jueves, abril 04, 2013

Headlands, California



Miguel Huezo Mixco

Durante más de cien años este lugar constituyó una plaza estratégica del ejército de los Estados Unidos. Por su posición dominante frente el océano Pacífico, luego del ataque japonés a Pearl Harbor, se instalaron baterías anti-aéreas. No muy lejos de donde escribo estuvieron emplazados los temibles misiles Nike, auténticos íconos de la Guerra Fría.  Sin embargo, aquí nunca se hizo un disparo contra enemigo alguno.

Marin County, al norte de la Bahía de San Francisco, California, pasó al dominio del Servicio de Parques Nacionales después de la firma de los tratados para la no proliferación de armas nucleares. Siete entidades no lucrativas emprendieron una serie de programas para animar la zona. Entre ellas está el Headlands Center for the Arts, que cada año convoca a artistas de todo el mundo ofreciéndoles un estimulante entorno para el desarrollo de la creatividad y las nuevas ideas.

El Centro, ubicado en el Área Recreativa Nacional Golden Gate, concretamente en el perímetro del antiguo Fuerte Barry, se fundó en 1982 por artistas, activistas y líderes sociales. La organización rehabilitó los edificios históricos, conservando el estilo de líneas simples de la arquitectura de inicios del siglo XX, inspirado a su vez en las construcciones de tipo colonial del naciente Estados Unidos.

Una invitación del Centro me permitió acceder a la beca que otorga para vivir y trabajar por una temporada con artistas de las más variadas disciplinas: artes visuales y musicales, dramaturgia, arquitectura y escritura.

Los artilleros de antaño, si pudieran volver, no creerían lo que aquí ha pasado. El edificio 944, uno de los cinco del complejo, fue originalmente ocupado por unos 250 efectivos. Ahora alberga una biblioteca, un surtido taller de carpintería y anchos estudios destinados a las artes visuales. Los servicios sanitarios de la tropa terminaron siendo una singular “instalación” que evoca, repetido hasta la saciedad, el urinario de Duchamp.

Como se proclama en su página web, uno puede estar seguro de haber llegado a un lugar apacible. Aquí es primavera, el aire es limpio y el paisaje extraordinario. Headlands no es solo un polo artístico sino también una parte del hogar de más de un millar de especies de plantas, mamíferos, aves, reptiles, anfibios, y también de una memoria ancestral. Quiero creer que los fantasmas que se dice pululan por estos edificios no son otros que los amigables miwok, los antiguos pobladores de este trozo de paraíso.

Un proyecto como este solo es viable si cuenta con el apoyo de entidades y personas visionarias que conciben al arte y la literatura como un espacio clave para la innovación y el conocimiento. Sharon Maidenberg, directora ejecutiva, define a Headlands como “un vibrante espacio para la creatividad artística”. No es fácil manejar las tribus de locos (gringos, nórdicos, europeos, latinoamericanos) que aquí se albergan. Para la convivencia hay normas y condiciones que se cumplen sin sacrificar la cordialidad y la espontaneidad.
                                                     
El Centro está vinculado con el mundo del arte estadounidense. Holly Block, Directora del Museo de Arte del Bronx, Nueva York, estuvo aquí para compartir su experiencia como curadora de la obra de Sarah Sze, que representará a Estados Unidos en la Bienal de Venecia. En un encuentro fortuito en la biblioteca, Block me habló con respeto de la recientemente fallecida curadora costarricense Virginia Pérez-Rattón.

Horas más tarde me enteré de la triste noticia del deceso de Rodolfo Molina, cuya desaparición también enluta al arte centroamericano. Aprovecho estas líneas para expresar mi admiración por su brillante trayectoria.


 (Publicado en La Prensa Gráfica, 4 de abril de 2013)

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