jueves, febrero 19, 2009

Remedios para el miedo

María Tenorio

"Publicar tus fotos en el Facebook, Hi5, Myspace, etc. ... es divertido, pero trata de no publicar las de tu último viaje a Europa", decía un correo colectivo tipo "forward" que llegó a mi bandeja de entrada hace unas semanas instando a tomar medidas para prevenir asaltos y secuestros. Quien me lo envió se tomó el cuidado de no dejar al descubierto su lista de destinatarios --dicen que eso también es peligroso. Quizás el mensaje fuera mexicano, pues aunque el español usado era bastante estándar, había expresiones que venían de otro contexto.

Familiares, amigos, conocidos y desconocidos aparecen en mi cuenta de correo como remitentes de mensajes de ese tipo. Confieso que alguno lo he reenviado para advertir sobre las amenazas de violación en el baño de un centro comercial, el peligro de usar antitranspirante porque produce cáncer de mama, o el escabroso relato sobre una nueva forma de asalto en los estacionamientos.

Estoy conciente de que vivo en una ciudad, en un país, en una región y en un mundo llenos de peligros. Variados relatos ajenos y propios me lo cuentan, me lo gritan, me lo recuerdan. Me dicen que no soy la única que está expuesta y tiene miedo. Es más, no sé cómo sentían las sociedades de décadas y siglos anteriores, pero la que me ha tocado integrar padece del síndrome internacional de miedo generalizado. Miedo a la diferencia, miedo a hacer opciones arriesgadas, miedo al miedo.

Dicen que hablar por teléfono celular produce tumores en el cerebro. Que el agua que bebemos está contaminada. Que despidieron a cientos de personas en una compañía de televisión por cable. Que detenerse en primera línea en los semáforos nos vuelve más vulnerables a asaltos. Que calentar la comida en microondas es cancerígeno. Que la crisis no tardará en sentirse de manera contundente en estas tierras. Que pasar mucho tiempo frente a la computadora daña la vista. Que votar por tal candidato hundirá al país.

La cultura del rumor es efectiva para diseminar el miedo. ¿Cuál es el remedio para curarse de él? Cuando pensé en escribir sobre este tema, la frase que se me venía una y otra vez a la cabeza es "no quiero tener miedo". Quiero resistir a los embates de los mensajes "forward", de los titulares de los periódicos, de los chismes que escucho en la calle, de las campañas publicitarias. En un libro que se autodenomina de "palabras sabias" leía hace poco que el miedo desaparece cuando nos enfrentamos a él. Esta es la hora que estoy aun descifrando cómo se hace tal cosa. Pero les juro que no quiero vivir con miedo.

Si saben de algún antídoto efectivo contra el miedo que no tenga efectos secundarios, dénle "forward".

(Ilustración del Chilam Balam de Chumayel, Princeton University Library, Digital Collections)

2 comentarios:

  1. A veces me han comentado que los bloggeros también ponen en peligro su integridad, es decir si publican el viaje a Europa o Asia, el carro nuevo y dónde viven.

    Pero están hermosas estas ilustraciones. Son de un libro manuscrito vea.
    Regalame el link, plis.

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  2. Anónimo1:15 p. m.

    Mañana es domingo, por ende no me apena disparar al aire el arsenal de terciopelo que provee a mi artilleria de palabras domingueras.


    Su post me agradó bastante. Me permitió dilucidar que el miedo y la esperanza de superarlo son indisolubles. Supongo que hasta la misma evolución ha premiado este contubernio.


    El antídoto que solicita, o dicho mejor, el uso mismo que usted hace de la palabra antídoto, es lo que me motiva a escribirle. Dudo que represente una novedad lo que voy a decirle, sin embargo apelo a estas perspectivas para indagar en la comprensión misma que poseo a cerca del fenómeno llamado miedo.


    El deconstructivismo sugiere que todo antídoto se imbrica con su veneno, y en lugar de utilizar un termino u el otro propone usar mejor el de fármaco. Esto es pertinente porque a menudo uno mismo olvida que ante lo que nos envenena, aplicamos automática y simultáneamente la dosis de serum para contrarestarlo. Sin embargo, sucede muy seguido que el origen del veneno es difuso y por lo tanto, la eficacia del suero utilizado para neutralizarlo es limitado.


    Durante la última década muchos autores, por supuesto que desde sus atalayas, a saber: Umberto Eco, Elisabeth Roudinesco, Paul Virilio, etc.,etc.,etc., han hecho espeleología dentro del intricado sistema de tuneles que conectan a la tolerancia con el miedo.


    Sus hallazgos han sido interesantes...Al menos para mi. Y en resumen --aunque es imposible abreviar ésta temática-- la mayoría de ellos destaca que estamos inmersos no solo en un medio ambiente, si no además en un miedo ambiente (paranoia ambiental), pero también que participamos condicionadamente y con reparo mínimo en la articulación de una ideología securitaria que nos blinda putativamente frente al peligro. Nada más miope por cierto.


    Obviamente tenemos temor, pero no sabemos a cabalidad por qué lo sentimos, y como si eso fuera poco, las medidas adoptadas para salvaguardarnos carecen muchas veces de lo elemental, es decir, la comprensión metodológica y no sólo emocional de las causas que nos impulsaron a adoptarlas.


    Por el lado de la tolerancia no es tan distinto, ya que en un sentido proclamos la orgía de la tolerancia (pero no como una actitud sincera, si no como muestra del malestar que nos provoca la otredad), pero en el inverso, imaginamos que es fortaleciendo en silencio al Mussolini (solo que ahora fashion) que llevamos por dentro, como lograremos inyectarnos el antiveneno.



    Puede ser que estos análisis sean un tanto pesimistas y sobre todo incompletos, pero la utilidad que les encuentro es que delinean algunas fronteras dentro de las cuales se libra la batalla en contra y a favor del miedo.



    Pero si de consejos concretos para enfrentar nuestros temores hablamos, yo me quedaría con unas palabras que escuché de boca de la antropóloga Ana Reguillo mientras discutía con su panita Carlitos Monsivais allá en el D.F.; ella le decía, ¨que uno de los perjuicios serios de sucumbir ante estos fenómenos, es el detrimento de nuestra autoestima, debido entre otras cosas a que asumimos conscientemente o no, que también somos heraldos o portadores de un semblante criminalizable por parte del resto. Exactamente como nosotros lo hacemos con ellos¨. Me parece que no es muy dificil vislumbrar las consecuancias que acompañan la perdida de la estima propia, y conocerlas debería ser útil para tratar de evitar que se consumen una vez que el temor las detona. Nos atemoriza el ¨mundo¨, pero en justa coordinación dialéctica, nosotros lo atemorizamos a él. Y permitir que estos procesos cuajen, es lo que nos hace mierda la psique aunque nos demos paja pensando que nada de esto sucede.



    Para ¨complementar¨ el parrafo anterior, me valdré de la postura de otra antropóloga: La descomunal Anne Chapman, que también anduvo por tierras cuscatlecas pero varias décadas atrás. Ella sostiene, ¨que talvez algunos atributos personales (de los mismos que hablan los textos de auto-superación, metafísica, programación mental, etc.) no estén al alcance de todos, pero aun así hay que depurar la mentalidad, y eso nunca será fácil¨. Y agrega, ¨que desprejuiciarnos, alimentarnos bien y forjar el temple nos evitará muchos episodios neuróticos y paranoides¨, e insiste, ¨pero sencillo no es¨. Su vida y su obra son una muestra lúcida de que ella al menos lo intento.



    Para terminar quiero agregar dos comentarios de tinte intimista, uno es del cisterciense Thomas Merton: ¨Si quieres enfrentarte al miedo primero deberás enfrentarte a tu porpio orgullo¨, y el otro de Mickey Rourke: ¨enfrentarte al miedo implica enfrentarte a tus traumas y tus verguenzas¨.



    Refutaciones escogidas a todo lo que planteé y cuyo génesis válido es la inmediatez de la experiencia de aquellos que las esgrimen, he escuchado muchas. Puedo decir sin ufanarme que las respeto, sin embargo los que se empeñan en confutar a mansalva y culpar de estas dinámicas únicamente a los gobiernos, me parecen los más infelices.



    Excelente post Sra. Tenorio.


    N.V.

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