había pegado en el blanco. La verdad es la ficción.


***

Publicado originalmente en FronteraD

Imágenes:

Menen Desleal fotografiado por Mayra Barraza

Borges fotografiado por Daniel Mordzinski en 1978 (detalle). Imagen manipulada por Gluco

jueves, agosto 18, 2011

Menen Desleal y el fin de una era




Miguel Huezo Mixco  

Pocos minutos antes de morir, el escritor, dramaturgo y periodista Álvaro Menen Desleal fue declarado como Hijo Merítisimo de El Salvador por la Asamblea Legislativa. Se sabe que muchos de los diputados que levantaron la mano para aprobar ese reconocimiento apenas sabían de la vida y la obra de uno de los más personajes más importantes de las letras centroamericanas.  

Menen Desleal murió en el filo del cambio de siglo, en 2000, a los 69 años de edad. Después de haber peregrinado por medio mundo había vuelto a El Salvador para encontrase con un país muy diferente. Con sus ahorros puso una librería. Fracasó: la literatura importaba cada vez menos. Intentó llamar la atención sobre su obra, pero no pudo competir contra la espectacularidad de la matanza y el glamur de los políticos. La cosa sigue igual en nuestros días. 

Álvaro hizo narraciones de tipo urbano caracterizadas por el humor, el lirismo y lo fantástico. Su obra es contemporánea a la de Julio Cortázar y el “boom” de la literatura latinoamericana. Sus libros están más cerca de la sensibilidad de los jóvenes de nuestros días que las leyendas rurales que abruman la celebración del “bicentenario”.  

Fue un autor polémico. En 1962 ganó el segundo lugar (compartido) en el Certamen Nacional de Cultura de El Salvador con el libro “Cuentos breves y maravillosos”. El libro comenzaba con una “carta” donde Jorge Luis Borges adulaba a Menen Desleal. Aquello provocó un escándalo.  

El texto completo de la “carta” de Borges se publica en los “Cuentos (in)completos y maravillosos” (DPI, 2010). Así, ocupa el lugar que siempre debió tener: el de una auténtica ficción. La genial ocurrencia de Menen Desleal ha tenido fortuna: algunos han incluido la “carta” como parte de las obras del sabio argentino.  

La preparación de los “Cuentos (in)completos” comenzó en el año 2000, a cargo del escritor Rafael Menjívar Ochoa. Fue una carrera contra el tiempo. Los médicos le habían detectado a Menen Desleal un cáncer de páncreas. Álvaro dejó instrucciones y murió poco después. Menjívar Ochoa alcanzó a mirar la obra: recibió las primeras copias, en cama, a principios de 2011, aquejado de un cáncer que también lo terminaría matando. Todavía no se sabe cuándo se presentará esta obra que une a dos de nuestros mayores narradores.  

En su momento, el asunto de la “carta” de Borges hizo correr mucha tinta. Menen Desleal no solo fue atacado por crear una carta falsa. El poeta Alfonso Orantes también lo acusó de plagiar narraciones del libro “Cuentos breves y fantásticos”, de Borges y Adolfo Bioy Casares.  

El 11 de noviembre de 1963 un grupo literario convocó a una turbulenta mesa redonda, en el auditorio de la Facultad de Derecho de la Universidad de El Salvador, para debatir sobre la carta y los plagios. Los asistentes no sabían que asistían al fin de una época para la literatura. Unos años más tarde en ese auditorio se escucharían, principalmente, arengas políticas llamando a la guerra.
Menen Desleal consideraba que la apropiación, la imitación, la alusión y la colaboración son consustanciales al acto creativo. Han pasado cuarenta años. Desde entonces.


En nuestros días, el escritor Jorge Ávalos considera que Menen Desleal “cometió todos los pecados literarios relacionados al plagio: el robo de textos y premisas, además de la imitación, la paráfrasis y la falsa atribución de textos apócrifos con fines publicitarios”.  

Menjívar Ochoa, que fue su seguidor, aseguraba que “toda la literatura es un plagio y la historia, a través de sus inescrutables caminos, se repite y se copia a sí misma”. La polémica sigue abierta. 
  
(Publicado en La Prensa Gráfica, 18 agosto 2011)

Fotografía: Álvaro Menen Desleal, por Mayra Barraza
 

De visita en el norte de Morazán

María Tenorio

Ruta militar le llamaban antes a la que recorre varios pueblos del norte de Morazán: hoy se promueve como Ruta de la paz. En las vacaciones de agosto nos lanzamos a visitar, junto a un grupo de amigos, varios parajes que, hace tres décadas, eran zonas de control del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), una de las cinco organizaciones que formaron el FMLN. Aunque ahí se puede hacer “turismo de guerrilla”, es posible recorrer esos lares con otra mirada.

Para llegar a las cabañas El Ocotal, en el municipio de Arambala, sobre una bien pavimentada carretera hacia Perquín, tuvimos que atravesar la calurosa San Francisco Gotera. Nos detuvimos un rato en su mercado, donde abundan el achiote y las especies como la pimienta gorda, el comino y la canela. Una vez en las cabañas, tomamos el carro hacia Perquín, que nos recibió con una leve llovizna vespertina. El pueblo estaba transformado en un mercado: en cada casa se vendía algo y en un par de calles había ventas de souvenirs chinos, nacionales y “revolucionarios”, tales como gorras del FMLN, libros de Roque Dalton y camisetas de Monseñor Romero.

Perquín estaba de fiesta. El 19 Festival de Invierno recibía a los turistas que, en mayoría, llegábamos desde la capital. En el parque central había una tarima donde desfilaban grupos musicales frente a un público de permanencia voluntaria. Ahí fuimos testigos de la presentación de candidatas a princesa lenca: siete jovencitas ataviadas con distintas versiones del vestido de Pocahontas y llevando cántaros, morros o bateas, esperaban las decisiones del jurado calificador.

Candidatas a princesa lenca 2011
A la mañana siguiente tomamos el desvío de La Tejera para visitar el Bailadero del Diablo, un área natural caracterizada por formaciones rocosas. Es curioso registrar, en ese apartado sitio en medio de las montañas, al que lleva una calle sin pavimentar, la existencia de un motel (ahora en proceso de “honrarse” y volverse hospedaje familiar). Más abajo del Bailadero está el Llano El Muerto, una zona de pequeños ríos y cascadas que ha sido privatizada por varios turicentros y donde, a decir verdad, no nos atrajo permanecer.

Decidimos, entonces, volver a la carretera hacia Perquín para hacer fotos de las casas de migrantes que habían llamado nuestra atención desde antes. A ambos lados de la calle, en medio de los pinares, emergen, como flores exóticas, casas que recuerdan el estilo “americano” en sus fachadas y tejados. Nos sorprendió ver muchas construcciones en camino, sin duda varias alimentadas por las remesas que llegan desde los Estados Unidos. Es notable, en esta emergente arquitectura, la abundancia de balcones, ventanales y columnatas, el uso de piso cerámico y de vidrio azul “espejiado”.

Antes de emprender nuestro regreso a San Salvador visitamos el mariposario Almirante de Morazán, en el municipio de Jocoaitique. Quedamos convidados a volver para hacer un poco de turismo de guerrilla. Además del ya conocido Museo de la Revolución, otros pequeños museos se anuncian desde la carretera. También nos faltó ir al sitio conmemorativo de la masacre de El Mozote y al río El Sapo.

(Publicada en ContraCultura)

lunes, agosto 08, 2011

Se presentará "El perro en la niebla", de Roger Lindo


La publicación de “El perro en la niebla” de Roger Lindo está a cargo de la Dirección de Publicaciones, de la Secretaría de Cultura de la Presidencia.

La presentación se llevará a cabo este próximo jueves 11 de agosto de 2011 en las instalaciones del Museo Nacional de Antropología MUNA a las 6:00 p.m.

"El perro en la niebla" es probablemente la mejor novela salvadoreña de los últimos años. Fue publicada por primera vez en España por la editorial Verbigracia. Ver para creerlo: se hará una segunda edición en San Salvador.

La novela cuenta el “despertar” de Guille, un día lunes, y el cambio que experimenta su vida a partir de ese momento, puesto que ha decidido fundirse con las muchedumbres de obreros, trabajadores agrícolas, estudiantes y maestros que avivaban la hoguera donde comenzaba a arder el autoritarismo salvadoreño del siglo pasado.

Jacinta Escudos: "El libro de Róger Lindo es uno de los esfuerzos más serios y coherentes que he leído de hablar del proceso de la guerra civil en el país. Un libro que no busca polemizar ni testimoniar ni acusar ni encontrar culpables, sino simplemente contar una historia que les pasó a muchos, que nos pasó a todos" (Jacintario).

María Tenorio: "En el libro de Lindo me encontré con un joven sansalvadoreño de clase media que se involucra con el movimiento obrero y termina convirtiéndose en guerrillero, yéndose a la montaña. Un ejemplo de novela de formación, es decir, una sucesión de pruebas que hacen ser y crecer a un personaje literario. Guille, el protagonista, narra en primera persona una serie de aventuras que adultecen su mundo recién salido de la adolescencia: el amor, el trabajo, el compromiso político y la lucha armada, remojados en sobrias dosis de sexo, trago, "mota" y sangre" (Talpajocote).

Miguel Huezo Mixco: "Quien espere otra novela testimonial que celebra los actos heroicos de los luchadores sociales, se llevará una decepción. Lo que tenemos es la historia magníficamente contada del encuentro y el desencuentro de un joven y una joven que pertenecen a dos mundos que solo pueden acariciarse en medio de una catástrofe" (La Prensa Gráfica).


Un fragmento de la obra, en Letras de Los Ángeles

 
Un fragmento de la obra en Letralia

 
Róger Lindo (San Salvador, 1955) es considerado como un importante poeta. Su actividad literaria se ha desarrollado fuera de su país natal El Salvador. Desde 1991, vive en Los Ángeles, Estados Unidos y trabaja como periodista en el diario en lengua española «La Opinión».


Obras publicadas:

 
  • Los infiernos espléndidos (poesía) Editorial DPI, Colección Poesía. San Salvador, 1998


  • El perro en la niebla (novela) Editorial Verbigracia. España, 2008.

  • miércoles, agosto 03, 2011

    Jiquilisco, pueblo y bahía



    María Tenorio

    Desde chiquita escuché las anécdotas de mi padre sobre el inhóspito Jiquilisco. Que los domingos en las tardes, en los balcones de las casas, los niños aprendían los números contando los muertos de la jornada, los borrachos pendencieros que se mataban a machetazos. Que en la boda de no-se-quién el calor fue tan intenso que hubo más de un desmayado y que él se quedó sin comer por irse a descansar un rato bajo un ventilador. La extrema violencia y el calor sofocante, que mi papá cosechó como recuerdos de sus temporadas infantiles, lo disuadieron de llevarnos, a sus hijas, a conocer ese pueblo usuluteco donde se supone que nació mi abuelo, el coronel Jorge Tenorio.

    El mito de ese Jiquilisco de las historias paternas se rompió, para mí, apenas el fin de semana pasado. Como suele ocurrir cuando somos alertados en demasía sobre algo, el pueblo me pareció normal e incluso más agradable que otros. La vida en las calles era tranquila, aunque aderezada por una música de altoparlantes que podría calificarse de contaminación auditiva. El clima estaba fresco debido a las lluvias
    ; la gente era amable; abundaban las bicicletas. El parque Roberto E. Canessa estaba vacío a las 9 de la mañana; ahí nos dio la bienvenida la imagen de una recién pintada “Virgen Tránsito de María, patrona de todos los jiquiliscences”. Luego de devorar un par de pupusas en una esquina, a la vuelta de la alcaldía, continuamos el paseo.

    El plato fuerte de la excursión que me llevó a las tierras de mi abuelo no era el pueblo, sino la bahía de Jiquilisco. Nos internamos en ella desde un remozado puerto El Triunfo, situado muy cerca del pueblo. Allí tomamos una lancha en compañía de Juan Raúl, conocedor de la zona, que nos ilustró sobre las actividades pesqueras y la vida de las distintas especies que conforman aquel bellísimo paisaje bordeado por volcanes. Navegamos en un vestíbulo de tupidos manglares que nos hicieron recordar --oh, capitalinos nosotros-- las esculturas metálicas de Verónica Vides. Nos encontramos con dos restaurantes flotantes, estructuras suspendidas en las aguas de la bahía, a la espera de turistas. Llegamos, finalmente, a una oficina también flotante donde Juan Raúl nos presentó a otros pescadores quienes nos explicaron sobre técnicas, aperos y leyes de pesca. Volvimos al puerto, donde nos despidió una escultura digna de una Disneylandia criolla, un pirata al estilo del capitán Garfio antes de perder su mano.

    Más bahía nos esperaba desde el puerto Parada, unos kilómetros más alejado del pueblo de mi abuelo. Ahí nos embarcamos en la lancha conducida por el sonriente Tito. Esta vez los manglares formaban un laberinto que luego se abrió y nos llevó hasta la comunidad La Pirraya, formada en la década de los ochenta por desplazados de la guerra que hoy se dedican a la pesca y que han destacado por su maestría en el fútbol de playa. En el pequeño hotel del lugar, mitad edificado en tierra y mitad en el agua, comimos unos pescados inolvidables cocinados al vapor en papel de aluminio, rellenos de chile verde y cebolla. Para la siesta extrañamos no tener hamacas, pero la madera del embarcadero del hotelito se acomodó a nuestras espaldas y logramos echar un pestañazo.

    La incursión en la bahía terminaría con un baño en una playa cercana, donde la huella humana no se manifiesta en edificaciones de ninguna especie, sino en un reguero de livianos pero cuasi indestructibles desechos plásticos: botellas de bebidas y de medicinas en convivio con suelas de zapatos “decoran” las arenas de aquel lugar que apenas recibe visitantes. Mientras tomaba un baño entre las escasas olas de la bahía recordé lo que había dicho Juan Raúl en los inicios de la excursión: en temporada alta no hace falta que Coca Cola ni que Pepsi pongan vallas publicitarias; las aguas del puerto El Triunfo están cuajadas de botellas con esas marcas.

    martes, agosto 02, 2011

    Rubenia: mujer del bicentenario


    Miguel Huezo Mixco

    La joven María Feliciana de los Ángeles Miranda participó en el alzamiento contra las autoridades coloniales ocurrido en Sensuntepeque en diciembre de 1811. Aquel motín fue una de las numerosas manifestaciones de descontento que tuvieron lugar en la Intendencia de San Salvador. María Feliciana era un jovencita de solo 22 años. Su gesto de protesta de hace dos siglos ha llegado a fundirse con la leyenda.

    Esa leyenda dicta que las autoridades, tras reprimir la revuelta, condenaron a María Feliciana a recibir cien azotes, y que ella murió tras el septuagésimo latigazo. Aunque algunos historiadores dudan de la veracidad de este hecho (C. Cañas-Dinarte, “Historia de mujeres protagonistas de la Independencia”, 2010), en 1976, mediante decreto legislativo No. 101, María Feliciana fue declarada Heroína de la Patria.

    Doscientos años más tarde, hace solo unos días, en circunstancias distintas, falleció otra heroína: Sandra Villatoro, quien fuera conocida en las filas insurgentes con el nombre de “Rubenia”. Murió como una ciudadana más, tronándose los dedos para vivir con dignidad, víctima de una enfermedad implacable. Su nombre debiera quedar escrito en la memoria de este sociedad frívola que celebra el “bicentenario”.

    Sandra nació en 1961, en San Salvador. La indignación la empujó a unirse al movimiento estudiantil de secundaria. En mayo de 1980 llevaron a su colegio, el San Pablo, de Zacatecoluca, los cadáveres de cuatro dirigentes campesinos asesinados. El ejército cercó el centro escolar para evitar que les dieran sepultura. Así le surgió la conciencia. Fue a manifestaciones y, pronto, no tuvo más remedio que abandonar sus estudios, casa, familia, amigos, y huir. Así nació Rubenia.

    Cuando ingresó a Chalatenango, a la zona de guerra, en febrero de 1981 era solo una mocosa de 19 años de edad. La recuerdo alta, atractiva, con un hermoso rostro alargado, como de un retrato de Modigliani, cargando en sus espaldas un radio transmisor, de los que usaba el ejército. Escuchaba las órdenes y novedades de los puestos militares de Ojos de Agua, Los Ranchos, Las Flores y Las Vueltas. Adivinaba sus intenciones y, en lo posible, anticipaba sus movimientos.

    En octubre de aquel año el ejército lanzó un ataque sorpresivo en La Montañona, Chalatenango. Su unidad, en la que se encontraba el propio Salvador Cayetano Carpio (Marcial), fue prácticamente aniquilada. Carpio salió ileso de puro milagro. Rubenia anduvo varios días sola, perdida, aguantando hambre y sed.

    En 1982 fue capturada en San Salvador. La Cruz Roja la buscó hasta encontrarla, golpeada, flaca y enferma, en uno de uno de aquellos calabozos de la Guardia Nacional. La trasladaron a Cárcel de Mujeres donde pasó cinco meses. Cuando recobró la libertad, un abogado le ofreció ayudarla para que se fuera a Suecia, pero no quiso. Regresó a Chalatenango, y luego a San Salvador y, de nuevo, otra vez, a Chalatenango, sedienta de vida, jugando a la gallina ciega con la muerte.

    Al finalizar la guerra se retiró, callada y discretamente, sin esperar recompensa. Puso una tienda. Crió a sus tres hijos. Su última batalla –la peor-- fue contra el pedrusco canceroso que le brotó en la zona cerebral. Se lo descubrieron en marzo de 1999. La muerte le puso su aguijón, el 25 de julio de 2011.

    Sabemos que nadie correrá a fabricar un decreto que la declare Heroína de la Patria. Ni ahora ni en cien años. En el futuro, aunque esto parezca improbable, quienes conozcan su historia pensarán que se trata de una ficción proveniente de una época revuelta y llena de falsedades. Pero para entonces todos nosotros seremos solo lápidas y epitafios necios.

    (En la imagen, Rubenia, al centro, en un círculo, participando en una protesta del Comité de Presos Políticos de El Salvador (COPPES), en Cárcel de Mujeres, Ilopango, junio, 1985. Foto: Fundabril)