jueves, junio 12, 2008
Volver a leer El asco
Miguel Huezo Mixco
Pocas obras han causado en El Salvador tanto magnetismo y, a la vez, tanta repulsión como “El asco”. Esta breve obra de Horacio Castellanos Moya, publicada en 1997, fustiga sin piedad a los principales personajes que emergieron en el mundo salvadoreño de la posguerra: a los frívolos asesinos, a los políticos, también a algunos respetados íconos nacionales de la literatura, a los arribistas y a quienes, bien escondidos en la profunda retaguardia de su poder, alentaron con su pluma la carnicería del conflicto armado salvadoreño.
Vista una década después de su publicación, es necesario insistir en que esa novela plasmó la frustración de la posguerra salvadoreña. La virtud del texto reside precisamente en darle un “cuerpo literario” y convertir en una ficción las amargas expresiones de desencanto hacia el país de finales del siglo XX.
Si recordamos los hechos, cuando Horacio publicó su novela no sólo había comenzado a detenerse el flujo de retorno al país de muchos migrantes llenos de esperanzas por el fin de la guerra, sino que se estaba produciendo una corriente de salida todavía mucho mayor que convirtió a los salvadoreños en una “inmensa minoría” de por lo menos dos millones de personas dentro de Estados Unidos. Los éxitos del modelo económico implementado a partir de 1989 por el primer gobierno de ARENA habían comenzado a pasar del triunfalismo al estupor, la curva del subempleo comenzaba a convertirse en una cima cada vez más difícil de remontar y la violencia social alcanzaba las dimensiones de una epidemia.
“El asco” fue, como escribí cuando recién se publicaba, la amarga síntesis de una época. Muy poco ha cambiado en El Salvador desde la publicación de “El asco”. La nueva contienda política ya ha puesto en marcha las maquinarias del lenguaje destinadas a corromper hasta el aire que respiramos. Basta con abrir los diarios. Si bien no tienen la virulencia de los años del periodo bélico, los deseos de revancha, la baja autoestima nacional, la exaltación del nacionalismo como tópico principal de la esfera pública, la transformación de la información en propaganda y de la propaganda en verdades incontestables siguen desencantando a miles de personas, especialmente a los jóvenes que prefieren lanzarse a los peligros de cruzar los desiertos del norte para ir a trabajar, mientras se lee que aquí todo va bien, y que todo iría mejor si no fuera por los criticones.
Con todo, la obra tiene su asiento en la esencia del personaje, el migrante Edgardo Vega, un salvadoreño común y corriente que probó otras mieles, y que reacciona con una mueca de burla y desdén hacia el país a donde ha vuelto. Algunos de esos ataques se lanzan, por eso mismo, hacia tópicos sagrados de la salvadoreñidad que el personaje desprecia. Esos ataques son los que han provocado las reacciones más enconadas en El Salvador, al punto que algunos han sugerido que el libro es una lectura nociva para la juventud.
Pero el mecanismo oculto del monólogo de Vega no es tanto el evidente asco que siente hacia la sociedad de sus orígenes, sino la revelación de su propia intolerancia. Una intolerancia que, si volteamos la página hacia la realidad del país allí representado, alentó persecuciones y produjo homicidios. Hijo y protagonista de su sociedad y de su tiempo, aquel personaje no parece enterarse de que él mismo resulta ser parte de toda esa basura que detesta. Ese es el espejo terrible de la obra. En esto reside, en parte, algunas de las contrariedades que despierta.
(Publicado en La Prensa Gráfica, 12 de junio de 2008)
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Estimado MH:
ResponderEliminarAnalizado así como lo has hecho, realmente a la novela “El Asco” parece una “pieza de literatura”.
Yo, igualmente, leí el editorial de Enrique Altamirano en el que despotrica contra “El Asco” y concuerdo que con su pluma, desde la comodidad de su sillón, alentaó la carnicería…
Actualmente la senilidad e impunidad del ingeniero también alientan a la locura extrema de la derecha (ojo, no soy de izquierda) a ver todo de manera tan simple: los pobres son pobres porque ellos quieren, la deforestación es culpa de los pobres, los guerrilleros fueron una manga de vagos, etc.
Sin embargo con respecto al libro, a mi me pareció un simple listado de las cosas que a su parecer desprecia del país: la pasión por el futbol, la cerveza Pilsener , y otras tantas costumbres. Álvaro “Menen Desleal” también escribió algo así en Luz Negra, pero esa si es una pieza de literatura, pero Castellanos Moya, lo que hizo fue vomitar contra el país.
Me parece que es una obra que tiene que ser leída, se pueden sacar conclusiones para todos lados, pero no creo que merezca el análisis compendioso, ni justificarla diciendo que es el retrato de una época.
A muchos emigrantes les pasa lo mismo. A mi me ha pasado cuando en los 80’s viví en Italia y ahora que lo hago en Tegucigalpa. Vemos a El Salvador y realmente, por decir algo suave, da lástima. No es que Tegucigalpa sea mejor, pero si se ve mejor el país de uno desde fuera.
Sin duda estamos atestados de ridiculeces, injusticias y más, pero porque Castellanos Moya se haya tomado una tarde en decirlo desde su muy particular punto de vista, lo cual es un derecho y hay que defenderlo, pues hombre, como te digo, no me parece una obra en la que hay que detenerse mucho.
A parte de ello dice muchas cosas que son abiertamente exageradas. Sólo por citar un ejemplo: el futbol. En nuestro país da asco por todo: directivos, afición, jugadores, etc., pero de allí tildarnos que somos estúpidos por ser apasionados del futbol ¿Quiénes? Si los salvadoreños no vamos a los estadios. Las finales no se llenas y las semifinales con dificultad va la gente a los estadios. Si los vez llenos es porque son estadios de pueblo que a penas caben 1,000 personas. ¿si los estadios siempre están vacíos? Una apreciación exagerada y sin contacto con la realidad. Más me parece que critica a El Salvador que él dejó no el de 1997. Hay más cosas en las que HCM exagera, que no son ciertas que nos apasionen y que le restan validez al título que vos, con el evidente aprecio que le tenés, le estás dando de la foto de una época.
Gracias por tu tiempo y por cierto sos de los que mejor escriben, pero acá, con todo respeto, resbalaste.
“Errare humanun est”, pero acá te pasaste de humano.
Saludos.
Carlos Ernesto Alvarenga Arias.
Abogado.
Hola don Miguel, mi nombre es Josue y soy costarricense, hace poco un amigo salvadoreño me recomendo leer a Castellanos Moya y ya he leido algunas de sus novelas, la ultima de ellas fue El Asco asi es que cuando vi el titulo de su articulo en la Prensa Grafica sobre este libro me llamo la atencion.
ResponderEliminarComparto su opinion cuando escribe que el asco de Vega hacia El Salvador es un reflejo de su propia intolerancia. A lo largo de la obra el personaje lo unico que hace es demostrar su total intolerancia.
A veces cuando hablo con amigos salvadoreños percibo que en cuestion de politica la intolerancia hacia puntos de vista distintos a el propio es evidente, la mayoria de mis amigos apoyan al FMLN y a veces creo que ellos piensan que ese partido monopoliza la verdad y la justicia social, pero al leer las opiniones en El Diario de Hoy me parece que sectores de la derecha salvadoreña piensan de la misma manera.
Me parecio muy interesante su blog, sobre todo lo conciernente a la poblacion indigena salvadoreña.
Bueno don Miguel, espero que no le moleste que un extranjero opine sobre politica salvadoreña, pero es que tengo un afecto especial hacia su pais.
Hasta luego.
Josue Arguedas
Santo Domingo, Heredia, Costa Rica.
Excelente comentario. Solo le pido a dios que no lo amenacen como lo hicieron con el señor Moya.
ResponderEliminarSaludos
E.M.
Muchas gracias por volver constantemente a textos literarios que merecen ser revisitados y releídos. He seguido desde hace muchos annos los comentarios y los (pocos) trabajos críticos que se han ido publicando sobre la obra de HCM en general y creo que particularmente con una novela como El asco lo que ha sucedido, desde parte de los lectores y la recepción, es que no han tomado el texto como lo que es: literatura, ficción, o, para usar una frase del mismo HCM, la práctica de un "arte de ficcionar", que si bien pone en escena una geografía y un momento histórico determinados que podemos reconocer como familiares, esta obsesión de muchos lectores por restringir los límites de una novela a ser un simple "espejo de la realidad" y a insistir en que la novela dice las intenciones del autor (!) es lo que desvirtuado todo el trabajo de la ficción que la novela nos muestra. Por ejemplo, la forma del monólogo me parece estar ejecutada de tal forma que su ritmo y sus tonalidades hacen cosas nuevas, crean efectos y tal vez (des)afectos desde la ficción.
ResponderEliminarEn fin, me encanta este blog. Muchas gracias a los dos! Alexandra