miércoles, julio 04, 2012

Bordando en inglés

María Tenorio

Desconozco cómo se llaman, en castellano, algunas de las puntadas con que decoro las muñecas de manta que estoy haciendo. Últimamente me ha dado por bordar a mano y, para recordar lo que sabía y adquirir nuevas técnicas, uso los dos mejores sitios web que he encontrado: Sarah’s Hand Embroidery Tutorials y Sarah Whittle, Contemporary Embroidery Artist. Ambos espacios, organizados de manera clara, presentan cada puntada con su nombre en inglés, su descripción y un conjunto de fotos que ilustran la ejecución y el acabado.

Un día de estos caí en la cuenta de que soy testigo de mi propio proceso de transculturación en el bordado: cómo adquiero un conocimiento práctico de otra cultura y lo integro en mi acervo de “bordados y puntadas”. También observo mi resistencia a adoptar, sin más, lo que no deja de resultar extraño. Así, el vestido de una de mis muñecas está bordado con distintas puntadas: seed stitch, diente de chucho, caballito y un rosetón hecho con spider web stitch. A mi descripción no le queda más que formularse en ingleñol o espánglish. Esa es la parte que me incomoda, donde me resisto: que no puedo decir todo en castellano.

Sin embargo, estoy encantada con los resultados. He podido autoinstruirme sobre puntadas que no tenía idea de que existían ni de cómo se hacían. Esto es el cambio cultural, la transculturación en escala micro. Por supuesto que ha ocurrido sin que nadie me amenace: yo misma he adoptado lo que me ha parecido bueno, incluso superior.

Intentando solventar la carencia lingüística, me puse a buscar manuales de bordado en español, como los de aquellas dos mujeres. Se trataba de encontrar traducciones para los nombres de las puntadas sin tener que inventármelos. La exploración fue frustrante; llegué a sitios de bordado muy mediocres, blogs anticuados, mal montados y con escasas instrucciones para las puntadas. Algunos simplemente ofrecían pésimas copias digitales de revistas con diagramas de indicaciones.

Más allá de los sitios instructivos, mi exploración en la web me ha hecho encontrar un mundo virtual de bordados que me revelan como esta actividad, que algunos juzgan como propia de viejitas, se renueva y se adapta a distintas estéticas. Algunas mujeres incluso llevan el bordado hasta el arte, combinándolo con el dibujo o la fotografía.

Tutoriales

La cultura anglo es más eficiente que la hispanohablante en la confección de manuales, instrucciones o tutorials. Las dos Sarah mencionadas, la una hindú, la otra inglesa, se han tomado el trabajo de producir completos y sencillos tutoriales, con fotos y breves explicaciones propias. Además, ambas abren sus sitios web a comentarios de las usuarias que los consultamos desde distintas partes del mundo. La Sarah hindú ha montado, además, un diccionario de imágenes, donde no son los nombres sino las fotos de las distintas puntadas las que conducen al tutorial.

Me pongo como contraejemplo de la superioridad cultural anglosajona en cuanto a la producción de manuales: me he desanimado rápidamente al intentar hacer un tutorial. Cuando tomo las fotos no me queda bien toda la serie, o me doy cuenta de que falta alguna foto crucial para completar el proceso. Cuando intento explicar un paso que debe hacerse no encuentro las palabras adecuadas (y los ejemplos están solo en inglés). En fin, me conformo con usar el conocimiento que otras han producido. Quiera o no quiera, el método de instrucción que tengo a la mano me hace que borde en inglés.

Cuando bordaba en español

Di mis primeras puntadas cuando tenía menos de diez años. Mi abuela materna me introdujo a las básicas: el hilván, el pespunte, el punto atrás, la cadenilla, el relleno, el diente de chucho y el caballito/punto de sombra. Cuando fui adolescente, mi abuela me enseñó su puntada “estrella”, la que ella adoraba: la palestrina, que consiste en una línea de nudos. A las mujeres de la familia nos pareció curioso el nombre y hasta pensamos que era inventado; pero, en mis recientes exploraciones de la realidad virtual, he encontrado la palestrina, con ese mismo nombre en inglés, como distinguida integrante de la familia de nudos o knot family.

Sin duda que los fundamentos recibidos me pusieron en posición ventajosa en el colegio de niñas donde también fui entrenada en el bordado. Así, no se me hizo imposible --como a la mayoría-- finalizar manteles para el día de la madre y pañuelos para el día del padre. En la casa podía consultar a mi madre o sus revistas de manualidades para aclarar dudas o solventar problemas en la ejecución de esas tareas tan femeninas que yo, lejos de rechazar, disfrutaba.

Cuando, el año pasado, quise ponerme a bordar busqué revistas en la web y me descargué varias, en inglés, en francés y en japonés. Me he hecho seguidora, en plataformas como Flickr y Pinterest, de mujeres que bordan (no tengo registrado ningún hombre que incursione en este maravilloso mundo) y de artistas del bordado. He compartido mis trabajos también en esos mismos espacios y me siento parte de esa comunidad imaginada, feminizada, de las que disfrutamos de herir la tela y dejar huellas con hilo.

Ilustración: Bordado de la autora, en proceso.

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