Miguel Huezo Mixco
Durante más de cien años este lugar constituyó una plaza estratégica del
ejército de los Estados Unidos. Por su posición dominante frente el océano
Pacífico, luego del ataque japonés a Pearl Harbor, se instalaron baterías
anti-aéreas. No muy lejos de donde escribo estuvieron emplazados los temibles
misiles Nike, auténticos íconos de la Guerra Fría. Sin embargo, aquí nunca se hizo un disparo
contra enemigo alguno.
Marin County, al norte de la Bahía de San Francisco, California, pasó al
dominio del Servicio de Parques Nacionales después de la firma de los tratados
para la no proliferación de armas nucleares. Siete entidades no lucrativas
emprendieron una serie de programas para animar la zona. Entre ellas está el
Headlands Center for the Arts, que cada año convoca a artistas de todo el mundo
ofreciéndoles un estimulante entorno para el desarrollo de la creatividad y las
nuevas ideas.
El Centro, ubicado en el Área
Recreativa Nacional Golden Gate, concretamente en el perímetro del antiguo
Fuerte Barry, se fundó en 1982 por artistas, activistas y líderes sociales. La
organización rehabilitó los edificios históricos, conservando el estilo de
líneas simples de la arquitectura de inicios del siglo XX, inspirado a su vez
en las construcciones de tipo colonial del naciente Estados Unidos.
Una invitación del Centro me permitió acceder a
la beca que otorga para vivir y trabajar por una temporada con artistas de las
más variadas disciplinas: artes visuales y musicales, dramaturgia, arquitectura
y escritura.
Los artilleros de antaño, si pudieran volver, no creerían lo que aquí ha
pasado. El edificio 944, uno de los cinco del complejo, fue originalmente
ocupado por unos 250 efectivos. Ahora alberga una biblioteca, un surtido taller
de carpintería y anchos estudios destinados a las artes visuales. Los servicios
sanitarios de la tropa terminaron siendo una singular “instalación” que evoca, repetido
hasta la saciedad, el urinario de Duchamp.
Como se proclama en su página
web, uno puede estar seguro de haber llegado a un lugar apacible. Aquí es
primavera, el aire es limpio y el paisaje extraordinario. Headlands no es
solo un polo artístico sino también una parte del hogar de más
de un millar de especies de plantas, mamíferos, aves, reptiles, anfibios, y
también de una memoria ancestral. Quiero creer que los fantasmas que se dice
pululan por estos edificios no son otros que los amigables miwok, los antiguos
pobladores de este trozo de paraíso.
Un proyecto como este solo es
viable si cuenta con el apoyo de entidades y personas visionarias que conciben
al arte y la literatura como un espacio clave para la innovación y el
conocimiento. Sharon Maidenberg, directora ejecutiva, define a Headlands como
“un vibrante espacio para la creatividad artística”. No es fácil manejar las
tribus de locos (gringos, nórdicos, europeos, latinoamericanos) que aquí se
albergan. Para la convivencia hay normas y condiciones que se cumplen sin
sacrificar la cordialidad y la espontaneidad.
El Centro está vinculado con el
mundo del arte estadounidense. Holly Block, Directora del Museo de Arte del Bronx, Nueva York, estuvo aquí para compartir su experiencia como curadora de
la obra de Sarah Sze, que representará a Estados Unidos en la Bienal de
Venecia. En un encuentro fortuito en la biblioteca, Block me habló con respeto de
la recientemente fallecida curadora costarricense Virginia Pérez-Rattón.
Horas más tarde me enteré de
la triste noticia del deceso de Rodolfo Molina, cuya desaparición también enluta
al arte centroamericano. Aprovecho estas líneas para expresar mi admiración por
su brillante trayectoria.
(Publicado en La Prensa Gráfica, 4 de abril de 2013)
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