viernes, diciembre 26, 2008

Todos moriremos, no solo los cobayas

María Tenorio

Ocurrió esta mañana. O, más probablemente, en la madrugada. RR me llamó por teléfono a las 10 para comunicármelo. Su natural inexpresividad cedió ante la ingrata sorpresa de encontrar al pequeño roedor, blanco y tierno, decapitado en el jardín de mis padres. "Lo hallé cuando iba a darles de comer a los cobayas", me dijo. "El otro está muy asustado y se ve triste". Sin duda ha sido una pérdida para el sobreviviente que, nunca sabremos, pudo haber sido testigo del crimen cometido entre las sombras de la noche.

Desde el otro lado del teléfono, sin nunca ver el cádaver de la pequeña mascota, especulé sobre el asesino. Mi imaginario sobre animales domésticos me sugería que se trataría de un gato. "Lo extraño es que no había una gota de sangre", comentó RR, el guardián de la casa de mis padres. "Ha tenido que ser un animal grande... quizás alguna culebra", sentenció desautorizando mi inclinación felina. El chupacabras, dijo Miguel horas más tarde cuando le revelé el cobayicidio. "Por eso de que no hubo sangre."

Lo cierto es que un ser vivo atacó y mató al pequeño animal, blanco y tierno, en el lugar mismo donde mis sobrinitos se solazaban jugando con él y su otro compañero cobaya. Los niños no se han enterado, están fuera del país. Seguramente cuando vuelvan, mi madre --que tampoco lo sabe porque también está fuera-- habrá adquirido en alguna tienda de mascotas a otro pequeño, blanco y tierno cobaya o cuy o conejillo de indias, que cualquiera de esos nombres recibe la especie en cuestión. Mi madre, creo yo, lo haría para evitar que los niños sintieran tristeza por la pérdida de su mascota. Querría sustituir al extinto con otro animalillo de características similares: pequeño, blanco, tierno, con una manchita oscura en su ojo izquierdo.

Yo pensaría que es conveniente enfrentar a los niños con el hecho ineluctable de la muerte. Todos moriremos, no solo los cobayas. ¿Por qué no aprovechar esta oportunidad para hablar sobre evento tan natural en la vida? Imagino que, si mis sobrinitos reconocieran al cobaya impostor, se les diría que su verdadera mascota está en el cielo, tocando un arpa para cobayas en compañía de ángeles-cobayas, disfrutando de la paz y la calma eternas que todos los buenos cobayas merecen. Muchos adultos usan la metáfora del "cielo" para disfrazarles a los pequeños la realidad de la muerte, edulcorarles el sentimiento de pérdida y ayudarles a sobrellevar el duelo. Pero, bien mirado, el cielo es una nada sencilla abstracción que los niños aceptan de manera condescendiente, para no ver a sus padres en aprietos.

Es preciso, en este momento y con estas imaginaciones, hacer un mea culpa. "¿Qué hará con el cobaya muerto?", le pregunté a RR esta mañana, a las 10 pasaditas, luego de haber recibido la triste noticia. Me acuso de no haber evitado que su cuerpecito sin cabeza fuera depositado por RR en la basura para realizar su viaje fúnebre en un tren de aseo de la comuna capitalina. No hice nada por dar sepultura al occiso. Su cadavercito se convirtió en desecho sólido y orgánico, como una cáscara de guineo o la osamenta del chompipe navideño. El tierno, blanco y pequeño conejillo de indias, cuyo nombre no recuerdo, ha terminado en una vil bolsa de plástico negro, y no hay lugar en esta tierra para recordarlo con una crucecita y derramar alguna lágrima.

La ciudad es un lugar peligroso. No solo para los humanos.

3 comentarios:

  1. Me ha gustado este post. Al inicio parece cuento. Luego eso de enfrentar a los niños con la muerte me parece necesario, pero yo no me atravería a hacerlo, no sabría cómo, a pesar de que a los 9años me encontré con la muerte de mi padre. Y nadie me quiso explicar algo, excepto mi bisabuela, que murió al año siguiente.

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  2. Desde los 7 años mi abuela me decía: "lo seguro que todos nos vamos a morir, no importa si se es rico, pobre, feo o bonito"...y se lo agradezco tanto porque de esa manera fui aprendiendo que la muerte es dolorosa pero a la vez un paso más...que cuando la señora muerte llega hay que recibirla con humor...pero sobre todo vivir con humor ya sea blanco, negro, rojo..pero con humor!!
    Niña María ..aprovecho este espacio para felicitarla por un nuevo año de vida que proximamente tendrá ...que los santos niños inocentes le permitan siempre vivir con esa energía y humor y así poder bromear muchos años más con la señora muerte..

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  3. Dios! Por este medio me he enterado de la muerte de "Tumbo" (así se llamaba el occiso). Soy Eugenia, madre de los niños a los que María quiere exponer a la realidad de la muerte. Creo que tiene razón tía... hay que enfrentar a la muerte con franqueza, sin embargo mis hijos están en una etapa muy concreta y necesitarían ver el cadáver para comprenderlo. Es un poco tarde ya para eso. Gracias de todos modos por el triste relato. Quede constancia de que en el norte del continente, a 7 grados bajo cero, se ha derramado una lágrima por el señor Cobaya.

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