martes, agosto 02, 2011

Rubenia: mujer del bicentenario


Miguel Huezo Mixco

La joven María Feliciana de los Ángeles Miranda participó en el alzamiento contra las autoridades coloniales ocurrido en Sensuntepeque en diciembre de 1811. Aquel motín fue una de las numerosas manifestaciones de descontento que tuvieron lugar en la Intendencia de San Salvador. María Feliciana era un jovencita de solo 22 años. Su gesto de protesta de hace dos siglos ha llegado a fundirse con la leyenda.

Esa leyenda dicta que las autoridades, tras reprimir la revuelta, condenaron a María Feliciana a recibir cien azotes, y que ella murió tras el septuagésimo latigazo. Aunque algunos historiadores dudan de la veracidad de este hecho (C. Cañas-Dinarte, “Historia de mujeres protagonistas de la Independencia”, 2010), en 1976, mediante decreto legislativo No. 101, María Feliciana fue declarada Heroína de la Patria.

Doscientos años más tarde, hace solo unos días, en circunstancias distintas, falleció otra heroína: Sandra Villatoro, quien fuera conocida en las filas insurgentes con el nombre de “Rubenia”. Murió como una ciudadana más, tronándose los dedos para vivir con dignidad, víctima de una enfermedad implacable. Su nombre debiera quedar escrito en la memoria de este sociedad frívola que celebra el “bicentenario”.

Sandra nació en 1961, en San Salvador. La indignación la empujó a unirse al movimiento estudiantil de secundaria. En mayo de 1980 llevaron a su colegio, el San Pablo, de Zacatecoluca, los cadáveres de cuatro dirigentes campesinos asesinados. El ejército cercó el centro escolar para evitar que les dieran sepultura. Así le surgió la conciencia. Fue a manifestaciones y, pronto, no tuvo más remedio que abandonar sus estudios, casa, familia, amigos, y huir. Así nació Rubenia.

Cuando ingresó a Chalatenango, a la zona de guerra, en febrero de 1981 era solo una mocosa de 19 años de edad. La recuerdo alta, atractiva, con un hermoso rostro alargado, como de un retrato de Modigliani, cargando en sus espaldas un radio transmisor, de los que usaba el ejército. Escuchaba las órdenes y novedades de los puestos militares de Ojos de Agua, Los Ranchos, Las Flores y Las Vueltas. Adivinaba sus intenciones y, en lo posible, anticipaba sus movimientos.

En octubre de aquel año el ejército lanzó un ataque sorpresivo en La Montañona, Chalatenango. Su unidad, en la que se encontraba el propio Salvador Cayetano Carpio (Marcial), fue prácticamente aniquilada. Carpio salió ileso de puro milagro. Rubenia anduvo varios días sola, perdida, aguantando hambre y sed.

En 1982 fue capturada en San Salvador. La Cruz Roja la buscó hasta encontrarla, golpeada, flaca y enferma, en uno de uno de aquellos calabozos de la Guardia Nacional. La trasladaron a Cárcel de Mujeres donde pasó cinco meses. Cuando recobró la libertad, un abogado le ofreció ayudarla para que se fuera a Suecia, pero no quiso. Regresó a Chalatenango, y luego a San Salvador y, de nuevo, otra vez, a Chalatenango, sedienta de vida, jugando a la gallina ciega con la muerte.

Al finalizar la guerra se retiró, callada y discretamente, sin esperar recompensa. Puso una tienda. Crió a sus tres hijos. Su última batalla –la peor-- fue contra el pedrusco canceroso que le brotó en la zona cerebral. Se lo descubrieron en marzo de 1999. La muerte le puso su aguijón, el 25 de julio de 2011.

Sabemos que nadie correrá a fabricar un decreto que la declare Heroína de la Patria. Ni ahora ni en cien años. En el futuro, aunque esto parezca improbable, quienes conozcan su historia pensarán que se trata de una ficción proveniente de una época revuelta y llena de falsedades. Pero para entonces todos nosotros seremos solo lápidas y epitafios necios.

(En la imagen, Rubenia, al centro, en un círculo, participando en una protesta del Comité de Presos Políticos de El Salvador (COPPES), en Cárcel de Mujeres, Ilopango, junio, 1985. Foto: Fundabril)

2 comentarios:

  1. Las verdad, esta historia es una de muchas que no serán escritas y que en nuestro paisito, te conmueven y te llegan a la conciencia, te motivan a seguir en el camino, que muchos --mas que hermanos--nos indicaron, cuando entregaron sus vidas por los cambios en este país. Es un recuerdo que debemos fortalecerlo. Ella fue más, mucho más de lo yo creí. Fuí amigo de ella y del papá de sus hijos. Casualmente me enteré que ella lucho para combatir ese problema, que nos la llevó. La "Rube" la recordaré siempre. Gran compañera!!

    Juan Carlos

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  2. gracias Miguel por tan excelente artículo que nos recuerda a nuestra compañera Rubenia

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