miércoles, febrero 04, 2009

La Guadalupita

María Tenorio

"Virgencita, plis, cuídame a mí y a mi lanita", leí en una billetera celeste con rosado que salió de la cartera de mi prima, la Carmen. No pudimos evitar el comentario sobre aquel artefacto tan "kiut", decorado con una regordeta e infantil Virgen de Guadalupe al estilo "jelou-quiti". Me dijo que su hermano, que está en México perfeccionándose en las ciencias del corazón, se la había dado como regalo de navidad.

Es la última moda, gente. Mi otra prima, Lu, lleva una pulserita además de la consabida billetera, todo de marca Distroller y con leyenditas por el estilo de aquella, así algo fresas. Un quiosco en un centro comercial "jai laif" de aquí de Sívar tiene a la venta bisutería colorica cuajada de medallitas de la Guadalupita. Y, para cerrar el recuento, el otro día que fui a aprovisionarme de cuentas y dijes para mi novísimalínea de accesorios en bisutería, me encontré con la mismísima virgencita en medallitas pirateadas.

La exitosa imagen comenzó su trayectoria hace casi quinientos años cuando, según la leyenda, quedó plasmada en la capa de manta del indio San Juan Diego en la colina del Tepeyac, en la actual Ciudad de México. La iglesia católica realizó una ofensiva propagandística muy atinada que conjugó la sensibilidad barroca de la época y el sustrato indígena del Tepeyac, donde se rendía culto desde tiempos precolombinos a Toci, "Nuestra Madre". El producto fue el ícono de la Virgen de Guadalupe, patrona de mexicanos, chicanos, salvatruchos, chapines y muchos más, en sus propios países y en tierras más lejanas.

La Guadalupana, junto con Frida Khalo y Che Guevara, me atrevo a decir, forman el top-tres de los íconos latinoamericanos más reproducidos y más populares. A los que se las ha sacado más partida comercial. Los que tienen mayor resonancia como símbolos de identidad. Aunque estas imágenes adoptan incontables significaciones, cada una tiende a asociarse de forma predominante con ciertos valores. Frida, con el gusto por el arte, la vida bohemia y el feminismo. El Che, con el fervor revolucionario, la protesta social y el pensamiento de izquierda. La Virgen Morena, con la piedad católica y la mexico-mesoamericanidad.

La Guadalupita, sin embargo, está conquistando corazones más allá de la piedad y el nacionalismo, en una reinterpretación que ha puesto de moda no la iglesia, sino el mercado. No conecta hoy día la sensibilidad barroca con el mito indígena, lejanos para nosotros, sino la popularidad de un ícono ya consagado, la manía femenina de arreglarnos, el fervor por el consumo, y los resabios de gusto infanto-juvenil que tenemos hasta las que andamos en los entas.

El ícono infantilizado, creación reciente de la mexicana Amparo Serrano, se vende en varias ciudades de México, de los Estados Unidos, de España y del resto de América Latina. En todos esos lugares es chic llevar un reloj, un lápiz, un morral o un llavero de colorcitos que le pida a la virgencita "ayúdame a bajar la lonjita", "cuídame a mí y a mi familia", o "si no puedo ser flaca, porfa haz gordas a mis amigas”.

2 comentarios:

  1. María, te mando un link con el Nican Mopohua, la crónica indígena sobre el aparecimiento de la Virgen de Guadalupe, ya que andás también en la onda de los manuscritos y las imágenes de la virgen.

    http://www.proyectoguadalupe.com/iconos.html

    También hay un acervo documental.

    Un abrazo.

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  2. María, he estado pensando en lo interesante del tránsito de la imagen de la Guadalupana. En un inicio era la virgen de los indígenas, virgen morena, gracias a ella pudieron problamente interiorizar más rápido el cristianismo. El caso es que era una virgen de casta baja. La virgen de los indios (como los llamaban), los pobres, etc. Y ahora este diseño de colores la coloca en el top de la vida fresa. Niñas que le piden que le cuide su lanita, no subir de peso, por el novio, etc. Y es parte de un accesorio de lujo.

    Curiosos los desplazamientos de la pobre virgen. Del Tepeyac a las tiendas bien.

    Bonito también.

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