miércoles, marzo 04, 2009

Elecciones. El peor mes de febrero

Miguel Huezo Mixco

Veo en la televisión a Barak Obama descendiendo por la escalerilla del avión presidencial, en el aeropuerto de Denver, y me digo que hay cosas que puede tomar mucho tiempo para cambiar pero que al final terminan cambiando. La fuerza de los hechos termina imponiéndose, aunque a veces se paguen altos costos.

Hace solo unos pocos días, el presidente Obama dijo –palabras más, palabras menos-- que si de alguien hay que salvar al libre mercado es de sí mismo. Hasta hace poco esa frase hubiera sonado como una herejía.

“Salvar al libre mercado de sí mismo” no será tan fácil. Algunos no podrán abandonar la idea de que el progreso de las naciones se sustenta en el enriquecimiento desmedido de sus élites, y de que el mercado se regula y se salva por sí mismo.

Para la gente en Estados Unidos los hechos no dejan lugar a dudas. El recién pasado mes de febrero fue el peor mes de febrero --que ha seguido al peor mes de enero-- de toda la historia de Wall Street. Hasta los menos pesimistas coinciden en decir que la economía norteamericana “tocará fondo” a partir de mediados de este año, en julio, con una secuela de graves problemas para la economía familiar de millones de personas, incluyendo a los salvadoreños.

Hay cosas que cambian con el tiempo. Otras cambian de manera paradójica. Después de las primeras y desesperadas operaciones de rescate al sistema financiero que emprendió el gobierno de Estados Unidos, Nouriel Roubini, el célebre profesor de la Universidad de Nueva York, dijo con un poco de burla que Bush había transformado “a los Estados Unidos de América en la Unión de Repúblicas Socialistas de América”. La crisis financiera y la forma en la que los gobiernos de Estados Unidos y Europa están intentando contenerla han vuelto muy difusa la línea ideológica entre derecha e izquierda en términos económicos.

En este contexto, las elecciones presidenciales salvadoreñas se parecen a un gran delirio colectivo. Las “soluciones” que ofrecen los políticos no parecen salidas de una mesa de expertos sino de un gabinete de creativos publicitarios. El negocio consiste en vender ilusiones y en destilar veneno contra sus adversarios políticos.

En medio de toda esa exacerbación de las identidades políticas, la crítica pública, honesta, auténtica, no partidaria, ha sido la gran ausente de esta jornada. Pocos, muy pocos, están demandando que El Salvador mire de frente la realidad que tenemos enfrente. Es lamentable decir que, como país, no podremos cambiar esa realidad con el tipo de políticos que dominan la escena salvadoreña.

Siempre que le cerramos las puertas a la realidad, esta suele entrar por el tejado. Cuando eso ocurra, el país necesitará del concurso de todos los salvadoreños: blancos, azules, rojos, verdes o amarillos. Todo ese carnaval de agresiones e insultos que hemos venido presenciando en la campaña, que incluye graves ofensas al honor y a la vida privada de las personas, puede volver más difícil el encuentro de soluciones consensuadas, y volverá más difícil el trabajo no solo para quien gane la presidencia del país sino también para el país entero. Pero, hoy por hoy, dentro de la burbuja infecta de la política, eso no importa.

¿Hasta cuándo seguiremos renovando esa extraña capacidad de reinventarnos como una comunidad imposible? Pasado el peor mes de febrero, parece que nos espera un todavía peor mes de marzo.

(Publicado en La Prensa Gráfica, 5 marzo 2009)

1 comentario:

  1. Hola Miguel. Nos hemos especializado en aplicar fórmulas ideadas para otros contextos, y luego, con extrañeza, nos preguntamos porqué nos nos funcionan. Pues justo por eso que tú decís, por la superficialidad con que se analiza la realidad. Nuestros países están retocados cosméticamente, pero no nos tomamos el trabajo de averiguar las verdaderas causas de nuestro malestar añejo y profundo. Saludos.

    ResponderEliminar