miércoles, agosto 18, 2010

Bufo & Spallanzani, de Rubem Fonseca

Bufo & Spallanzani, de Rubem Fonseca, Ediciones Cal y Arena, México, 2009. 296 páginas.

El brasileño Rubem Fonseca (1925) hace gala de su sentido del humor y su forma de fabular la violencia en esta deliciosa novela policial protagonizada por el más simpático que perverso escritor Gustavo Flávio. Los otros personajes, desde el sapo Bufo hasta el policía Guedes, también me parecieron encantadores. Fonseca sabe combinar los elementos justos para mantener la atención mientras va dosificando la información para llevarte de la mano hasta la última página. Muy recomendable (MT).

King Flyp, lárgate de aquí...

Miguel Huezo Mixco

King Flyp ya ha triunfado. Nos guste o no, este jovencito reguetonero, que hasta hace poco se ganaba la vida arriando vacas en Morazán, ha hecho en meses lo que a muchos les toma años o toda una vida.

No es solo que su video “Abandonado” tenga más de 500 mil visitas en YouTube, o que el pasado fin de semana haya estrenado en televisión el primero de una saga de cuatro episodios que cuenta la historia de su vida y sus triunfos. El asunto es que King Flyp se ha convertido en un héroe. Un héroe, sí, admirado por miles y repudiado por miles. Pero unos y otros tenemos que aceptar que estamos frente a un auténtico fenómeno social y cultural que nos está hablando de algo más que de reguetón.

King Flyp es, como se dice, “un bicho” salido de la nada que está arrastrando a jóvenes y viejos a entonar sus canciones, que se ha abierto espacios en periódicos, radios y televisoras importantes y está en boca de todo mundo. A menos que uno sea demasiado envidioso, esto solo puede producir admiración.

King Flyp es un auténtico hijo del reguetón. Este género musical nació en el seno de grupos marginados y excluidos como resultado de una fusión entre el reggae, un género de los años 70 creado en Jamaica por descendientes de inmigrantes negros, y el hip hop, el movimiento musical de las fiestas callejeras en los barrios más populares de Nueva York.

Quizás algunos recuerden a un músico panameño llamado El General, nacido en el empobrecido Barrio de Río Abajo. Por sus letras toscas y lascivas, muchos lo consideraban detestable. Edgardo Franco --ese era su nombre-- es uno de los padres del reguetón. Comenzó a los 12 años a grabar en casetes sus canciones, y se las entregaba a los buseros panameños para que las pusieran en los alto parlantes de sus máquinas.

King Flyp pertenece a esa estirpe. Quienes lo han visto en vivo dicen que su fuerte es el “rapeo”: la recitación rítmica de rimas y juegos de palabras. Pero no hace falta un oído muy cultivado para decir que no es un buen cantante y que ni siquiera baila bien. Pero tiene un arrastre que no han conseguido cantantes salvadoreños como Arquímides o Armando Solórzano, ni agrupaciones como Area 503, Jimmy y Angel, o XD Five Ft & Dj Emsy, jóvenes todos con mayor formación musical.

Pero más allá de la calidad artística de King Flyp lo que tenemos frente a nosotros es el desafío de un jovencito en un país donde no hay casas disqueras, ni un importante público consumidor de productos culturales. El riesgo es que su popularidad se vuelva espuma, que no consiga cosechar los beneficios de sus creaciones y se vea en la necesidad de regresar a Morazán, a tronarse los dedos. Por eso la pregunta es: ahora que King Flyp ha alcanzado ese nada despreciable éxito, ¿qué sigue?

La respuesta es muy sencilla. King Flyp debe irse de aquí, y pronto. Conservando su sencillez, debe ir a cultivar sus habilidades artísticas y a proyectar mejor su talento lejos de este páramo. ¿Quién le echará esa mano? ¿Tendrá este rey de la música que cruzar los desiertos o los mares en procura de un sueño más grande? ¿Y qué tal si triunfa este hijo del pueblo?

Si King Flyp tiene esperanzas, también las tiene este país. Y si fracasa, todos habremos fracasado un poco, otra vez. Cuando hablamos de King Flyp, estamos hablando de algo más que reguetón.

(Publicado en La Prensa Gráfica, 19 agosto 2010)

Ilustración: "Costumbres gitanescas. Los músicos viejos", Fundación Joaquín Díaz.

La magia de King Flyp

María Tenorio

Hace unos días aumenté en una unidad el conteo de visitas al video de la canción "Abandonado", de King Flyp, en el sitio web de YouTube. Decidí convertirme en una estadística más por mera curiosidad: me había resistido a enterarme de quién era y qué hacía este joven, a pesar de que Jimmy, un colega del trabajo, me había insistido en que le prestara atención al fenómeno. Pero la presión social pudo conmigo y terminé escuchando la pegajosa melodía en la computadora.

El domingo que comenzó el reality sobre King Flyp me sumé a la cifra imaginaria del rating de audiencia del canal 21 y pienso hacerlo en el próximo capítulo. He quedado picada con la visita a San Salvador de Marvin Ulises Martínez, en su calidad de reguetonero que ha conocido súbitamente la fama. Quiero ver qué sucede con este personaje que ha despuntado de manera tan poco usual en nuestro medio.

Anticipándome a la realidad en que aterrizará King Flyp cuando haya pasado la magia de su triunfo me pregunto por el lado económico del asunto. Si los videos de sus canciones circulan libremente en la red, ¿de dónde obtendrá ganancias este joven para vivir de sus creaciones?, ¿cómo se cubrirán los costos y honorarios en que incurre un cantante para grabar su música y producir video clips?

En el mundo de la creación, las producciones originales han estado protegidas por derechos de autor, los cuales establecen que el creador es el dueño de su obra. Esto le garantiza la paga de regalías cuando la obra, reproducida masivamente, se comercializa. Lo anterior quiere decir, por ejemplo, que un escritor percibe un porcentaje sobre las ventas de su libro, el cual ha sido manufacturado por personal técnico en una imprenta (que, por supuesto, también recibe un pago por su trabajo). Ahora bien, los derechos de autor han convivido siempre con la piratería: la comercialización de productos creativos que deja por fuera al autor, quien no percibe un centavo por su trabajo en determinada obra.

Producir cultura en la era digital

La producción cultural se está transformando en la era digital en que vivimos. A la dicotomía derechos de autor/piratería se ha sumado el acceso abierto a obras creativas, con el consentimiento de sus autores y distribuidores, o sin él. Me refiero, a manera de ejemplos, a la descarga gratuita de libros o fotografías, al intercambio de archivos de una computadora a otra, al consumo en línea de videos, entre otros. Aquí es donde ubico a King Flyp, quien para darse a conocer colgó sus videos a YouTube, distribuyendo de forma gratuita el fruto de su trabajo.

La cuestión es que si Marvin quiere apostar por una carrera como cantante tiene que procurar que su trabajo rinda económicamente. Pero si difunde sus materiales en la web sin cobrar un cinco por ello, ¿cómo obtendrá ganancias para vivir? Quienes se han dedicado a la música en el país responderían que no viven de vender discos, sino de dar presentaciones y conciertos, de hacer jingles para anuncios de radios y televisión. Ese es, probablemente, el destino de King Flyp como músico en esta sociedad con una flaca industria musical.

Más allá de King Flyp, las nuevas tecnologías --que han lanzado a este joven al estrellato-- son un terreno que está obligando a muchos a replantearse cómo financiar las producciones culturales. Un caso claro de este dilema son los periódicos, cuya circulación gratuita en la red ha empezado ya a "matar" ediciones impresas. Eso ha ocurrido con el brasileño Jornal do Brasil, fundado en 1891, que se imprimirá por última vez el próximo 31 de agosto para publicarse solo por Internet.

La pregunta que aquí se plantea es cómo se mantiene a un equipo de trabajadores (o a uno solo de ellos) si el producto de su labor circula libremente. La respuesta, que se dice muy fácil pero que reviste sus complejidades, es buscando nuevos modelos de negocios y reciclando formas de financiamiento. Sin duda, los ingresos por publicidad siguen siendo relevantes para empresas creativas que no les cobran a los consumidores. Otras de estas apelan a las donaciones (es el caso de la famosa Wikipedia), o a la venta de servicios especiales (como la sección Extra de El Faro). No hay que obviar tampoco los patrocinios de grandes empresas en sus programas de responsabilidad social empresarial, los fondos de cooperación internacional (en países como el nuestro) ni los mecenazgos de personas pudientes.

No obstante, a mí la lista de respuestas no me satisface. Como consumidora me parece maravilloso que los productos culturales circulen de forma gratuita. En este escenario se imponen los derechos del público sobre los del autor. Pero si me sitúo del lado del productor, me parece que la tendencia a las aportaciones voluntarias y los patrocinios no solventa de manera efectiva la cuestión de cómo financiar la producción cultural.

(Publicado en Contrapunto, 18 agosto 2010)

Ilustración: "Cochero Simón", de Manuel de la Cruz y Juan de la Cruz Cano y Olmedilla. Fundación Joaquín Díaz

miércoles, agosto 04, 2010

Lecturas en vacaciones de agosto

El revés y el derecho. Discurso de Suecia, de Albert Camus, Alianza editorial, Madrid, 2010. Traducción: de María Teresa Gallego y Miguel Salabert.
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Textos de juventud, escritos cuando Camus aun vivía en Argelia. El libro fue publicado nuevamente cuando Camus era una celebridad internacional, precedido de un Prólogo en donde retoma, continúa y discute sus reflexiones sobre los roles del escritor y el artista. Nunca está de más repasar sus lecciones. Pero la narración "Con el alma transida", un contrapunto de la experiencia de un viajero entre Praga y Vicenza, es lo mejor del libro. Esta edición ha sido enriquecida con el discurso que pronunció Camus en ocasión de la aceptación del Premio Nobel de Literatura, en diciembre de 1957 (MHM).


Un dique contra el Pacífico, de Marguerite Duras, Fábula Tusquets editores, México, 2009. Traducción de: Javier Albiñana.
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La pobreza también envilece. Esta es la moraleja que ofrece esta novela de Durás, publicada originalmente 1950 (Gallimard). La historia tiene lugar en Indochina, cuando lo que ahora es Viet Nam constituía una colonia francesa. Una viuda y sus dos hijos se empeñan en luchar contra la pobreza. Se trata de una misión imposible, como oponerse al mar. Un joven rico que intenta seducir y casarse con la hija viene a completar el conjunto de seres extraños de esta novela que nos habla de que la pobreza también está construida con fatalidades (MHM).

Diario de muerte, de Enrique Lihn, Ediciones Universidad Diego Portales, Santiago de Chile, 2010.
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"La vida se despide de sí misma", dice Lihn en este libro escrito entre marzo y junio de 1988, cuando el poeta sabía que no iba a salvarse del cáncer. Lihn murió el 10 de julio de ese mismo año. Escrito con desesperanza, miedo, ironía, sin simulaciones, el libro fue corregido por Lihn hasta sus días finales. Se publicó originalmente en 1989. Este chileno se ha convertido, como su compatriota Roberto Bolaño, en un mito de la literatura latinoamericana. Más allá de este hecho incidental, Lihn escribió extraordinarios poemas que seguirán resonando en quienes tomen contacto con su obra. Lo admiré desde que leí sus poemas, en un cada vez más remoto siglo XX. Para quienes les interese conocerlo más, les sugiero: http://poetaenriquelihn.blogspot.com/ (MHM).

Un inconfundible perfume autoritario


Miguel Huezo Mixco

Estuve en San José por unos pocos días para cumplir con una misión de trabajo. Aunque viví allá casi dos años y luego me tocó viajar a la capital tica con cierta frecuencia, nunca antes había estado en un acto oficial. El viernes 23 de julio fui a la Casa Presidencial costarricense, ubicada en el distrito Zapote, y me llevé una sorpresa.

Comenzaré por decir que Costa Rica es una sociedad pacífica; abolió el ejército en 1948; pronto se convirtió en un referente de estabilidad política, avance social y respeto al medio ambiente. A muchos les podrá parecer un estereotipo, pero no hay duda de que estos aspectos influyen en la forma de convivir entre sus habitantes.

El día mencionado, tomé un taxi y fui a Casa Presidencial. Como iba con el tiempo justo, deseaba que no se produjeran contratiempos para ingresar a la sede del gobierno. Para mi sorpresa, no tuve necesidad de mostrar mi identificación ni la carta de invitación al evento. Un amable señor, vestido de saco y corbata, me invitó a pasar adelante. No atravesé  ningún detector de metales, ni pasé por la humillante experiencia de ser olido en los pantalones por un perro amaestrado. En el interior de la casa tampoco vi un solo hombre armado.

El agradable auditorio de la casa de gobierno, rodeado de ventanales, se me antojó, por sus proporciones y decorado, bastante municipal. Pasados unos minutos de la hora a la que se convocó el acto, una dama tomó el micrófono y anunció que el acto estaba por comenzar. Todo mundo ocupó sus asientos y entonces ingresó, desde atrás de la mesa principal, la presidenta Laura Chinchilla. Sin mayor solemnidad saludo con un “buenos días”, y el auditorio entero respondió con otro “buenos días”. El acto había comenzado.

De seguro que en Costa Rica no todo marcha bien. Es cierto que las brechas sociales del país están entre las más bajas de Latinoamérica, pero los niveles de concentración del ingreso se han acentuado en las últimas décadas. Como dijo la presidenta Chinchilla en su breve discurso combatir la desigualdad constituye un imperativo político y ético.

Me llamó la atención que todas las personas que hablaron en el acto utilizaron el podio presidencial, algo que a nadie se le ocurre en El Salvador. Cuando le contaba estas cosas a una amiga costarricense, esta me respondió con cierta satisfacción: “sí, los ticos somos muy igualados”. Es significativo que en el habla cuzcatleca la expresión “igualado”, o “igualada”, tenga más bien una indicación peyorativa.
Cuando volvía a mi hotel no pude dejar de evocar el aire militar que caracteriza los eventos del gobierno salvadoreño, un perfume que viene del pasado y llega hasta nuestros días. En 1992, con los Acuerdos de Paz, se estableció la obediencia de los uniformados al poder civil. Pero hay rasgos culturales que se resisten a morir.

Siempre me ha parecido curioso que La Granadera, la rimbombante marcha que escuchamos cuando el presidente salvadoreño ingresa a un acto oficial, corresponde a las disposiciones especiales de los honores militares. Para no ir más lejos, la celebración de la Independencia de 1821 –una acción en la que no se disparó ni un tiro-- suele tener como principal atractivo el desfile de los diferentes servicios militares acompañados con el estruendo de los aviones de combate. Pienso, de verdad, que cambiar esa arraigada cultura marcial quizá sea más urgente que prohibir el desfile de cachiporristas en los desfiles de la fiesta patria.

(Publicado en La Prensa Gráfica, 5 agosto 2010)

Ilustración: La batalla de Kurukshetra.

Vivir de la literatura

María Tenorio

Guadalupe Castellanos sueña con dedicarse solo a escribir: vivir de sus libros. Por ahora se ha autopublicado un libro de cuentos infantil, "La historia sin fin de Alissa, una lata de soda", que comercializa en librerías locales. Formada como maestra de parvularia, descubrió su vocación literaria hace un par de años. Esto me contó mientras esperábamos que iniciara uno de los conversatorios del Encuentro Internacional de Escritores, organizado por la Secretaría de Cultura. "A ellos los miro allá arriba", me dijo refiriéndose a los cinco participantes de esa noche.

Veinticuatro horas después, en el mismo salón y en otro evento distinto, el narrador más prolífico del país confesaría que la literatura no le da para vivir. "No vivo de mis libros", dijo textualmente Horacio Castellanos Moya, el único salvadoreño multipublicado por una de las editoriales más fuertes del universo hispanohablante, Tusquets, con sede en Barcelona. El autor de "El asco" habló, en un conversatorio con Miguel Huezo Mixco patrocinado por el Centro Cultural de España, sobre cómo ha tenido que combinar el trabajo periodístico y el docente con el literario para ganarse la vida.

No pude evitar la asociación entre las confesiones de los dos Castellanos, que no son parientes y ni siquiera se conocen. Mientras ella aun no se considera "escritora", el otro es un profesional con más de una docena de títulos publicados y traducciones a varias lenguas. Después de oír a Horacio me pregunté si hay esperanza para Guadalupe. En lo que sigue les contaré por qué creo que no, pero también por qué creo que sí la hay.

El país que no existe

"A mí me gustan tus libros, lástima que no tengas país", le dijo el dueño de Tusquets a Castellanos Moya. Este creyó que se refería a su vida errante: el escritor ha vivido en México, en Guatemala, en El Salvador, en Canadá, en Costa Rica, en Alemania, en Estados Unidos y hasta en Japón. Sin embargo, no era así. "No tener país", para el mercado editorial, significa carecer de una red de consumidores de la nacionalidad del autor que asegure a la editorial un colchón de ventas para sus libros. En otras palabras, por más que muchos salvadoreños lean a Moya, tan poquitos adquieren sus libros que no conforman un mercado significativo para una editorial de la talla de Tusquets.

La cuestión no deja de ser paradójica. Horacio dio el salto a ser publicado por una editorial internacional, de amplísima distribución, a cambio de casi desaparecer para su país, donde sus libros apenas llegan y apenas se venden porque son muy caros y muy pocos los compran.

Los libros de literatura que se venden ampliamente aquí son los que se leen por obligación en el sistema educativo formal. Y punto. Pareciera que más allá de ese brevísimo canon escolar, el "país" se disuelve, se agota. Como dice Jesús Martín Barbero en su libro "De los medios a las mediaciones": "La posibilidad de 'hacerse naciones' en el sentido moderno pasará por el establecimiento de mercados nacionales, y ellos a su vez serán posibles en función de su ajuste a las necesidades y exigencias del mercado internacional" (164). El Salvador, para las letras, es un mercado incipiente y, visto desde una editorial grande de fuera, absolutamente irrelevante.

Producir cultura

La semana pasada el pequeño mundo literario de San Salvador tuvo una agenda excepcionalmente nutrida. Además del oficial Encuentro Internacional de Escritores y de los dos eventos en los centros culturales de España y México con Horacio Castellanos Moya, se inauguró la Fundación Claribel Alegría; se presentó un libro de crítica literaria de Beatriz Cortez, otro de historia literaria editado por Ricardo Roque Baldovinos y Valeria Grinberg Pla, el número 102 de la revista Cultura, una novela de Samia Bou Zaid y otros eventos más. Varios cientos de personas pulularon en todas esas actividades que, más allá de los anuncios pagados, apenas fueron cubiertas y difundidas por los medios de comunicación. Sin duda otro fenómeno relacionado con el país que no existe o, mejor dicho, con lo que no existe para el país.

Carlos Wynter Melo, uno de los participantes en el Encuentro, contó que ha conseguido vivir de la literatura en su natal Panamá: tiene una editorial, imparte talleres y escribe libros. Es una noción amplia que va un poco más allá de solo dedicarse a escribir, pero es un camino viable en países como estos donde los públicos lectores son pequeños y los mercados, embrionarios. Es una opción semejante a la de otros ámbitos de la producción cultural, en la que escritores se encuentran con cineastas y videoastas, artistas visuales, teatreros, bailarines, guionistas, dramaturgos, coreógrafos, entre otros.

Hoy por hoy, en este país y en los vecinos, la posibilidad de especializarse en algún ámbito del sector artístico-cultural es una excepción, un sacrificio o un mero anhelo. Que se haga realidad en un futuro pasaría, a mi juicio, por la creación de un mercado propio, idealmente centroamericano para que no fuera tan chiquito, que volviera autosostenible la producción de bienes culturales: no solo libros sino obras de teatro y danza, películas y documentales, música. Aquí Guadalupe tiene más esperanza que Horacio: ella misma puede contribuir a generar su propia demanda desde la escuela parvularia sembrando en los niños la afición por leer más allá de las aulas. La formación de públicos es fundamental para que El Salvador, por fin se vuelva, un "país que exista".

Ilustración: V. Kandinsky