María Tenorio
Me acerqué a El Tercer Reich (Anagrama, 2010) con una sensación ambivalente: por un lado, el entusiasmo de leer una novela de Roberto Bolaño (1953-2003); y, por otro, la sospecha de ser víctima de una trampa editorial. Alguien, cuya opinión respeto, me dijo que se trataba de un texto de juventud cuyo autor nunca quiso publicar, una mera estrategia comercial diseñada para incautos (o fanáticos) como yo. No obstante, esta obra póstuma, publicada 21 años después de escrita, me ha parecido mejor que otros libros del célebre chileno.
El Tercer Reich no es una ficción histórica sobre la Alemania nazi. Alemanes son su personaje principal y varios de los que le acompañan en su estancia en un pueblito de la costa catalana. Udo Berger, el joven protagonista, vuelve al hotel Del Mar, donde temporaba con sus padres, pero esta vez junto a su novia Ingeborg para pasar las vacaciones del verano. Entre las salidas a la playa, a los bares y a las discotecas, la pareja traba relación con los conflictivos Hanna y Charly, los españoles el Lobo y el Cordero, y el extraño Quemado. Además, Udo se reencuentra con la enigmática Frau Else, la dueña del hotel. En ese mundillo de personajes se desenvuelve el relato.
El título lo toma la novela del wargame, el complicado juego de mesa del que Udo es campeón en su país natal. El joven instala un tablero en su cuarto del hotel para entretenerse mientras Ingeborg disfruta del mar. Debe preparar un artículo para una revista especializada, además de practicar Tercer Reich para enfrentar al campeón estadounidense Rex Douglas en Francia. (Confieso que me salté las partes dedicadas a explicar los movimientos del juego, que abundaban en nombres de generales, batallas, ciudades, armamentos. Menos mal que Bolaño no abusó de esos detalles.)
La novela, de 360 páginas, está escrita en forma de diario por Udo Berger, quien se propone destinar parte de su día a registrar los acontecimientos del hotel Del Mar así como los movimientos de su juego. A diferencia de otros libros de Bolaño que he leído, este está narrado cronológicamente por una misma persona sin mayor recurso a saltos de tiempo, lugar o perspectiva. En ese sentido es una novela "tradicional", sin mayores alardes técnicos, con un hilo fácil de seguir. Su riqueza reside en la progresión de la trama, que va complicándose hasta tornarse angustiosa. Una especie de thriller o, como dice el reseñador Roberto Careaga, una novela policial sin asesino. El ambiente playero, que inicia con sol y bañistas, va poco a poco llenándose de sombras y de amenazas que nunca sabemos si llegarán a materializarse.
Destaca en este libro el lenguaje de Bolaño: claro y, a ratos, opaco; directo, pero también sugerente; fluido, aunque, por momentos, dilatado y lento. Sin duda, las palabras son el instrumento que convierte a esta historia en una pieza estética. Estoy de acuerdo con que la novela podría haberse editado y contado en menos páginas, como sugieren algunos reseñadores. Sin embargo, eso no deja de ser un lugar común cuando de obras extensas se trata. Algo semejante podría decirse de Los detectives salvajes (1998), del mismo Bolaño.
Pero les decía al principio que me gustó más que otras novelas del autor: me refiero a Una novelita lumpen (2002), Nocturno de Chile (2000) e incluso Estrella distante (1996). En mi opinión, El Tercer Reich es una obra más completa o redonda que las mencionadas, con personajes bien logrados --en particular, el protagonista--, una historia bien contada, y un lenguaje que genera suspenso. En definitiva, no me sentí timada por el editor. Sigo con ganas de leer más de Bolaño y, por fortuna, todavía tengo varios títulos pendientes.
(Publicado en Contracultura, 26 octubre 2010)
Ilustración: International Toy Soldier Gallery
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