miércoles, abril 25, 2012

El poeta en una república enferma























Miguel Huezo Mixco

Se publica Fragmentos del azar (Colección Revuelta, 2012). Este nuevo libro nos hace volver a escuchar el aliento profético de Alfonso Kijadurías, uno de los mayores poetas centroamericanos vivos. Su anterior publicación en poesía, “Certeza de la duda” (DPI, 2005) ocurrió hace siete años.

Entre tanto, algunos de sus poemas han sido recogidos en las antologías Pájaro relojero (Galaxia Gutemberg, 2009) y Puertas abiertas (FCE, 2011). Genuina ave migratoria, la vida de Kijadurías ha transcurrido por diversas estaciones de paso. La más reciente de ellas es Vancouver, en la costa pacífica de Canadá, una de las ciudades del mundo con mejor calidad de vida que, sin embargo, no consigue retenerlo.

En aquel lugar frío vive como un asilado. Cada dos años, como promedio, vuelve a su casa en Valle del señor, Quezaltepeque, y a este país tan extrañado como extraño. “Regresas, excepto la maldad todo ha cambiado...”, ha escrito.

El libro reúne poco más de medio centenar de poemas que originalmente forman parte de un volumen más extenso y todavía desconocido titulado Todo el rumor del mundo, cuya parte final, El reino incalculable, recién ha terminado de escribir en Vancouver. Aunque en 2009 Kijadurías se hizo acreedor al Premio Nacional de Cultura, el suceso no fue acompañado de un programa editorial que reuniera y pusiera a disposición del público la obra del poeta. Una misión que debió acometer la cada editora nacional, la Dirección de Publicaciones e Impresos. Nunca es tarde.

Pese a los tiempos agrios que nos toca vivir la producción de poesía no cesa. Si se revisa la producción de libros de poesía durante la última administración presidencial es fácil concluir que, hasta 2011, para poder ser publicado en la DPI hace falta ser empleado de la Secretaría de Cultura. La labor de recolectar el trabajo de autores emergentes lo están haciendo EquiZZero, Cabuda Cartonera o La Chifurnia.

Kijadurías goza de un don escaso y apetecido: un pequeño círculo de lectores que siempre recibe su obra con admiración. Es, en el sentido estricto de la palabra, un “poeta de culto”, muy respetado en su país. Un país, por cierto, desdeñoso con sus poetas, “una república enferma, mísera, mudable”, agregaré, remedando a Cicerón. Pero para el resto del mundo, aquella voz extraordinaria donde se dan cita la realidad, el sueño y la profecía, acaso ni existe.

Nuestro poeta es un aventurero de regiones interiores. No se da demasiada importancia personal. No participa en torneos de inteligencia. No roba foco. Ni pretende despejar dudas en sus interlocutores. Digamos que nunca intenta levitar en público. Sus poemas son el espejo de un sentimiento de admiración por el hecho mismo de la vida, y el terreno resbaladizo donde libra una batalla para desprenderse del ego que lo atenaza con una realidad que es apenas una descripción, una forma de lenguaje y de moral.

Ahora se dispone a ir al encuentro de esa amante implacable que prepara paciente su abrazo letal.

"¿Dónde será? 
 ¿En la casa aquella vieja y solariega o en la cantina 
donde llegan a liar sus negocios los vendedores de ganado?
¿O en un hotel donde los viejos conspiran contra el tiempo hablando del pasado?
¿O será en la librería mientras ojeas un cuerpo hermoso?”

Quizás no siempre se percibe que con su poesía Kijadurías ha ayudado a preparar el espíritu de esta comarca, ahora castigada por la violencia y la estupidez, para que pase a una edad de mayor originalidad y dignidad. Tal vez éste sea el destino que le está reservado y que él mismo ignora.

Imagen: portada de Fragmentos del azar, por Francoise Devaud-Beséme

(Publicado en La Prensa Gráfica, 26 de abril de 2012)

1 comentario:

  1. Anónimo9:30 a. m.

    Si, un poeta de culto, no he presentado afiliacion a este circulo, pero si creo que tienes razon al afirmar que sus versos nos pueden curar, sobre todo los de el, que se desprenden de la insondable profundidad de lo cotidiano. El y Alfonso Hernandez son de mi cabecera.

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