miércoles, julio 23, 2008

El alemán que quiso una cuchilla industrial

María Tenorio

Érase un alemán que vino al país a observar, de primera mano, cómo se elaboraban unos azafates o bandejas de madera, pintados a mano, que había encargado para distribuir en tiendas exclusivas de su país. Cuando examinó las primeras decenas (de varios miles que compraría), se incomodó mucho porque los agarraderos de las bandejas no eran simétricos.

--Esto es muy fácil de hacer. Solo se prepara una plantilla perfecta y, luego, en la máquina de recortar madera, la cuchilla sigue la plantilla. Sencillo. No aceptaré piezas mal recortadas-- dijo a la dueña del taller donde pintaban los azafates.

La dueña consideró pertinente visitar al carpintero en compañía del alemán, para que ambos se pusieran de acuerdo sobre la forma de recortar los agarraderos de los azafates. Asistí a esa expedición en calidad de intérprete.

Cada azafate tenía un diseño distinto dibujado y pintado a mano.

Un martes por la mañana fue elegido para atravesar la ciudad e internarnos en uno de sus populosos municipios aledaños. Al cabo de media hora de viaje estacionamos frente a un pasaje peatonal, en una calle cuajada de baches. Caminamos unos doscientos metros de casas y llegamos al taller donde el carpintero nos esperaba.

La sorpresa no fue solo del alemán, he de confesar. El taller era un cuarto amplio apenas iluminado, húmedo y muy desprovisto de maquinaria. El alemán no encontraba el aparato de recortar madera que su europea mente le sugería como apropiado para hacer los agarraderos de los azafates. Y no lo encontró, pues el carpintero hacía los recortes con una cuchilla semi-industrial bastante rudimentaria y gastada, adosada a una banca rústica de dudosa fijeza.

--Es imposible lograr los cortes que yo quiero con la maquinaria de que dispone este hombre-- nos dijo el alemán a la dueña y a mí. --Él necesita una máquina industrial para producir las miles de piezas que quiero... yo la voy a comprar para él. Dígaselo-- me indicó.

Hablé con el carpintero y nos dirigimos todos --alemán, dueña, carpintero e intérprete-- hacia la ferretería grande más cercana en busca de la súper máquina industrial con banca incluida y juegos de cuchillas para hacer, con precisión, todo tipo de recortes en madera. Encontramos una muestra de la deseada cerca del monumento a la Constitución, pero estaba incompleta: sin juego de cuchillas.

La búsqueda siguió. Aquella memorable mañana visitamos establecimientos de dos casas ferreteras más; tras consultar sus bases de datos nos dijeron que la máquina solicitada por el europeo no existía en el mercado. Podía pedirse por catálogo y tardaría varias semanas en llegar, con seguridad más de un mes. Pero el pedido no podía esperar: el tiempo de producción estaba medido para que los miles de azafates llegaran a puerto alemán a inicios del verano, temporada en que debían comercializarse.

La infructuosa búsqueda de la tecnología adecuada para hacer los miles de recortes terminó en la compra de la segunda mejor opción: una máquina semi-industrial que no satisfacía del todo al alemán y que alegraba mucho al carpintero. Esa compra selló el compromiso del hombre de la madera y de la dueña de que los recortes artesanales de los agarraderos serían lo más industriales posibles.

Semanas después los varios miles de azafates fueron enviados a su destino transatlántico, pero allá el alemán rechazó un buen porcentaje de los mismos por no satisfacer los estándares. El rechazo significó el no pago de esas piezas. Ese no pago significó un déficit que el pequeño taller de artesanías de mi madre --la mencionada dueña-- no ha podido superar, dado el desfavorable clima económico que se vive en estos días. Es muy probable que antes de fin de año su pequeño negocio cierre sus puertas.

3 comentarios:

  1. Anónimo9:17 a. m.

    Qué triste final para tan buena y divertida anécdota, Mari. Lo siento mucho por el taller de tu mamá. Un abrazo.

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  2. Cualquier cosa menos eso!
    El yagual no puede cerrar.
    Me gustan tanto sus artesanías.

    Nunca compro porque no tengo casa, y el estilo de mi mamá no comulga con el Yagual, pero soy fan.

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  3. No puede ser que cierre el Yagual!!!

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