Miguel Huezo Mixco
“Héroes bajo sospecha. El lado oscuro
de la guerra salvadoreña” (2013), de Geovani Galeas, reconstruye los móviles
políticos y las justificaciones ideológicas de algunos de los principales protagonistas
de la espiral de violencia de los años 70, que fue la antesala del estallido de
la guerra civil salvadoreña.
Este libro habla sobre lo que casi
nunca se dice: los métodos que utilizaron los adversarios políticos de entonces
para imponer sus puntos de vista e intereses. Fue una batalla, a menudo secreta, en la cual no es
fácil trazar una línea clara entre quienes son los buenos y quienes los
malos. Como sostiene el autor,
argumentos tales como la defensa de la patria o la conquista de la justicia esconden
la convicción de que en la guerra es lícito recurrir a todos los medios
posibles, incluyendo el asesinato, para derrotar al enemigo.
“Toda guerra obedece a ese principio, que a su vez se funda en la convicción de que el fin justifica los medios”, escribe Galeas en la Introducción. Por esta razón, “una buena parte de las decisiones y de los hechos de guerra se fraguan y se ejecutan en la clandestinidad, sin que de ello quede más registro que la memoria de los jefes y combatientes involucrados”, añade.
Para muestra, dos botones. Galeas reconstruye y pone en contexto las acciones de dos personajes: el general José Alberto (El Chele) Medrano, creador de la fatídica organización paramilitar ORDEN y jefe por muchos años de los servicios de inteligencia gubernamentales; y el guerrillero Alejandro Rivas Mira (Sebastián), fundador del Ejército Revolucionario de Pueblo (ERP), señalado como el autor intelectual del asesinato del poeta Roque Dalton. Según el autor, estos dos personajes implementaron, cada uno por diferentes razones, una manera de hacer política en la que pusieron aparte principios básicos de respeto a derechos humanos. Galeas va más allá: a su modo de ver Roberto D’Aubuisson y Joaquín Villalobos, respectivamente, fueron sus seguidores más aventajados.
Como si se tratara de una novela policíaca, Galeas sigue los hilos de la trama que hicieron posible que el poderoso general Medrano cayera en desgracia ante su amigo, el entonces presidente Fidel Sánchez Hernández. Según Galeas, Medrano acusó al presidente y a su ministro de Defensa, Fidel Torres, de malversar varios millones de dólares en la compra de armamento para hacer la guerra contra Honduras.
El autor también echa una mirada más aguda a las circunstancias que culminaron con el asesinato de Roque Dalton, para lo cual reconstruye detalladamente el tortuoso proceso de creación de los primeros grupos armados revolucionarios, en especial del ERP, y sus numerosas pugnas internas.
En ese
marco, pone de relieve la personalidad de Fabio Castillo
Figueroa, quien fuera rector de la Universidad de El Salvador y miembro del
grupo que derrocó a José María Lemus en 1960, situándolo no solo como uno de
los pensadores salvadoreños de izquierda más importantes de todos los tiempos,
sino también como activista político clave y hábil conspirador.
Más que
provocar enconos o defensas cerradas, esta crónica de Galeas debiera provocar
conversaciones y debates francos sobre la herencia que nos ha dejado la
violencia, y como esta se constituyó en la práctica, para derechistas e
izquierdistas, en “la partera de la historia”, como reza un conocido axioma
marxista.
Rico en detalles y anécdotas, debo lamentar que el
género adoptado, la crónica periodística, impida al autor ofrecer referencias precisas
de la documentación que tuvo a la vista para construir ese apasionante relato
sobre “el lado oscuro” del período heroico por
excelencia de El Salvador del siglo XX.
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