María Tenorio
Hace pocos días los salvadoreños vivimos una especie de diluvio. Nos llovió sin parar por nueve días y nueve noches, del 11 al 19 de octubre, debido a la depresión tropical denominada 12E. En esa coyuntura, los medios de comunicación y los ciudadanos intentamos atrapar y expresar con palabras los detalles del fenómeno. Dos de las que se pusieron de moda durante el temporal fueron “alud” y “talud”.
Su semejanza en cuanto a la grafía, el sonido y el género masculino se desvanece totalmente cuando se ven su origen y su significado. “Alud” es un vocablo de origen prerromano con el que nos referimos a un derrumbamiento de nieve o de tierra. Es sinónimo de “avalancha”. Como dice el Diccionario de la Real Academia, alud es una “masa grande de una materia que se desprende por una vertiente, precipitándose por ella”. Así, tenemos el titular de un periódico del 17 de octubre recién pasado que decía “La Paz: Alud de tierra destruye seis viviendas, no se reportan víctimas”.
“Talud”, por su parte, procede de la lengua francesa y signfica, según el mismo diccionario, “inclinación del paramento de un muro o de un terreno” o, como explica Wikipedia, “un talud es una zona plana inclinada”. Algunas de nuestras carreteras abundan en taludes, pues fueron construidas rompiendo cerros; los cortes verticales de tierra y piedras, ligeramente inclinados, son los taludes. Por ejemplo, una noticia del 17 de octubre explicaba que se había ordenado la evacuación de la colonia Cima III “luego que ayer cediera un talud debido a las fuertes lluvias registradas en la capital”.
En esos nueve días, el agua llovida sobrepasó, con creces, los promedios de lluvia correspondientes a los meses de octubre de años anteriores. El líquido vital, derramado con tanta profusión desde los cielos, se convirtió en una fuerza destructiva que arrastró personas y animales por ríos y quebradas desbordados, derribó árboles, tiró puentes, hundió trozos de carretera, hizo desaparecer casas enteras, creó inéditas cascadas, anegó tierras cultivadas, pudrió cosechas. En suma, alteró la topografía nacional con graves consecuencias humanas.
Un temporal de esa magnitud, no registrado antes en nuestra historia escrita, se entiende como parte de un fenómeno que también es expresión de moda: el “cambio climático”. Fuimos partícipes --en incluso víctimas-- de dicha transformación que, en buena medida, se debe a las emisiones de dióxido de carbono producidas desde los países industrializados. No solo somos importadores de artículos fabricados por industrias que contaminan la atmósfera; también padecemos los efectos de la producción de los mismos.
Seis días después de iniciado el súpertemporal, la Asamblea Legislativa decretó estado de calamidad pública y desastre en todo el país. Los titulares de los periódicos, los noticieros de la radio y televisión usaban, además, las palabras “catástrofe” y “tragedia”. Los 32 muertos que dejaron las lluvias, los miles de damnificados, y la destrucción de infraestructura merecen esos y otros vocablos pertenecientes al mismo campo semántico, como se diría en Lingüística. En definitiva se trató de una “calamidad”, es decir, de una “desgracia o infortunio que alcanza a muchas personas”. También fue un “desastre” o “desgracia grande, suceso infeliz y lamentable”.
Su categoría de “catástrofe” es, asimismo, incuestionable: “suceso infausto que altera gravemente el orden regular de las cosas”. Solo pensemos que durante esos días el Ministerio de Educación suspendió clases “hasta nuevo aviso”, alterando la rutina nacional. Y, por último, las lluvias nos pusieron tristes, con pesar por todas las desgracias, y por no ver el sol y el cielo azul, de ahí que también sea adecuado emplear la palabra “tragedia”: “suceso de la vida real capaz de suscitar emociones trágicas”. Como vemos, disponemos de muchas formas de aludir al fenómeno y valorarlo, aunque cada una de ellas tiene distinto matiz.
El talpajocote de hoy estuvo educativo, alud y talud no es lo mismo, como salva cola y coca cola. Y me gusta el final, un mismo fenómeno interpretado de distintas formas. Te faltó el enfoque apocaliptico de algunos personajes que usan a la figura didáctica (dios), para decir que era un castigo por el pecado, lo escuché en los autobuses.
ResponderEliminarRaúl
Durante la emergencia de las lluvias, Diario El Mundo (ESA) divulgó en su cuenta de Twitter que a un muchacho había muerto dentro de su casa, aplastado, pues le había caído en LAÚD encima. Y TCS Noticias de lució cunaod una de sus "reporteras" dijo que una señora había muerto GRACIAS A QUE le había caído un paredón encima. Cosas de la lengua wanaka.
ResponderEliminarSaludes y saludos.
Carlos Cañas Dinarte