María Tenorio
Al teatro se le ha atribuido, desde hace siglos, una función educativa. El periódico sansalvadoreño El Amigo del Pueblo (1843) advertía que "el teatro es una escuela práctica de moral y buen gusto, en donde las artes liberales, y sobre todo el ejemplo, concurren a suavizar las costumbres y extirpar los malos hábitos". Recordé esta cita decimonónica cuando me disponía a escribir este comentario sobre el espectáculo infantil "Enanos y gigantes" que presencié el pasado sábado en el auditorio del MUNA (Museo Nacional de Antropología).
Dos lecciones nos ofreció, a grandes y pequeños, la pieza teatral del grupo español Sol y Tierra, que se presentó como parte del FITI (Festival Internacional de Teatro Infantil): la aceptación de la diversidad, y la búsqueda del balance entre trabajo y diversión. La obra trataba sobre el particular encuentro entre el enano Colibrí y el gigante Margarito, representantes de pueblos vecinos que no se relacionaban pues se tenían desconfianza. Mientras los enanos vivían dedicados a divertirse, los gigantes eran adictos al trabajo. No obstante, un buen día, Colibrí se aventuró a cruzar el desierto rosado hasta llegar a la tierra de los gigantes... y se hizo amigo de Margarito.
A juicio de mi hermana y mío, la pieza debió haber concluido allí, con esa rica amistad que volvería trabajadores a los enanos y enseñaría a jugar a los gigantes. He de decir que el ritmo lento y el carácter repetitivo de aquella lección de "moral y buen gusto" nos tenía un tanto exasperados a los adultos que acompañábamos a nuestros pequeños esa mañana de sábado. Una señora mayor, vestida de rojo y sentada en la fila frente a la nuestra, se entregó a una siesta mientras los dos actores desplegaban sus dotes; al mismo tiempo, un padre de familia caminaba azorado por el pasillo opuesto.
Pero la historia continuaba con un personaje un tanto insulso, aunque ciertamente provocador: el Pato Sabio. Este habitante del desierto rosado debía aprobar la amistad entre los disímiles Colibrí y Margarito, pues no era bien vista por los demás enanos. El Pato Sabio, lo confieso, me ha dejado pensando que en nuestra cultura occidental y teísta la sanción de alguien más --una autoridad-- es requerida para desafiar el estatus quo y sentirse a gusto en una situación que, por costumbre, ha sido objeto de prohibición. ¿Será que se necesita de un "pato sabio" para actuar en contra de la corriente? Ahí les dejo la pregunta.
Los niños y el espectáculo
Ahora bien, desde la óptica de los niños, no temo afirmar que la obra les gustó y los entretuvo mientras recibían su ración de valores morales. Los seis "enanos" de nuestro grupo familiar, cuyas edades oscilaban entre los 3 y los 8 años, estuvieron muy atentos a lo que lentamente les ocurría a Colibrí y Margarito. Tampoco se resisitieron mayor cosa a seguir las indicaciones del cuentacuentos cuando nos ponía a aplaudir, a agitar los brazos, o a tocar la nariz de nuestro compañero de butaca. Ninguno pidió irse antes de que concluyera la función.
En relación con el espectáculo como tal, esperaba más de un grupo teatral procedente de España. El decorado era, para mi gusto, demasiado sencillo: una pared cubierta por telas que simulaban un valle, un desierto y una montaña. El títere que hacía de Colibrí parecía un simple muñeco de trapo. No así el gigante Margarito, que lucía una elaborada máscara azul con un gran nariz. Sin embargo, he de admitir que los actores eran simpáticos y cercanos. Prueba de ello es que varios niños subieron con entusiasmo al escenario, para actuar en la obra, y que, al final, otros tantos saludaron y se tomaron fotos con los personajes.
En suma, cuando asisto a teatro para niños espero divertirme al tiempo que recibo la consabida lección. Voy dispuesta a dejarme embrujar por las magia de la representación. Si bien entiendo que el ritmo para contar una historia varía según la audiencia, algunos shows para "enanos" logran encantar también a los "gigantes". Lamento decir que este no fue el caso. Espero tener más suerte en la próxima.
(Publicado en Contrapunto, 12 octubre 2010)
Ilustración: "Giant Sleeping" (1984) de Barry Moser
Quiero felicitarles por su espacio cultural. Me parece uno de los mejores que tenemos el placer de disfrutar y aprender... disfrutar y aprender.
ResponderEliminarUn armonioso trabajo de equipo.
Jorge Castellón