Miguel Huezo Mixco
Uno los mayores desafíos de la
imaginación es la representación del mundo interior de la locura. La obra “Los
más solos”, a cargo de la agrupación Teatro del Azoro, se introduce en la vida
cotidiana de un grupo de dementes, y el resultado es estremecedor.
El montaje revela la vida perturbada,
triste y solitaria de cuatro hombres condenados por asesinato, que cumplen su
condena al interior de un hospital siquiátrico. Ellos siguen viviendo las
pesadillas de la guerra civil salvadoreña y la iniquidad del aparato
administrativo que los hace vivir como escoria humana.
No deja de ser inquietante que sean
cuatro mujeres --Alicia Chong, Paola Miranda, Pamela Palenciano y Egly
Larreynaga-- quienes interpretan los papeles de esos tipos que cometieron
crímenes horrendos, precisamente contra mujeres. Más inquietante todavía es
darse cuenta, como se sabe desde el principio, de que la pieza está construida
a partir de las vidas reales de violadores, matricidas y torturadores.
Ese juego mediante el cual cuatro
chicas prestan su cuerpo y voz para dar a conocer el drama de los asesinos,
motivó al reconocido dramaturgo Roberto Salomón a preguntarse sobre la actitud
de las actrices y de la obra frente a los individuos que escogieron
representar: “¿Los defienden? ¿Los condenan? ¿Los justifican?”, escribió.
La respuesta al cuestionamiento de
Salomón lo dio más tarde la filóloga Mar Martín Manzano, indicando que la obra
consigue ir más allá del mero hecho criminal pues, en definitiva, “no son
únicamente los delincuentes los responsables del delito, sino toda la sociedad
que determina su comportamiento”.
Polémicas aparte, el montaje y la
actuación son sobresalientes. La obra consigue transmitir el clima desquiciado
en el que viven Víctor, Levy, Cerebro y Choreja, los cuatro bandidos.
Sobresaliente es también la manera en que las actrices consiguen transmitir el
lenguaje de esos locos, repleto de dobles sentidos, interjecciones y giros
lingüísticos, que le brinda realismo y comicidad a la tragedia. Ese trabajo
actoral que recurre al habla popular, alejada de las declamaciones líricas y
del lenguaje estandarizado, es esencial para retratar el carácter de los
personajes.
No quiero dejar de mencionar la genial
aparición en video de la actriz Ana Ruth Aragón, interpretando a una
predicadora que consuela a aquellos infelices diciéndoles que Dios les ha
perdonado. Ese fue, para mí, uno de los momentos estelares de la obra, porque
solo entonces me descubrí pensando, con rabia, que no eran los criminales los
que debían pedir perdón. La pieza había conseguido descolocarme.
La obra fue concebida por la agrupación
teatral después de la lectura de una crónica periodística sobre la vida al
interior del psiquiátrico de Soyapango. Las actrices fueron al hospital y
convivieron durante varias sesiones con los enfermos. A partir de esa
experiencia, compilada por Luis Felpeto y Egly Larreynaga, se produjo la obra
teatral. Carlos Martínez, autor de la pieza periodística, es el locutor de
algunas secuencias. Las fotografías de los pabellones y de los personajes de la
vida real son de Pau Coll.
Como hecho insólito, por iniciativa del
grupo, el pasado mes de marzo el Teatro del Azoro presentó esta obra ante más
de 1500 pandilleros, en el patio central del penal de Ciudad Barrios.
Esta agrupación vuelve evidente una
maravillosa paradoja: en un país donde no existe una escuela formal de
dramaturgia, el teatro vive uno de sus mejores momentos. La temporada de
presentaciones de “Los más solos” en el Teatro Nacional de San Salvador
finaliza este fin de semana.
(Publicado en La Prensa Gráfica, 30 de mayo de 2013)
No hay comentarios:
Publicar un comentario