miércoles, mayo 12, 2010

La muerte de Sofonías Pereira

María Tenorio

El sábado 27 de febrero de este año don Sofonías Pereira vio la luz por última vez . En medio de una noche revuelta por lúbricos gatos en el tejado, don Chofo dijo adiós sin pompa ni ceremonia, acostado al lado de la niña Teba.

Varios años vivió entre nosotros este personaje, creado por la pluma de Francisco Andrés Escobar (1942-2010), en la sabatina sección Croniquillas que se publicaba en La Prensa Gráfica.

Sofonías era un hombre del pueblo en cuyas anécdotas y palabras se dibujaba la salvadoreñidad. Amaba el atol shuco, disfrutaba las procesiones de Semana Santa, tenía un hijo que había emigrado a los Estados Unidos y estaba siempre metido donde reventara el cohete. Sus interlocutores favoritos eran la Teba, su mujer; y Miguel Tadeo, su amigo. Con ellos comentaba sus preocupaciones cotidianas, sus reflexiones y sus lecturas. Su mundo también estaba rodeado de personajes de toda calaña, como don Meme que hizo pisto aprovechándose de los pobres. 

La desparición de Sofonías de las páginas del matutino nos puso en alerta sobre su creador, quien era muy disciplinado y puntual con sus textos. Personas cercanas supieron que Paco Escobar estaba enfermo, pero no cuán grave era su mal. Dicen algunos que andaba anunciando que pronto se iba a morir; eso no me consta.

Paco falleció el domingo pasado a sus 67 años en el Seguro Social y dejó instrucciones de que no le celebraran honras fúnebres y que dispersaran sus cenizas en el océano. La noticia de su deceso ocupó muchos bites en la red social de Facebook, donde se ha creado la página Relatos sobre don Paco para recordarlo con sus textos, sus enseñanzas y las anécdotas que de él guardamos quienes fuimos sus alumnos o colegas en las aulas de la UCA.

A diferencia de don Sofonías, de don Paco sabemos muy poco sobre su vida privada. Fue un hombre minimalista y, a su modo, excéntrico. Su atuendo, que ha sido destacado en las caricaturas creadas en su honor, era casi siempre el mismo: camiseta, jeans, chancletas y un maletín rústico de cuero. Dicen que no tenía casa: vivía en un cuarto en un convento o seminario cerca de la UCA. Tampoco carro: era usual verlo caminando, por ejemplo, en los alrededores de Jardines de Guadalupe.

Varias veces me lo encontré en la temporada navideña en la plaza central de Antigua Guatemala donde me presentó a su hijo. Eso era todo lo que sabía sobre su familia hasta que el martes 11 de mayo, se mencionara la presencia de sus hermanos y su hijo adoptivo en la misa que ofreció el departamento de Letras y Comunicaciones de la UCA. La reserva que mantuvo sobre su vida lo llevó a pedirle a La Prensa Gráfica, contra la norma, que no colocara una foto suya en su columna sabatina.

Tuve la dicha de ser alumna de Paquito, en Estilística y Teoría Literaria, en mis años de licenciatura en Letras en la UCA. Lástima que mi carrera, paradójicamente, no incluía cursos de redacción, me habría encantado tomar con él esa materia que hoy imparto en otra universidad privada. De sus lecciones recuerdo dos detalles: el xilófono con que nos enseñaba a escuchar el ritmo de la poesía; y sus exámenes de 30 cuestiones de opción múltiple (a, b, c y d) donde todas las respuestas eran la misma letra. Esto último --espero que mis alumnos no estén leyendo este texto-- lo replico de vez en cuando en mis tests.

Para concluir, les cuento una anécdota de hace 20 años cuando él era decano de la Facultad de Ciencias del Hombre y yo, encargada de Comunicaciones de la UCA. Ambos participábamos en el acto de graducación de la universidad. Esa tarde de un viernes Paco me agradeció que, en mi calidad de maestra de ceremonia, lo hubiera presentado como "el escritor Francisco Andrés Escobar, decano..." y no como "el licenciado". "Le agradezco por el título de escritor", me dijo y me regaló una sonrisa.

Enlaces:

Radionovela Martirio en la tarde, 2010 (autoría y actuación)

Croniquillas

Febrero 2010:
"La paz silente de la noche", 27 febrero 2010
"La burleta", 20 febrero 2010
"Si te vi, no me acuerdo", 13 febrero 2010
"San Juan no es la virgen", 6 febrero 2010
Enero 2010:
"Para desasosegar", 30 enero 2010
"Caín", 23 enero 2010
"El basurero del alma", 16 enero 2010
"Carta de un amigo dilecto", 2 enero 2010

Discurso "Santos históricos y moralistas sociales" pronunciado al recibir el Premio Nacional de Cultura 1995

Ilustración: Edwin Renato Mira/Oscar Independiente

2 comentarios:

  1. Guarnieri11:28 a. m.

    Hola María.

    La muerte desata al monstruo atávico más interesante de todos: el anecdotario. Y por esto mismo quiero hacer mi aporte, aunque obviando el minimalismo.

    Podría relatar algo sobre las ocasiones en que Roberto Monterrosa, Francisco A. Escobar y otros escritores llegaron de visita a casa de mis papás a inicios de los años ochenta y, cómo a mi mamá, él (Francisco), nunca le simpatizó...cuestiones de militancia. Yo tenía tres años, y si lo recuerdo es gracias a la memoria de elefante que tengo. O mencionar la ocasión en que él dejó olvidado en aquella casa el libro 'Fabulas', de David Escobar Galindo, el cual, por cierto, se convirtió en mi texto favorito. Pero si de visitas hablamos yo prefería ver llegar a casa a los partisanos declarados, y es que 'ellos' siempre me llevaban un pastel Lido, pero de los chiquitos. Los que eran sólo intelectuales me aburrían.

    Podría contar sobre la vez que vi, en ocasión de mi primer regreso a El Salvador hace cinco años, como él traía devuelta a su casa tiernamente cogida de la mano a Matilde Elena Lopez, después de encontrarla deambulando semidesnuda, como una bella náyade, en los alrededores de su hogar en Antiguo Cuscatlán.

    Pero mejor María voy a contarle sobre mi único encuentro adulto, cercano pero fortuito con él, y que tuvo lugar hace dos años en ocasión de mi segundo viaje de vuelta a éste bestiapaís. El estaba desayunando en un cafetín al interior de 'los moraditos' (el condominio sobre la 25 Calle Poniente). Desayunaba pupusas (la luna retratada sobre masa de maíz) pero sin añadidos (sin colchón de curtido ni salsa color rubí). Me le acerqué para presentarme. Me miró parcamente. Hablamos. Lo que me gustó más de la plática no fue su talante, sino el misterio detrás de la voz, fuerte pero compasiva, de Francisco A. Escobar. Su voz y su mirada delataban el bello linaje que exudan los herederos de Heraclito. Cada vez que me topo sin querer con un escritor que ha tocado mi vida para bien o para mal, siempre cargo conmigo un libro de su autoría, ¡qué raro verdad!, esto me ha pasado con Haruki Murakami, Alvaro Pombo, Kalman Barsy, etcétera. Y en esta ocasión no fue diferente, así que le pedí a Francisco A. Escobar que me autografiara su libro. Al despedirnos le dije, como todo buen nigromante o quizá debido a esa basura zen que practico, que la muerte ya lo andaba 'taloneando'. El asintió. 'La papalota no tarda en recogerme', fueron sus palabras exactas. El que muere por su gusto, la muerte bla, bla, bla.

    Lo que recién escribí no es una boutade, sino mi manera de deconstreñir la memoria para que diga algo sobre una persona que se instaló en ella de forma relevante y generosa. A la larga el samsara nos lo enviará de vuelta.

    Un Saludo.

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  2. Claudia Herodier2:01 p. m.

    GRACIAS POR ESTE REGALO INMENSO DE LO DE FRANCISCO ANDRÉS que, no sólo fue por salud, sino porque LPG se lo pidió, ya no pudo seguir escribiendo sus crónicas sabatinas.

    Fue en la misa que dieron en la UCA que alguien leyó lo que Francisco Andrés escribió a propósito de esta solicitud 'rara' de LPG. Tal vez sería bueno publicarla aquí mismo. No creen?

    Saludos

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