miércoles, enero 21, 2009

Ríos de lágrimas

María Tenorio

Todo limpito y peinado con su camiseta de "gol" y su nueva lonchera posó para la cámara. Chiiiis, le dijo su madre. Chiiiis, su hermana mayor. Vamos al kínder. Es el primer día. Un año cinco meses y kínder. Van los tres juntos en el carro y cuando llegan frente a la puerta del centro educativo, cruza las piernitas sobre el asiento y las entiesa. Ay. No se quiere bajar, comentan madre y hermana. A la fuerza, para afuera. Y los pasitos entre las primeras lágrimas de aquella mañana que serán dos horas continuas de llanto con esas desconocidas, las mises, las profes. Vomita y la mis, con el auricular en la mano derecha, señora, venga a recoger al niño que se ha puesto mal. Ay. Qué tortura, pero es lo mejor para él.

Lo mejor para todos los críos que esa mañana de lunes preelectoral derramaron ríos de lágrimas. Rito de paso. Dejar la casa, dejar la pacha. Las madres trabajan, las empleadas domésticas no dan abasto, los niños deben integrarse a la fuerza estudiantil. Las mises, de locura, limpiando lágrimas, limpiando mocos, pámperes untados, vómitos de distintos sabores. Los trapeadores tras tras. Y no llore mi niño que su mami vendrá más tarde por usted. Prematernal, maternal, prekínder, kínder y cuando van a prepa ya son "bachilleres" y se gradúan. Tienen años de experiencia. Y les esperan doce o trece más para que queden hartos de la vigilancia y del control de las cárceles educativas. Ay. Es lo mejor para todos.

Si se divierten, niña. Pasan rebién. Les encanta. Fulatino ama su kínder y la Sutanita llora cuando tiene vacación. Pasan jugando, no creás que los ponen a estudiar. Hoy ni a leer les enseñan tan luego. Apenas a contar del uno al diez, en español y en inglés. La mis es bien cariñosa, cómo la quieren, todos la rodean. El mío lloró todo el primer mes. La mía lloró apenas una semana. Ya verás que rápido se acostumbra. Hoy se comió sus dos sangüichitos, que llevaba en su lonchera. Iba tan lindo, pero regresa tan sucio, todo revolcado. Le cambiaron de ropa. Vuelve agotado a la casa, hace una siesta larga y pasa toda la tarde cansado. Ay. Ya llora mucho menos.

Mises con mandiles de colores los reciben en la mañana y los despachan de regreso a casa al mediodía. Muros pintados con miquimauses de todos colores, palacetes, princesas y muñecos de palitos decoran las prisiones de infantes. Divertidos juegos plásticos en los patios, en los cuartos de las casas que hacen de kínderes. Papel bond y papel periódico, goma blanca y lana gruesa. Agujas capoteras para las mises y tijeras tris tras tris para recortar figuras de caballos, leones y dinosaurios. Vaya, miamorcito, hoy vamos jugar a los animales y vos eras un delfín y vos un tiburoncito. Pero ya no llorés, papito, que tu mami va a venir por vos dentro de un rato.

Ilustración por Ana Lucía Starr Tenorio

1 comentario:

  1. Me he sentido identificado con tu historia. Todos, de niños, pasamos por ello, pero ahora que somos padres vivirlo con nuestros hijos es recordanos en esa época. ¿No crees? Gusto de leerte.

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